Las grandes haciendas de Aguascalientes
Como incansables viajeros, siempre hay por conocer bellos rincones repletos de tradición e historia. En esta ocasión partimos hacia el Altiplano mexicano para llegar a la antigua Villa de Nuestra Señora de la Asunción de Aguas Calientes, hoy capital del estado de Aguascalientes.
Tierra hidrocálida, conocida mundialmente por su famosa Feria de San Marcos y sus tradicionales viñedos. Pero visitar Aguascalientes es conocer gran cantidad de edificios históricos y haciendas, las cuales jugaron un importante papel en el desarrollo social y económico de la región desde mediados del siglo XVI hasta ya entrado el siglo XX. Como incansables viajeros, siempre hay por conocer bellos rincones repletos de tradición e historia. En esta ocasión partimos hacia el Altiplano mexicano para llegar a la antigua Villa de Nuestra Señora de la Asunción de Aguas Calientes, hoy capital del estado de Aguascalientes. Tierra hidrocálida, conocida mundialmente por su famosa Feria de San Marcos y sus tradicionales viñedos. Pero visitar Aguascalientes es conocer gran cantidad de edificios históricos y haciendas, las cuales jugaron un importante papel en el desarrollo social y económico de la región desde mediados del siglo XVI hasta ya entrado el siglo XX.
La historia de las grandes haciendas inicia con la llegada de una enorme cantidad de personas a una zona donde abundaban los “ojos de agua”, considerables extensiones de buenas tierras y sitios excelentes para la ganadería. El lugar era estratégico por encontrarse en territorio de la llamada “Ruta de la Plata”. Allí se establecieron fuertes y haciendas, de tal manera que los primeros hacendados suministraban alimentos a las zonas mineras cercanas. Ese fue el caso de la hacienda de Ciénega Grande. su origen se remonta a mediados del siglo XVI, y por su ubicación topográfica fue construida como un fuerte militarizado que garantizaba la integridad de los transeúntes, así como la defensa de “las platas del rey”.
Con el paso del tiempo se convirtió en una próspera hacienda agropecuaria llegando a contar con 20 mil hectáreas. durante el siglo XVII comenzó realmente el establecimiento de las haciendas, que al irse convirtiendo en empresas agropecuarias los hacendados realizaron impresionantes obras hidráulicas (presas, acueductos y bordos de agua que abastecían los cultivos), haciendo posible un desarrollo económico en sus tierras; una muestra de esto se puede observar en algunas de las haciendas, como la de San Blas de Pabellón y la de Jaltomate. En la primera, hacia 1870, se intentó una verdadera modernización, dotándola de molinos hidráulicos y de turbina, así como de máquinas para desgranar el maíz, de picar rastrojo y paja, trilladoras que afinaban, raspaban y molían el trigo. Se adaptaron, además, máquinas sembradoras y segadoras, y que por su valor y extensión fue una de las más importantes de la región. Se fundó a fines del siglo XVI, y a lo largo de los años siguientes sus diversos dueños se dieron a la tarea de incrementar sus enormes predios, de tal manera que a principios del siglo XIX Pabellón poseía 60 142 hectáreas.
