La primera escalada de la peña El Gigante (Chihuahua)
Cuando en marzo de 1994 algunos de mis amigos del Grupo de Espeleología y Exploración de Cuauhtémoc (GEEC) me mostraron la gran Peña El Gigante en la Barranca de Candameña en Chihuahua, me di cuenta de que nos encontrábamos ante una de las más grandes paredes de piedra de nuestro país. Tiempo después, a finales de 1996 y principios de 1997, los miembros del GEEC organizamos un descenso por esta pared a través de una serie de rapeles desde su cumbre (véaseMéxico desconocidonúm. 248). En esa ocasión aprovechamos para medir la magnitud de la peña, que resultó tener una caída libre de 885 metros desde el río Candameña hasta su cumbre.
Cuando en marzo de 1994 algunos de mis amigos del Grupo de Espeleología y Exploración de Cuauhtémoc (GEEC) me mostraron la gran Peña El Gigante en la Barranca de Candameña en Chihuahua, me di cuenta de que nos encontrábamos ante una de las más grandes paredes de piedra de nuestro país. Tiempo después, a finales de 1996 y principios de 1997, los miembros del GEEC organizamos un descenso por esta pared a través de una serie de rapeles desde su cumbre (véaseMéxico desconocidonúm. 248). En esa ocasión aprovechamos para medir la magnitud de la peña, que resultó tener una caída libre de 885 metros desde el río Candameña hasta su cumbre.
Cuando busqué la información necesaria para ver si había en el país paredes más altas que ésta, para mi sorpresa encontré que se trataba de la pared rocosa vertical más alta conocida hasta ahora. ¡Vaya, vaya! Lo más cercano que se había registrado anteriormente eran las paredes de Potrero Chico, en el Cañón de la Husteca en Nuevo León, con algo más de 700 metros.
Como yo no soy escalador decidí promover esta pared entre los escaladores, esperando que se abriera la primera ruta de ascenso de El Gigante, además de colocar en el primer plano de la escalada nacional al estado de Chihuahua. En primera instancia pensé en mi amigo Eusebio Hernández, a la sazón Jefe del Grupo de Escalada de la UNAM, pero su muerte sorpresiva, escalando en Francia, canceló ese primer planteamiento.
Al poco tiempo me encontré con mis amigos Dalila Calvario y su esposo Carlos González, grandes promotores de los deportes de la naturaleza, con quienes se empezó a concretar el proyecto. Para ellos Carlos y Dalila convocaron a cuatro excelentes escaladores, con los que se integraron dos cordadas. Una era la de Bonfilio Sarabia e Higinio Pintado, y la otra la de Carlos García y Cecilia Buil, esta última de nacionalidad española, considerada entre la élite escaladora de su país.
Después de conseguir los apoyos necesarios y de efectuar una visita de estudio a la pared, la escalada dio principio a mediados de marzo de 1998. Desde un primer momento las dificultades abundaron. Una fuerte nevada imposibilitó durante varios días el acercamiento a la pared. Después, con el deshielo, el río Candameña creció tanto que también impidió llegar a la base de El Gigante. Para acceder a ésta hay que hacer un día de caminata desde el mirador de Huajumar, la vía más rápida, e introducirse al fondo de la barranca de Candameña, para finalmente cruzar el río.
La instalación del campamento base requirió de decenas de acarreos a lo largo de una semana, para lo cual se contrató a porteadores de la comunidad de Candameña. Lo abrupto del terreno no permitió la utilización de bestias de carga. Fue casi media tonelada de peso, entre equipo y comida, lo que tuvo que concentrarse al pie de El Gigante.
Una vez resueltos los primeros problemas ambas cordadas fijaron sus rutas de ataque, seleccionando los equipos y materiales adecuados. La cordada de Higinio y Bonfilio optó por una línea de fisuras que se encuentra en la cresta izquierda de la pared, y Cecilia y Carlos entrarían por una ruta en el centro, directamente debajo de la cumbre. El objetivo era probar al mismo tiempo distintas rutas que implicaran técnicas diferentes. Higinio y Bonfilio buscaron una ruta que tendiera a la escalada artificial, no así Cecilia y Carlos, quienes intentarían la escalada libre.
