La zona arqueológica de Xochimilco que nadie conoce
¿Sabías que en Santa Cruz Acalpixca, Xochimilco hay una zona arqueológica? Te mostramos fotos de esta reserva histórica.
Más allá de las trajineras, las chinampas y las flores que hacen famoso a Xochimilco se encuentra Santa Cruz Acalpixca y San Gregorio Atlapulco donde se encuentran algunos de los petrograbados más importantes de la Ciudad de México, arqueología desconocida de Xochimico que nos habla de la antigua cultura de esta zona, de sus deidades y de cómo medían el tiempo mediante la observación astronómica.
Santa Cruz Acalpixca y la tradición oral
Acalpixca se encuentra a la orilla del lago de Xochimilco y cuyo nombre significa “vigilantes de canoas” o “lugar donde se guardan las canoas”. En su momento funcionó como aduana de los productos que entraban hacia Tenochtitlan.
Sin embargo, a través de la tradición oral que aún se conserva en el poblado, nos acercaremos a otros significados sobre el nombre del pueblo. También al de algunas figuras grabadas en las rocas del cerro Cuailama.
Para ello platicamos con Raúl Ibarra, originario de Santa Cruz Acalpixca, hablante de lengua náhuatl y portador de una tradición oral que su familia ha conservado por generaciones desde época prehispánica.
Para Ibarra el verdadero significado de Acalpixca es “el recinto antiguo donde se junta el agua”. Y en efecto, en este poblado existe una gran cantidad de manantiales, muchos de los cuales están marcados, a manera de mapa, en una de las piedras del cerro Cuailama, a través del cual nos llevó para mostrarnos las piedras talladas que dejaron sus antepasados.
Cuailama y los Tenonotzali
Cuailama fue fundado hacia el año 1265 d.C. por los xochimilcas, la primera de las tribus nahuatlacas que migraron desde la mítica Aztlán hacia la Cuenca de México. Después de ellos llegaron los chalcas, los tepanecas, los acolhuas, los tlahuicas, los tlaxcaltecas y finalmente los mexicas.
En la tradición xochimilca, cuenta Raúl, a los petrograbados de Cuailama se les conoce como “tenonotzalli” es decir, piedras que resguardan el conocimiento. Y es que estas rocas talladas hablan sobre ciclos calendáricos y eventos astronómicos que eran importantes para este lugar.
El ciclo de 52 años
Raúl comienza mostrando el tenonotzalli de “1 cipactli” o “1 cocodrilo”, que hace referencia “al primer día del calendario náhuatl”. Y aunque aparece aislado en la orilla de una roca, en realidad está relacionado con la siguiente figura llamada “xonecuille” también conocido como “pie torcido” o “báculo de Quetzalcóatl”.
Nuestro guía refiere que en realidad simboliza a la posición en que se ubican las Pléyades cada 52 años, mismas que están representadas por los puntos en la vírgula que sale del cráneo y cuya posición en el cielo está indicada en dirección a donde apunta la nariz de pedernal.
Todo ello simboliza cambios profundos y es cuando se encendía el fuego nuevo, en el día uno cipactli, en la cima de este lugar.
Sabiduría y espíritu
A unos pasos hay otras dos rocas, una tiene un jaguar y la otra una mariposa con una flor. A Raúl le enseñaron que el primero es un “yohualmiztli” o jaguar nocturno; “simboliza la sabiduría interna, pues el jaguar es un animal capaz de ver en la oscuridad, es una metáfora para aprender a ver en nuestro interior”. Por eso va caminando, hablando y volteando “es la sabiduría interna que nos guía” asegura.
En la roca contigua se pueden apreciar una mariposa y un huacalxóchitl o alcatraz “ellas representa el alma y la transformación del espíritu que se alimenta de la flor. Así, todo este conjunto nos está diciendo que nuestra sabiduría y nuestra alma se alimentan de las cosas bellas.
Además la mariposa simboliza la antigua constelación de Itzpapálotl o mariposa de obsidiana que se ve en las noches y que actualmente conocemos como Orión”.
Movimiento y energía
A esta altura nos queda claro que, en la antigüedad, Cuailama era un lugar para la observación astronómica y la medición del tiempo. Otra referencia clara la encontramos un poco más arriba, donde el símbolo del Nahui Ollin está labrado en un gran monolito.
Pero Raúl prefiere llamarlo Nahui Ollin Teotl, es decir, las cuatro fuerzas del movimiento, como le transmitió su padre. Según su tradición representa a la estrella más brillante del firmamento: Sirio, conocida antiguamente como Yohualtecuhtli, la cual tiene un resplandor más intenso en verano y “cuya energía desciende, por eso el símbolo se encuentra al revés, apuntando hacia la tierra”, asegura Ibarra.
La ciudad a los pies
Después de muchos escalones llegamos a la parte más alta del cerro Cuailama. Aquí aún se pueden ver vestigios de pequeñas estructuras y una explanada que las personas del pueblo usan como parque, o donde grupos de tradición llegan a realizar danzas y ceremonias.
Lo más destacado es la vista que se tiene del Valle de México, una panorámica que “permitía ver los cambios del clima y el recorrido de las nubes en época de lluvias, algo muy importante para la agricultura en las chinampas” comenta Raúl.
Rostros en el cementerio
Ya por último acudimos al panteón de Tecacalanco, a pocos minutos caminando desde Cuailama. Aquí existe un abrigo rocoso donde aún se pueden ver algunos petrograbados que desafortunadamente están muy erosionados. Aún así dejan ver rostros y piedras escalonadas cuyos significados ya se han perdido, incluso entre la tradición oral de nuestro guía.
Las deidades olvidadas de San Gregorio
A un par de kilómetros se encuentra el cerro Xilotepec, en el vecino pueblo de San Gregorio Atlapulco. Aquí se hallan dos monolitos tallados, de gran importancia para la historia de Xochimilco. Pero muy poco conocidos, debido al poco acceso que hay para llegar a ellos.
En este lado de Xochimilco la tradición oral se ha perdido en mayor medida. Pero Teresa Herrera, directora del Museo Arqueológico de Xochimilco comenta que se trata de representaciones de Cihuateteo y Xipe Totec. Aunque entre las personas “las conocen como la Malinche y Juan el tamborilero”.
Culto en los cerros
Al subir por el cerro, la primera gran roca en presentarse es la de Cihuateteo, representa a una mujer a punto de dar a luz, con las manos en el vientre y en cuclillas. Este bloque pétreo se encuentra colapsado, casi de cabeza y fuera de su lugar original. Probablemente fue parte del monolito que está unos metros arriba.
Basta ascender unos cuantos metros para conocer el otro tallado prehispánico con la figura de Xipe Totec o “nuestro señor el descarnado”, deidad que representa la regeneración o renovación. Incluso, aún es visible algunos rastros de estuco y pintura roja, color con el cual es probable que estuviera pintada buena parte del monolito.
Cuenta la historia que en los cerros de Xochimilco era muy venerada Cihuateteo. Sin embargo, se ha sugerido que los mexicas impusieron el culto a Xipe Totec y de ahí que la advocación femenina se encuentre derrumbada.
Santa María Nativitas
Para finalizar el recorrido por la arqueología desconocida de Xochimilco, pasamos a la iglesia de Santa María de Nativitas. En su atrio hay que observar otro elemento prehispánico; un cubo de piedra con la imagen tallada del nahui ollin y dos calaveras a los lados. Esta piedra tallada, al estar bajo la cruz atrial, nos remite directamente a la conquista de estos pueblos.
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