Del mismo modo, la hacienda de Jaltomate fue objeto de mejoras materiales; se construyó una presa (con una cortina de aproximadamente 160 m de largo), ya que poseía tierras de riego y de temporal. Esta hacienda tuvo una extensión de 4 mil hectáreas. Otro ejemplo se encuentra en El Saucillo, que ya desde finales del siglo XVII sobresalía y formaba parte de un complejo, pues en ese entonces dependía de la hacienda de San Jacinto. El Saucillo posee un soberbio acueducto, con arcos de medio punto que atraviesa la campiña por 500 metros y fue construido en 1877 y, sin lugar a dudas, es el mejor conservado del estado. En las antiguas construcciones se observa la belleza de sus fachadas, extensos corredores y gruesos muros (donde se ven huecos de balas) o viejas ruedas de carretas recargadas en las maltratadas paredes de adobe. Al recorrerlas y adrentrarse en las edificaciones, es difícil sustraerse a la grata invitación de iniciar un viaje en el tiempo, pues en las haciendas se evoca con nostalgia la grandeza y esplendor pasados que las cubrió. Algunas se conservan en buen estado y de otras sólo quedan vestigios de su maravillosa y rica arquitectura. La hacienda de San Bartolo o Bartolomé por desgracia se encuentra en ruinas; su origen se remonta probablemente a finales del siglo XVI o principios del XVII. Los primeros dueños fueron posiblemente españoles, quienes venían de algún lugar de fuerte tradición medieval, pues la hacienda muestra un carácter de fortaleza.
San Bartolo fue una hacienda de estancia de ganado mayor y en las postrimerías del siglo XVIII se trasformó en hacienda agrícola. Durante el siglo XIX tuvo un auge económico y se convirtió en un emporio agrícola y ganadero con cerca de 8 mil hectáreas y albergaba casi a mil almas. Aún hoy se aprecia un reloj de sol, así como la tienda de raya. Lo que más llama la atención del lugar es la riqueza ornamental trabajada en la madera de la estantería que se conserva intacta. En el templo de San Bartolo sobresalen el púlpito (obra de arte de la ebanistería y único en su tipo en Aguascalientes), así como una pintura del siglo XVIII del Martirio de San Bartolomé. Una de las haciendas más antiguas del estado (se fundó antes de 1575, año en que se registró la fundación de Aguascalientes), es la de Peñuelas, originalmente llamada San Isidro Labrador, pero como en los alrededores de la hacienda habían muchas peñas pequeñas, con el paso de los años los lugareños comenzaron a llamarle hacienda de Peñuelas, y ese nombre se le quedó. Fue creada como estancia para ganado de leche y cárnico, y entre sus productos agrícolas destacaban maíz, frijol, trigo, cebada y chile seco. Llegó a tener una extensión de 7 mil hectáreas, viviendo en ella más de 500 personas.
La hacienda perteneció a acaudaladas e importantes familias locales, pero en el siglo XVIII la adquirió el conde de Rul, quien introdujo ganado español de lidia. Otra vieja hacienda que data del siglo XVII, y que fue de las primeras en México en contar con ganado de lidia, es la hacienda de San Isidro Labrador. Sin embargo, debe su nombre actual a una hierba espinosa que abundaba en la región llamada “garabatillo”, por lo que a esta hacienda se le conoce como Garabato. En su tiempo alcanzó una extensión de 10 mil hectáreas que estaban dedicadas a la agricultura y la ganadería. Lo que es verdaderamente impresionante es el templo dedicado a San Isidro Labrador que se levanta a un costado del casco de la hacienda. La construcción estuvo a cargo del maestro Refugio Reyes, quien demostró particular ingenio y grandeza, y se realizó a finales el siglo XIX, supliendo a la antigua capilla del siglo XVII. Dentro de las bellezas arquitectónicas se encuentra la hacienda del Soyatal, que tuvo su época de esplendor en el siglo XIX y principios del XX. La producción de granos fue su principal actividad económica. Lo más atractivo del lugar es el templo y la casa grande; el casco de la hacienda, de los albores del siglo XX, fue uno de los más hermosos. Aunque la mayoría de las haciendas se dedicaba a la agricultura y la ganadería, la hacienda de Cieneguilla contaba con abundantes recursos como maderas de mezquite y buenas tierras para crianza de caballos de raza española. Tiempo después, el conde de Regla intentó convertirla en hacienda de reses bravas e introdujo ganado español de exportación, y desde 1803 don Diego de Rul la mantuvo como hacienda ganadera. Los orígenes de la hacienda se remontan a 1615, cuando frailes jesuitas adquirieron las tierras donde abundaba el agua, el zacate y la flora estancada (razón por la que se le dio el nombre de Cieneguilla).
