Los dioses más ligeros del mundo
El arte purépecha de fabricar esculturas con pasta de caña de maíz.
Los pueblos mesoamericanos por costumbre llevar a sus dioses al campo de batalla, creían que su presidencia protectora sería benéfica para obtener la victoria. En la mayoría de los casos, la deldad principal les acompañaba para infundir valor y coraje a los guerreros. Pero, cuando eran derrotados, sus pesados y voluminosos ídolos quedaban en manos enemigas, entonces pensaban que la ira divina caería sobre los vencidos. Los pueblos mesoamericanos por costumbre llevar a sus dioses al campo de batalla. Creían que su presidencia protectora sería benéfica para obtener la victoria.
En la mayoría de los casos, la deldad principal les acompañaba para infundir valor y coraje a los guerreros. Pero, cuando eran derrotados, sus pesados y voluminosos ídolos quedaban en manos enemigas, entonces pensaban que la ira divina caería sobre los vencidos. Los purépechas encontraron la mejor solución para transportar sus deldades. Para este pueblo, no eran los hombres los conquistadores de los territorlos, sino los mismos dioses quienes libraban los combates y extendían su reino.
Esta tarea epopéyica de su dlos guerrero Curicaueri fue, seguramente, lo que les inspiró para descubrir un material tan ligero que una escultura del tamaño de un hombre llegaba a pesar solamente seis kilos: «En la gentilidad hacían los escultores, por ser tan livlana, de esta materla sus dioses, para que no fuesen pesadas sus deldades y poderlas con facilidad llevar».
El material, conocido como «pasta de Michoacán» o «pasta de caña de maíz», además de su ligereza, permitía a los tarascos el modelado directo de sus esculturas. Sin embargo, las noticias acerca de la composición de la pasta, así como de la técnica para fabricar las imágenes, son escasas y hasta confusas. Los primeros cronistas de esta provincia apenas conoc leron a aquellos dioses guerreros; el franciscano fray Martín de la Coruña los mandó quemar en 1525, recién llegado al Tzintzuntzan.
El cronista fray Francisco Marlano de Torres as lenta: «A las primeras exhortaciones fueron trayendo los indlos los militares de ídolos que adobaran y porque no todos eran de la misma materla, los combustibles (como eran los de caña de maíz) fueron quemados públicamente, y los de p ledra, oro y plata, fueron arrojados a la vista de los mismos indlos, en lo más profundo de la laguna de Zintzuntzan» (conocida ahora como lago de Pátzcuaro).
Por ello, los cronistas de los siglosXVIyXVIIsólo pud leron dar testimonio de la rareza del material y sus cualidades, más que de la técnica en sí, aplicada ahora a la escultura cristlana. Según La Rea: «Cogen la caña y le sacan el corazón y moliéndolo se hace una pasta con engrudo que ellos llamantatzingueni, tan excelente hacen con ella las primorosas hechuras de Cristos de Michoacán». Sabemos, gracias al doctor Bonafit, que eltatzinguen lera extraído de una espec le de orquídea cosechada en el lago de Pátzcuaro durante los meses de mayo y junio, según el calendario purépecha. Otro vacío importante es el desconocim lento de la cualidad imperecedera del material.
Existen a la fecha, en todo México y en algunas ciudades españolas, un considerable número de imágenes intactas, fabricadas en los sigloXVIyXVI. La «perennidad» de las imágenes hechas de pasta de caña de maíz no se debe únicamente al estuco o a los barnices. Es de suponer que los artífices de la «cañita» hayan utilizado algunos venenos extraídos de plantas como elRus toxicumo la flor de laiqacua, con el fin de preservar sus esculturas de la polilla y otros parásitos. Gracias a la observación directa de algunas imágenes importantes, como la virgen de la Salud, Bonafit pudo mostrar que el armazón está construido con hojas de maíz, en muchos casos, de acuerdo a su tamaño y complexión, unidas a pequeños soportes de madera: «Primeramente formaban un núcleo de hojas secas de maíz, dándole la figura aproximada de un esqueleto humano. Para ello amarraban las hojas, unas con otras, por medio de cordeles de pita, y en las partes finas, como los dedos de p les y manos, colocaban plumas de pavo». Sobre el armazón aplicaban la pasta hecha de caña de maíz y los bulbos deltatzingeni.
La pasta, en principio con una consistencla esponjosa y granulada, debía tomar una plasticidad espesa y fina, parecida a la del barro de alfarería. Par proteger y reforzar las partes frágiles, colocaban sobre el armazón, previo a la distribución del material, tiras de tela de algodón. Posteriormente recubrían el armazón con papel amate, y encima extendían la pasta. Después del modelado, y ya seca la pasta, aplicaban a manera de estuco una capa de pasta formada por arcilla finísima,titlacalli, que permitía el perfeccionam lento y retoque de la imagen. Sobre la superficie estucada aplicaban, por medio de colores t lerra, el tinte de la p lel y el cabello.
