Las hazañas de los vidrieros en México
No obstante la escasa documentación que se conoce sobre la producción de vidrio en México y el reducido número de objetos y colecciones que se conservan del periodo virreinal y del siglo XIX.
Resultan verdaderamente interesantes las noticias que tenemos sobre el uso y la elaboración del vidrio en nuestro país. Las imágenes que podemos ver a través de los textos, gracias en buena medida a la investigación realizada por Miguel Ángel Fernández y dada a conocer en la magnífica obra El vidrio en México, constituyen testimonios elocuentes de las enormes dificultades que hubieron de sortear quienes en Puebla y en la Ciudad de México intentaron producir objetos de vidrio, conscientes de que tarde o temprano tendrían que enfrentar la competencia que representaban en aquellosaños los vidrios provenientes de Bohemia y Venecia, e incluso los de La Granja, de la península ibérica.
A lo anterior hay que agregar el esfuerzo que significó para aquellos emprendedores industriales en ciernes, conseguir y procesar las materias primas necesarias para obtener la masa de vidrio o los ladrillos refractarios para construir los hornos, y diseñar los instrumentos indispensables en el arte del vidrio soplado, tales como las cañas y los moldes. A partir de algunos testimonios documentales podemos inferir el avance logrado por la industria del vidrio en el México novohispano, ya que por esa época fue posible producir ciertas piezas que en opinión de algunos guardaban semejanza con las que provenían de los talleres europeos.
Es de suponerse que dicha opinión estaba fundamentada en la comparación de objetos y en la impresión que causaba ver en tierras de América progresos importantes en artes y oficios considerados en aquel tiempo como habilidades propiamente peninsulares. Pero la producción del vidrio no sólo causó sorpresa entre quienes vieron girar magistralmente, en la caña del artífice, la masa incandescente del sílice fundido a más de 900°C, también provocó el rechazo de quienes consideraban los procesos industriales como enemigos de la tranquilidad y atentatorios contra la salud y el medio ambiente. Sabemos por documentos de aquella época que algunos vecinos de la ciudad de Pueblase quejaron ante la autoridad de la destrucción de los bosques cercanos, debido a la gran cantidad de madera que se requería para calentar los hornos. Al margen del tema que nos ocupa, esta queja podría ser considerada una de las primeras manifestaciones de defensa del medio ambiente habidas en territorio americano.
El que la historia del vidrio esté hoy ciertamente desdibujada se debe, entre otras razones, al paso del tiempo y a la fragilidad de los objetos elaborados con ese material. Una evidencia de ello es que no existe rastro, en los albores del régimen colonial, de los recipientes fabricados para cubrir las necesidades del proceso de separación de metales conocidos con el nombre de cornamusas; aparentemente sólo tenemos fe de su existencia en documentos como el que presenta Miguel Ángel Fernández en su libro. Otro fenómeno que debiera tomarse en cuenta podría ser el limitado número de objetos de vidrio que se importaron y produjeron para uso doméstico, y su desaparición acelerada debido a los cambios que tuvieron lugar al automatizarse los procesos de producción a finales del siglo XIX y principios del XX, los cuales trajeron como consecuencia la creación de miles, si no es que millones, de objetos de idéntica forma. Pero antes de llegar hasta aquí los métodos de producción artesanal hicieron su aporte.
Las reiteradas formas de elaboración que van desde la preparación de las materias primas cuidadosamente mezcladas para obtener determinado tipo de vidrio, hasta la aplicación de los secretos del artesano para conseguir los subyugantes colores, fueron el punto de partida de lo que sería después una industria pujante en el mundo y particularmente en nuestro país. Las hazañas de los vidrieros en México después de la segunda mitad del siglo XIX llamaron la atención en las grandes exposiciones nacionales e incluso fueron reconocidos a nivel internacional. A los Quinard, Ávalos, Lara-Ávalos, Marco y Derflingher, entre otros, les corresponde el mérito de haber mantenido viva la herencia cultural y la idea de que era posible desafiar al futuro y continuar produciendo hasta nuestros días, que ya casi son de otro siglo, con técnicas muy similares a las utilizadas muchas centurias atrás. Las primeras máquinas de soplo automático revolucionaron la industria del vidrio, y a partir de ese momento surgió la distinción clara de lo que podría considerarse vidrio artesanal propiamente, aun cuando la automatización todavía era relativa y algunas partes del proceso seguían teniendo en las manos del hombre un aliado fundamental.
El crecimiento de otras industrias, como la de bebidas principalmente, se convirtió en el motor de la industria vidriera en nuestro país. La primera máquina para fabricar botellas introducida por Vidriera Monterrey en 1909, cuya producción era de 20 mil unidades al día, podría considerarse como el parteaguas de un nuevo y revolucionario proceso que aun cuando tuvo sus altibajos, debido a las dificultades por las que atravesó el mercado en las primeras décadas del siglo XX, encontró el éxito en el incremento de la demanda y en el avance tecnológico de los años que siguieron. El uso del vidrio para fines domésticos alcanzó niveles insospechados y en la industria se constituyó en un auxiliar estratégico de primer orden. Por otra parte, la presencia del vidrio plano cambió la imagen de las ciudades y modificó radicalmente los modelos arquitectónicos y el aspecto de los centros urbanos.
Esto último adquirió mayor relevancia en la medida en que la tecnología para producir este vidrio tuvo avances significativos con la introducción de la técnica del flotado a partir de la segunda mitad del siglo XX. En esta aproximación al tema de la producción del vidrio en México no podía faltar una referencia al plástico y a otros productos sintéticos que, sobre todo en los años posteriores a la segunda guerra mundial, se convirtieron en sus más feroces competidores, capaces incluso de desplazar al vidrio de sus nichos tradicionales. Sin embargo, el vidrio salió airoso de la batalla por lo menos en lo que se refiere a su uso en la vida cotidiana; no obstante, algunos hábitos se vieron modificados por la aparición novedosa de recipientes de plástico, sólo el paso del tiempo confirmó el triunfo del buen gusto, por una parte, y por otra la eficiencia de la industria del vidrio para ofrecer mayor calidad y la garantía de ser un producto amable con el medio ambiente.
En otras esferas, como las del vidrio soplado, cortado y pintado, y la fabricación de vitrales, se ha mantenido la valiosa tradición de los artesanos. Por sus aplicaciones en la ciencia el vidrio ha conservado su lugar debido a características especiales que lo hacen insustituible. En el México de hoy la industria del vidrio ocupa un lugar importante tanto por su calidad como por su volumen; técnicos y trabajadores de las empresas vidrieras mexicanas son reconocidos internacionalmente y los productos de vidrio mexicano se han abierto paso en el mercado mundial. Para concluir, podríamos afirmar que si el uso de la cerámica en la antigüedad fue una señal inequívoca del estadio alcanzado por una sociedad en determinado momento, la introducción y el desarrollo que han logrado las técnicas de producción en la industria del vidrio contemporáneas, son indicadoras de cambios importantes en diferentes esferas de la sociedad moderna.
Por ello resulta interesante ampliar nuestro horizonte acerca de la historia del vidrio en México y de las hazañas de artesanos, técnicos y empresarios que hicieron del vidrio una vocación con futuro.
Fuente: México en el Tiempo No. 37 julio / agosto 2000
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