Hasta 1906 contaba con 30 mil hectáreas y alrededor de 700 habitantes. Otra de las haciendas con grandes extensiones de tierra fue la de Palo Alto (20 548 hectáreas), fue una de las múltiples haciendas del mayorazgo Rincón Gallardo (latifundio de 352 mil hectáreas, que ocupaba porciones de los actuales estados de Jalisco, Zacatecas y Aguascalientes). Antes de la desvinculación del mayorazgo, en 1861, en esta hacienda se concentraba el ganado. A partir del momento en que el titular de mayorazgo, don José María Rincón, repartió las haciendas, Palo Alto se entregó a uno de sus 12 hijos, Rodrigo Rincón Gallardo, quien le dio un giro a la actividad de la hacienda, convirtiéndola en finca agrícola. El casco tiene la peculiaridad de contar con dos plantas, lo que le da un aire señorial. Aguascalientes vio nacer una veintena de haciendas, algunas de las cuales llegaron a poseer grandes extensiones de tierra. A pesar de la reforma agraria, la mayoría de los terrenos de las haciendas fueron afectados; sin embargo, sus actuales propietarios aún conservan algunas tierras de labor y corrales para ganado bravo. Como en todo emporio agrícola y ganadero, destacaban enormes construcciones como las trojes, los potreros y las casas grandes, las cuales se amueblaban y decoraban con maravillosas piezas y obras de arte traídas de Europa; asimismo, no podían faltar los templos de gran riqueza arquitectónica barroca y neoclásica. Hoy sólo queda una gran cantidad de mudos testigos de una importante época, que en la actualidad son dignas de conocerse.
SI USTED VA
A Cañada Honda . A 22 km saliendo de Aguascalientes por la carretera núm. 25 rumbo a Asientos. Ciénega Grande . A 51 km de la ciudad de Aguascalientes por la carretera núm. 25, justo antes de llegar al entronque del pueblo de Asientos. Cieneguilla . A 37 km de la ciudad de Aguascalientes, por la carretera núm. 9 rumbo a Villa Hidalgo, Jalisco. El Saucillo . De la ciudad de Aguascalientes por la carretera panamericana rumbo a Zacatecas y a escasos 5 km de Rincón de Romos. Jaltomate . A 29 km de la ciudad de Aguascalientes por la carretera núm. 25 y a sólo siete de la hacienda Cañada Honda. La Labor . Situada a 16 km al norte de la ciudad de Calvillo, 50 km al poniente de Aguascalientes por la carretera núm. 70. Peñuelas . Al sur de la ciudad de Aguascalientes por la autopista núm. 45 y muy cerca del aeropuerto. San Blas de Pabellón . A 30 km de la ciudad de Aguascalientes por la carretera panamericana núm. 45, ubicadaen el pueblo de Pabellón Hidalgo.
EX HACIENDA LA GUAYANA
Texto : Alejandro Zenteno Chávez
Notable ejemplo de lo que fuera la decoración de una hacienda es el de La Guayana, propiedad del licenciado César Muñoz. En su esplendor se desempeñó como hacienda ganadera y de agricultura y se caracterizó, además, por tener algunos de los caballos de raza más finos de la región. Aunque su fachada es austera, el interior es, prácticamente, un museo. Los corredores que comunican los jardines y los patios ostentan arquerías de medio punto y algunos arcos volados. Los muebles de las habitaciones son de maderas finas y las mesas y tocadores se combinan con losas de mármol. Las paredes y los techos interiores tienen decorados estilo francés, mientras que algunas paredes que dan a los jardines se cubren con mosaicos policromos. Los vidrios de las habitaciones son opacos y en otros rincones el vitral permite el paso de la luz. Alfombras y cortinas de elegantes diseños complementan los diferentes espacios mostrando la hacienda como en sus mejores tiempos.
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