Los primeros iniciaron con un ascenso muy lento y complicado debido a lo podrido de la piedra, lo que hacía muy difícil los aseguramientos. Su avance fue centímetro a centímetro, con numerosos retrocesos para ir explorando por dónde continuar. Después de una larga semana de intentos no habían pasado de los 100 metros, teniendo un panorama hacia arriba igual o más complicado, así que decidieron abandonar la ruta y la escalada. Esta frustración los hizo sentirse mal, pero lo cierto es que una pared de tal magnitud rara vez se logra al primer intento.
Para Cecilia y Carlos la situación no fue diferente en cuanto a dificultad, pero ellos disponían de mucho más tiempo y venían dispuestos a efectuar todos los esfuerzos necesarios para lograr la escalada. En su ruta, que desde abajo parecía podía ser libre, no encontraron un verdadero sistema de fisuras dónde asegurar, por lo que tuvieron que recurrir en numerosas partes a la escalada artificial; había además muchos bloques flojos que hacían peligroso el ascenso. Para seguir avanzando tuvieron que superar el desgaste mental, estresante, que llegó a rayar en el miedo debido a que en más de la mitad del ascenso, un tramo difícil los conducía a otro más difícil aún, en donde los aseguramientos o eran muy precarios o de plano no los había a causa de la pudrición de la piedra. También fueron frecuentes los retrocesos y los avances sumamente lentos en que debían tantear con todo cuidado cada metro de piedra. Hubo momentos en que se desalentaron, sobre todo un par de días en que sólo avanzaron 25 metros. Pero ambos son escaladores de un temple fuera de serie, de una voluntad no común, que los impulsó a superarlo todo, examinando cuidadosamente cada metro por subir, sin escatimar energías. En buena parte, el entusiasmo y el coraje de Cecilia fueron determinantes para que no se rindieran, y así pasaron muchos días y noches en la pared, durmiendo en una hamaca especial para escaladas prolongadas como esa. La actitud de Cecilia fue de compromiso total, y el ir punteando alternadamente con Carlos, abriendo esa primera ruta en El Gigante, fue como una entrega a su pasión por la escalada en roca, pasión llevada hasta sus límites.
Un día, cuando ya llevaban más de 30 días en la pared, algunos miembros del GEEC rapelearon desde la cumbre hasta donde estaban, que ya era cerca de la meta, para alentarlos y aprovisionarlos de agua y comida. En esa ocasión, el doctor Víctor Rodríguez Guajardo, al ver que habían perdido mucho peso, les recomendó descansar un par de días para reponerse un poco, y así lo hicieron, subiendo hasta la cumbre por los cables puestos por el GEEC. Sin embargo, después del descanso continuaron su escalada desde donde la habían dejado, completándola el 25 de abril, después de 39 días de ascenso. La magnitud de esta escalada jamás había sido lograda por un mexicano.
Aunque la pared de El Gigante mide 885 metros, los metros escalados fueron en realidad 1 025, siendo la primera vía en México que sobrepasa el kilómetro. Su grado de escalada fue alto, tanto en libre como en artificial (6c A4 5.11-/A4 para los conocedores). La ruta la bautizaron con el nombre de “Simuchí”, que significa “colibrí” en lengua tarahumar, debido a que, según nos dijo Cecilia, “un colibrí nos acompañó desde el primer días que iniciamos la escalada, un colibrí que al parecer no podía ser el mismo, pero que cada mañana estaba ahí, frente a nosotros, sólo unos cuantos segundos. Parecía decirnos que alguien estaba pendiente y que se preocupaba por nuestro bien”.
Con esta primera escalada a la pared de El Gigante se consolida uno de los logros más notables de la escalada en roca en México y se vislumbra que la región de las barrancas de la Sierra Tarahumara, en Chihuahua, pronto podría ser uno de los paraísos de los escaladores. Hay que recordar que El Gigante es una de las paredes más grandes, pero hay decenas de paredes vírgenes de muchos cientos de metros que están a la espera de sus escaladores. Y desde luego, con toda seguridad habrá paredes más altas que El Gigante porque aún nos falta por explorar la mayor parte de esta región.
Fuente: México desconocido No. 267 / mayo 1999
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