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La pintura mural prehispánica de México

Cuando en los últimos meses de 1990 convoqué a un grupo reducido de colegas y alumnos para iniciar un proyecto de pintura mural prehispánica en la República mexicana, estaba muy lejos de imaginar los alcances y proyecciones que habría de alcanzar al término de dos años. Ahora, después de cuatro, conviene dar a conocer a un público más amplio la extensión de nuestras metas, los logros cumplidos y los objetivos futuros.

Todo se inició a raíz de que escribí un largo artículo sobre pintura mural prehispánica para la Enciclopedia of World Art y de un ciclo de conferencias que dicté en El Colegio Nacional.

Me di cuenta de que era urgente registrar (en fotografías, dibujos y cédulas adecuadas) la vasta información que guardan las pinturas murales hasta hoy conocidas, pues su condición especial (de pintura) las condiciona a una vida corta, de no descubrirse, en un lapso cercano, recursos mejores para su preservación.

Es cierto, hay muchas pinturas murales en el mundo que han sobrevivido (en mejores o peores condiciones) el paso de las centurias; sin embargo desde el momento en que la pintura mural es expuesta a Ias alteraciones ambientales, después de haber permanecido durante siglos protegida de ellas, se inicia su proceso de degradación. Ahora contamos con recursos tecnológicos que permiten restituir las imágenes originales por medio de elaborados procesos de digitalización computarizada; cuando se tiene acceso a ellos, la conservación de la imagen está asegurada, aunque desaparezca físicamente. Dicha técnica es sumamente costosa y sólo se ha aplicado a los murales de la famosa tumba egipcia, y de un modo parcial, por la National Geographic Society de Estados Unidos a los murales de Bonampak. Para un país como el nuestro sería una inversión más allá del alcance oficial, por lo cual consideré urgente el registro antes mencionado para preservar lo que hoy día conocemos como pintura mural prehispánica, parte sustantiva de nuestro patrimonio que debe ser conservada para el estudio y conocimiento de generaciones actuales y futuras.

Así las cosas, me dediqué a buscar interesados en realizar la labor que sola no podía llevar a cabo. Colegas y alumnos: Arturo Pascual Soto, Leticia Staines, Maria Elena Ruiz Gallut, María Teresa Uriarte de Labastida y Alfonso Arellano, respondieron de inmediato a mi invitación. El siguiente paso fue conseguir apoyo económico para hacer profesionalmente el registro fotográfico y los dibujos. Lo solicité mediante concurso que en ese año establecía la Dirección General de Asuntos del Personal Académico de la UNAM, y fue aprobado.

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Nuestra primera tarea: fotografiar, realizar dibujos reconstructivos de las figuras originales y medir con exactitud para hacer planos veraces de ubicación de los murales. El universo de pintura mural se ampliaba ante mis ojos y parecía inalcanzable; decidimos comenzar por Teotihuacan, pues además de estar cerca de Ia ciudad capital en donde llevaríamos a cabo la investigación, concentra gran cantidad de murales.

Cuando me puse a revisar la bibliografía sobre Teotihuacan me surgieron, entre otras, dos inquietudes que no debían posponerse. Una, la principal, se refería a la necesidad de aproximarse al mundo pictórico teotihuacano desde diversas metodologías y enfoques. No se trataría únicamente del registro escueto: había que darle un sentido (o varios) a lo que se registraba. La percepción del arqueólogo sería distinta a la del historiador del arte, y la de éste diferiría de Ia del técnico y restaurador, que a la vez no seria igual a la del biólogo y a la del arqueoastrónomo. En fin, que de acuerdo con Ias distintas disciplinas, de algún modo involucradas en lo que se conserva de pintura mural precolombina, habría diversidad en el conocimiento. Parecía indispensable abordar el estudio de los murales desde un enfoque interdisciplinario: ¿sería posible analizar un mismo fenómeno cultural desde varios puntos de vista? A los que entonces formábamos el «equipo» nos pareció conveniente y deseable Ilevar a cabo -a manera de experimento- investigaciones plurales con diferentes metodologías. Decidimos extender nuestro propósito y convocamos a investigadores de otros institutos de la UNAM, de Antropológicas, de Biología, de Química, de Astronomía, de Históricas, del Centro de Estudios Mayas, de Ia Escuela Nacional de Artes Plásticas y de la Facultad de Arquitectura para que colaboraran en nuestro empeño. A la vez, tuvimos entrevistas con las autoridades deI INAH -el entonces director Roberto García Moll, a quien manifestamos nuestra gratitud por su buena disposición y ayuda hacia el proyecto- y con ellas se decidió elaborar un convenio provisional de trabajo. Así mismo se hizo una invitación a los investigadores, arqueólogos e historiadores de esa dependencia para que participaran en lo que se estaba convirtiendo en una empresa mayor. La respuesta fue excelente y se sumaron a nuestros esfuerzos especialistas que han dado proyección rigurosa y amplia al proyecto.

La otra inquietud se resolvió al establecer un Seminario de Pintura Mural Prehispánica en México, en Ia sede de Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, con el propósito de discutir los diversos hallazgos de los especialistas, planear conjuntamente los trabajos de campo y considerar el cumplimiento de las investigaciones cercanas y futuras.

