Chichén Itzá, viaja y descubre a las maravillas de esta zona arqueológica
Presenciar el descenso de la milenaria serpiente, combinado con el recorrido nocturno, es una experiencia para atesorar en la memoria.
Escápate un fin de semana:
George de la Selva, balneario y cenote cerca de Mérida
La sola llegada a Chichén Itzá roza la maravilla. Pero lo que vino después es algo para recordar toda la vida: en el equinoccio y en el recorrido nocturno me volví testigo del esplendor de un dios maya. La tarde se precipita en Chichén Itzá, el fenómeno está por comenzar aunque la gente aguarda desde hace mucho. Cuando lo sagrado y lo divino se juntan, todas las esperas son fatuas. Es el día del equinoccio de primavera y para avisar su llegada, Kukulkán, la serpiente emplumada, el dios maya, bajará del cielo. El ambiente es de misticismo: los brujos cantan conjuros, los visitantes se dejan predecir el destino y la alegría inunda el ánimo de los viajeros que, por un rato, se sienten especiales. El sol llega a su punto exacto para que comience la función. Tocados por luces y sombras, sobre las nueve plataformas de la pirámide, siete triángulos de luz recorren la escalinata hasta su base. El silencio se apodera del público. Expectantes, ven al largo reptil de unos treinta y cuatro metros atravesar su templo, hoy reconocido como una Maravilla del Mundo Moderno.
Durante casi una hora quedamos detenidos en el tiempo, en la magia, conscientes de asistir a un momento único que, sin embargo, sucede hace tanto tiempo, dos veces al año: con la llegada de la primavera y del otoño. Kukulkán ha descendido; su cabeza en la base de la pirámide se ilumina al fin. Repta entre el gentío, carga de energía la tierra y a sus seres, provee fertilidad y buenos augurios, y sigue su inquebrantable camino hacia los cenotes de la ciudad sagrada de los brujos del agua. No cabe duda, el espectáculo milimétricamente calculado por los mayas, bajo cuyos efectos Kukulkán desciende por su Castillo, llega a los hombres y desaparece en el inframundo, es algo memorable. Los mayas construían sus templos cerca de estas magníficas formaciones naturales. En Chichén Itzá, el llamado Cenote Sagrado da vida a uno de los mitos más fantásticos que, sin embargo, responde a la increíble inteligencia, ingenio y conocimiento de su civilización. Allí, donde se adoraba al dios Chaac, la serpiente emplumada desaparece para continuar su inconmovible peregrinar. Los que fuimos testigos de su paso, nos vamos bendecidos por la espectacularidad. Solo queda la estupefacción humana y el recóndito misterio de la leyenda trasmitida durante más de un milenio.
Imprescindibles de Yucatán
- Bañarse en las frescas aguas de un cenote. Los mayas los consideraban el inframundo.
- Visitar el Pueblo Mágico Izamal. Fundado sobre los vestigios de una ciudad maya, el presente moderno y los pasados prehispánico y colonial se conjuntan aquí.
- Recorrer Valladolid. Colonial, antiguo, lleno de tradición, este Pueblo Mágico te invita a apreciar sus cenotes y templos antiguos.
- Observar los flamencos en Ría Celestún, además de una gran variedad de especies endémicas, y alrededor de un tercio de las aves de México.
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