La terrible explosión de 60 cajas de dinámita en 1933, en la que murieron 33 lecheros
El 20 de enero de 1933 se registró una violenta explosión producida por 60 cajas de dinamita guardadas en una de las garitas de entrada a Morelia. Fueron 33 lecheros y campesinos los que murieron en la zona; se trata de una historia que quedó en el olvido.
Escápate un fin de semana:
Adrián Téllez, guía de turistas Tlalpujahua y mariposas monarca
Como todos las mañanas, decenas de productores de verduras, huevos, animales y leche llegaron a la garita de Chicácuaro, puerta de entrada a la antigua ciudad de Morelia, para poder vender. Sería el último día que harían esto, pues en unos minutos muchos de ellos morirían violentamente.
La explosión fue tremenda, seca, terrorífica. De inmediato los aturdidos michoacanos que estaban por la zona presenciaron una escena que seguramente no se les borró nunca de la memoria: cadáveres de personas y animales empezaron a llover del cielo.
Era 1933, para ser más precisos, un 20 de enero. La zona que rodeaba a la garita por fortuna aún no estaba tan poblada, aún así la explosión derribó casas, dañó seriamente la capilla Mater Dolorosa, fracturó las calles y dejó sensibles los muros y techos de los pequeños inmuebles cercanos como el Hospital General, en donde por cierto atendieron a decenas de heridos.
La cifra oficial, al menos la que reportaron periódicos españoles que, por alguna razón, parecen haber sido los únicos que difundieron las noticia, fue de 33 muertos. Todos lecheros y campesinos provenientes de las rancherías cercanas, quienes vivían al día de lo que vendían en la garita de Chicácuaro.
Dicen que la explosión se originó por el descuido de un conductor de camiones que habría prendido fuego a 60 cajas de dinamita.
“La dinamita estaba guardada cerca de la garita porque estaba siendo utilizada para la construcción de la carretera a Guadalajara”, comenta un hombre de poco más de 40 años, dueño de una refaccionaria automotriz de la zona, quien escuchó esta versión de su padre.
Pero José Calderón, un hombre de 85 años, propietario de una pollería cercana a la zona del siniestro, narra que lo que sus padres (quienes en 1933 estaban recién casados) le contaron fue que lo que en realidad estalló no fueron cajas de dinamita, sino el combustible que guardada una improvisada gasolinería, que, por sus deficientes instalaciones, tuvo el siniestro.
Aunque las dos personas mencionadas arriba son la excepción. Le pregunté a unos 20 morelianos no mayores de 40 años, quienes viven cerca de la zona de la explosión de 1933, si habían escuchado hablar de esta historia. Todos respondieron negativamente con la cabeza así como con un gesto de desconcierto.
Nunca ha dejado de sorprenderme lo fácil que las sociedades olvidan su historia. En la zona de la explosión no hay una placa, memorial o algo parecido que honre a los michoacanos muertos en la explosión de 1933.
Sin embargo, aunque la gente no lo sepa, las cicatrices de la explosión siguen ahí. El dañado templo Mater Dolorosa fue derrumbada para construir años después uno nuevo ahora más grande.
Mientras que el Hospital General se convirtió con los años en un hospital del IMSS, las casas que el estruendo derribo tardaron años siendo algo parecido a un pueblo fantasma para después dar paso a un par de edificios, la zona donde estaba la garita se convirtió en parque y el punto de la explosión ahora es una gasolinería.
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