La reserva del Vizcaíno. Travesía por el desierto.
Siguiendo los pasos del gran marino y aventurero Sebastián Vizcaíno, decidimos internarnos en vehículos 4x4 en una de las reservas más extensas del mundo y la más grande del territorio mexicano.
Medio siglo después de la muerte de Hernán Cortés, Sebastián Vizcaíno, buen soldado y marino, se lanzó a la mar al mando de sus tres navíos en busca de nuevas aventuras y descubrimientos, con la única misión de conquistar las Californias.
Vizcaíno partió del puerto de Acapulco y siguió la ruta de Cortés, costeando por el Océano Pacífico hasta Cabo San Lucas. Por fin, en octubre de 1596 desembarcó en la Bahía de Santa Cruz, bautizada así por Hernán Cortés pues durante su viaje la descubrió el 3 de mayo de 1535, Sin embargo, Vizcaíno le cambió el nombre por el de Bahía de la Paz, el cual conserva hasta la fecha, ya que a su llegada los indios le dieron una gran bienvenida y le ofrecieron frutas, conejos, liebres y venados.
Vizcaíno se fue internando en el golfo de California, y durante su viaje tuvo que enfrentar las fuertes y traicioneras corrientes y mareas del Mar de Cortés. Los vientos del noroeste, que azotaban las velas, empujaban las naves en sentido contrario, lo que dificultaba el avance. Sin embargo, en esa ocasión llegó hasta el paralelo 27 donde descubrió las infinitas riquezas marinas del golfo: perlas y peces suficientes para llenar navíos y navíos.
Regresó entonces a la Bahía de la Paz donde se reabasteció, dejó a algunos hombres enfermos y continuó su expedición a lo largo de la costa del Océano Pacífico. En esta ocasión llegó hasta el paralelo 29, pero dado que las naves y la tripulación se encontraban en muy mal estado, tuvo que regresar a la Nueva España.
Años después, por mandato del conde de Monterrey, Vizcaíno emprendió su segunda expedición. En esta ocasión el objetivo no era conquistar tierras y colonizarlas, no apoderarse de las riquezas y enfrentarse a los indios de la península. La misión era de carácter científico y en ella participaron reconocidos sabios y hombres de ciencia como el cosmógrafo Enrico Martínez.
Durante seis meses la misión científica habría de observar eclipses y la dirección de los vientos; se anotaron los fondeaderos, las bahías y los puertos; los lugares propicios para establecer campamentos y las pesquerías de perlas; se analizó y se dibujó la geografía de la región marcando islas, cabos, salientes y cualquier accidente en el terreno para así elaborar los primeros mapas detallados de la península que hasta entonces se seguía considerando una isla. La expedición navegó desde Bahía e isla Magdalena y Margarita hasta Bahía Ballenas e isla Cedros. El resultado de dicha misión fue el primer mapa detallado de la costa del Pacífico.
La Reserva de la Biosfera del Vizcaíno es la más grande de México; se localiza en el estado de Baja California sur en el municipio de Mulejé. Cubre una extensión de 2 546 790 ha, lo que representa 77% de la superficie municipal.
La reserva se extiende desde las sierras de San Francisco y Santa Marta hasta los islotes y las islas en el Océano Pacífico; abarca el desierto del Vizcaíno, Guerrero Negro, Laguna Ojo de Liebre, Vertiente de California, Isla Delgadito, Islas Pelícano, Islotes Delgadito, Isla Malcob, Isla San Ignacio, Isla San Roque, Isla Asunción e Isla Natividad, y fue decretada como tal el 30 de noviembre de 1988. La riqueza histórico – cultural y natural de la región es impresionante. Existen unas enigmáticas pinturas rupestres, con todo su misterio, que todavía representan un verdadero rompecabezas.
Dejamos atrás la sombra y la frescura de la vegetación de San Ignacio para internarnos en el desolado desierto. Después del pueblo del Vizcaíno iniciamos nuestro viaje deoff roadpor los sinuosos caminos de terracería que parecen terminar en el infinito. En el horizonte empezaron a aparecer algunas luces y después de algunos kilómetros, un letrero de luz neón que se prendía y apagaba nos dio la bienvenida; era el cabaret de Bahía Tortugas.
Paseamos por el pueblo entre pick ups estadounidenses y casitas de madera comidas por el salitre, en busca de una buena langosta o algo de abulón. De estos dos productos viven las poblaciones del Pacífico norte.
Al día siguiente continuamos nuestra travesía rumbo hacia el desierto, no sin antes pasar por un basurero de chatarra situado en las afueras de Bahía tortugas. Los restos de vehículos oxidados, llantas y los restos de unos enormes anfibios militares daban una imagen futurista de abandono y desolación. Legamos al final de la brecha: estábamos en Punta Eugenia, población de langosteros y abuloneros situada en el extremo noroeste de la lengua de tierra que forma el sureste de la costa de la Bahía de Sebastián Vizcaíno. De este punto nos hicimos a la mar en una embarcación de pescadores y pudimos contemplar los gigantescos sargazos que habitan en el fondo marino. Nuestro objetivo era conocer la fauna de los islotes; mamíferos marinos como lobos y elefantes de mar así como cientos de patos, cormoranes y pelícanos. Durante los días que estuvimos allí pudimos imaginar lo que sintió Sebastián Vizcaíno al contemplar tanta belleza en aquel hermoso lugar. Lo que hoy conocemos como la Reserva del Vizcaíno es patrimonio del mundo, no de las empresas japonesas y de uno que otro vivillo, y es deber de los hombres respetarlo, protegerlo y conservarlo.
Fuente: México desconocido No. 227 / enero 1996
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