Ambos propósitos se lograron plenamente. Así, al «equipo» inicial se sumaron los arqueoastrónomos Jesús Galindo Trejo y Daniel Flores; los arqueólogos Rubén Cabrera Castro, Jorge Angulo Villaseñor, Bernardo Fahmel; Ia bióloga, ornitóloga, Lourdes Navarijo Ornelas; la historiadora del arte y arqueóloga Sonia Lombardo de Ruiz; la restauradora Diana Magaloni; el arquitecto Gerardo Ramírez, y el investigador y dibujante José Francisco Villaseñor. Igualmente se han incorporado, por temporadas, mientras realizan su investigación, otros especialistas que han contribuido notablemente al cumplimiento de este proyecto. Hoy día el «equipo» regular, el que se reúne semanalmente en el Seminario (conformado por personas de distinta orientación, con diferentes metas en la vida, pero unidos sus esfuerzos para comprender no sólo el significado de un hecho humano primordial, sino el cómo se hizo, quién lo realizó, cuál era su función y destino, el sentido en su tiempo y en el actual), ha cumplido algunos de los propósitos establecidos hace poco más de dos años y comulga con el compromiso para realizar, próximamente, otros más. El «equipo» cuenta ahora con más gente capacitada: dos técnicas encargadas de elaborar el banco de datos, dos becarios y tres dibujantes profesionales.

Dos metas habían sido alcanzadas gracias al entusiasmo de mis colegas. Una tercera pesaba en el horizonte: ¿Cómo podíamos realizar el trabajo de investigación, las tomas fotográficas, el estudio en el campo sin contar, de modo estable y permanente, con la participación del Instituto Nacional de Antropología e Historia? Me propuse enfrentar la situación para lograr un convenio razonable entre las dos instancias -la UNAM y eI INAH-, con los únicos argumentos veraces que tenía en mis manos: el propósito de conservar el patrimonio prehispánico y la posibilidad de incrementar el conocimiento -por poco que fuese- de las culturas antiguas, con base en metodologías actuales interdisciplinarias y plurales. EI interés común en preservar el patrimonio por parte de ambas instituciones fue el punto decisivo para llegar a un cabal y mutuo entendimiento. Entonces se llegó a un convenio en el cual se nos permitía el trabajo de campo antes descrito y se convocaba, una vez más, a los estudiosos de las diversas regiones y sitios de Mesoamérica que conservan pintura mural para colaborar con el proyecto de registro, mediante una cédula previamente elaborada y aceptada por ambas instancias.

EI apoyo del INAH, en especial con su actual directora Ma. Teresa Franco, y del Consejo de Arqueología deI mismo Instituto, con su presidenta Mari Carmen Serra Puche, ha sido sustento fundamental para el trabajo de campo que hemos realizado.

A Ia fecha se han cumplido los siguientes objetivos: tomas fotográficas de Teotihuacan, Zona Maya y actuales estados de Veracruz y Oaxaca. Para ubicar los murales en los edificios, se han realizado dibujos arquitectónicos reconstructivos, plantas, perspectivas e isométricos de Teotihuacan, parte de la Zona Maya y de Oaxaca. De los dos primeros y Veracruz se han tomado las medidas pertinentes para los planos y los registros arqueoastronómicos y las muestras para análisis químico.

Cuando se decidió hacer estudios más amplios sobre la pintura mural prehispánica se resolvió publicarlos (un texto consagrado a cada una de las cinco zonas en las que habíamos dividido la investigación -lo cual es arbitrario e irreal-), incluyendo cada volumen dos secciones: la primera dedicada al catálogo razonado e ilustrado (con sus correspondientes cédulas, dibujos reconstructivos y arquitectónicos, así como fotografías en color) y la segunda con las originales investigaciones interdisciplinarias en torno a la pintura mural prehispánica. De esta manera, se han elaborado investigaciones de distinto orden: las que registran concienzudamente los hechos pictóricos que permanecen y las que estudian, analizan y proponen lo que tales hechos comunican.

El proyecto La Pintura Mural Prehispánica en México incluye la edición de cinco volúmenes, pero algunas zonas tendrán dos tomos: Teotihuacan y Zona Maya; y uno solo: Veracruz, Oaxaca y el Altiplano Central después de Teotihuacan (título provisional). A Ia fecha, el tomo I sobre Teotihuacan está en prensa y próximo a salir en los primeros meses de 1995. Queda mucho por hacer para cumplir nuestros propósitos, aunque algo hemos avanzado para conservar visualmente el patrimonio mural prehispánico. Las investigaciones plurales de Teotihuacan se completaron a finales de 1992, las de la Zona Maya están casi concluidas, las de Veracruz se encuentran en sus inicios, de Oaxaca sólo se ha recopilado el material fotográfico y falta aún el registro completo dei Altiplano Central después de Teotihuacan.

La pintura mural prehispánica es una de las fuentes primordiales para el conocimiento de las culturas de nuestro pasado y es motivo de orgullo nacional; procuremos conservarla.

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