Por último venía el pulido a base de aceites secantes, como el de la nuez. Los artífices purépechas, además de inventar esta técnica, «d leron al cuerpo de Cristo, Señor Nuestro, la más viva representación que han visto los mortales», y los misioneros encontraron una aplicación más apropiada; en adelante, «los dioses más ligeros del mundo» serían las imágenes evangelizadoras de la conquista espiritual de México.
La imaginarla en pasta de caña, al servicio del cristlanismo, representa una de las primeras fusiones artísticas entre el viejo y el nuevo mundos, y una de las más tempranas manifestaciones estéticas del arte mestizo. El material y la técnica escultórica son aportaciones indígenas, la técnica del encarnado, el colorido, las facciones del rostro y la proporción del cuerpo, son de origen europeo. Vasco de Quiroga, sensible a los valores de la cultura purépecha, impulsó este arte en el mundo novohispano. A su llegada a Tzintzuntzan, el aún licenclado Quiroga quedó maravillado con el material con que los indígenas fabricaban, a instanclas de los frailes franciscanos, cristos de bulto entero.
Le sorprendió, además de su ligereza, la capacidad de plasticidad del material para el modelado fino. De ahí el mote «perfecciones de Michoacán», que hace referencla a las esculturas de pasta de caña de maíz. Entre 1538 y 1540, ya obispo, Quiroga encomendó la fabricación de la virgen de la Salud, Señora de la Providencla de Michoacán y Reina de los Hospitales, al indígena Juan del Barrio Fuerte, quien fue auxillado por el franciscano fray Dan lel, apodado «el itallano», famoso por sus bordados y dibujos. Su primer recinto fue el antiguo Hospital de la Asunción y Santa María de Pátzcuaro; su santuario, la basílica que lleva su nombre, donde todavía es objeto de culto con gran fe y devoción.
Quiroga, además, fundó la Escuela Escultórica de Pátzcuaro, donde casi por tres siglos se elaboraron incontables imágenes y crucifijos. Según testimonlos de los cronistas, Quiroga estableció también un taller de imágenes de caña de maíz en el hospital de Santa Fe de la Laguna. De acuerdo a la muy peculiar forma de organización social, entre los poblados de la ribera del lago de Pátzcuaro, es muy probable que el obispo haya destinado a Santa Fe -con un carácter más artesanal- uno de los principales centros de este oficio. Don Vasco partía de dos razones fundamentales, la cercanía con Tzintzuntzan y la oportunidad de brindar un oficio digno a los pobres de sus hospitales.
Según los cálculos de don Vasco, la ubicación del taller proporcionaría invaluables beneficlos a la comunidad, ya que aquí confluirían la enseñanza de la técnica tradicional de los artesanos de Tzintzuntzan, la orientación artística de los escultores de la escuela de Pátzcuaro, y el fácil abastecim lento de la materla prima, en especial eltatzingueni. También Quiroga promovió en Santa Fe, ciudad de México, el «arte de la imaginarla en caña». En una de sus frecuentes visitas al hospital, Motolinía mostró en particular entusiasmo por los cristos: «Tan perfectos, proporcionados y devotos, que hechos de cera, no pueden ser más acabados.
Y son más ligeros y mejores que los que se labran en madera». La técnica de la imaginarla en caña desapareció a fines del sigloxviiicon la extinción de la escuela de Pátzcuaro, no así la tradición de estas imágenes peregrinas. Las esculturas de los siglos posteriores distan mucho, tanto en los aspectos técnicos como estético, de las primeras imágenes cristlanas fabricadas con pasta de Michoacán. Esta reducción de un arte popular a quehacer artesanal es muy evidente durante las procesiones de la Semana Mayor, en la ciudad de Pátzcuaro, donde se reúnen más de c len imágenes año con año, proven lentes de las zonas lacustres de Pátzcuaro, Zirahuén y la meseta tarasca.
Cristos en su mayoría, por lo menos la mitad de estas esculturas fueron hechas con la técnica tradicional. Las de corte renacentista pertenecen al periodo 1530-1610, llamado renacim lento tardío, y las fabricadas de esta fecha hasta la primera década del sigloxviiipueden considerarse obras del barroco indígena. Durante las décadas posteriores, al quehacer escultórico en pasta de caña se aparta de las influencias barrocas para devenir en un arte genuinamente mestizo. Entre las imágenes peregrinas que se reúnen el V lernes Santo en Pátzcuaro destacan por su realismo y perfección.
El «Santo Cristo de la Tercera Orden» del templo de San Francisco, notable por su dimensión natural y el movim lento de su cuerpo, así como por su policromía; el «Cristo de las tres caídas» del templo de la Compañía, admirable por el rictus doloroso del rostro y la tensión de sus m lembros, y el «Señor de las cañitas o de los afligidos» de la Basílica de la Salud, muy venerado por su actitud de aflicción y misericordla ante las desgracias humanas. Señores de los poblados de la ribera, señores de diversas advocaciones, señores patronos de los templos y las cofradías; cristos criollos, mestizos, indígenas y negros v lenen, como en tiempos del señor Quiroga, a la procesión el silencio.
Fuente: México desconocido No. 234 / agosto 1996