Los juzgados de Tenochtitlan
En México-Tenochtitlan, como en las ciudades vecinas, la paz y la armonía entre los habitantes se logró gracias al correcto funcionamiento del aparato de justicia, el cual prohibía estrictamente, entre otras cosas, el robo, el adulterio y la embriaguez en público.
Todas las diferencias de carácter comunal o personal que surgían eran resueltas por los jueces supremos en los distintos tribunales que atendían a la gente según su posición social. De acuerdo con los textos del padre Sahagún, había en el palacio de Moctezuma una sala llamada Tlacxitlan, en donde residían varios jueces principales, quienes resolvían las peticiones, los crímenes, los pleitos y ciertos disgustos que surgían entre los miembros de la nobleza tenochca. En esta “sala de judicatura”, de ser necesario, los jueces sentenciaban a los nobles criminosos a sufrir castigos ejemplares, que iban desde su expulsión del palacio o su destierro de la ciudad, hasta la pena de muerte, siendo su castigo morir ahorcados, apedreados o golpeados a palos. Una de las más deshonrosas sanciones que podía recibir un noble era ser trasquilado, con lo cual perdía las insignias del peinado que lo distinguían como un destacado guerrero, reduciendo con ello su apariencia física a la de un simple macehual.
Había también en el palacio de Moctezuma otro salón llamado Tecalli o Teccalco, donde se encontraban los ancianos que escuchaban los pleitos y las peticiones de los macehualtin o gente del pueblo: primero revisaban los documentos pictográficos en que se registraba el asunto en discordia; una vez revisados se procedía a llamar a los testigos para que dieran su particular opinión de los hechos. Finalmente, los jueces emitían la libertad de culpas o procedían a la aplicación del correctivo. Los casos verdaderamente difíciles eran llevados ante el tlatoani para que él, junto con tres principales o tecuhtlatoque —gente sabia egresada del Calmécac—, emitiesen un juicio razonable. Todos los casos tenían que solucionarse de manera imparcial y eficiente, y en ello los jueces tenían especial cuidado, pues el tlatoani no toleraba que un juicio se dilatara injustificadamente, pudiendo ser castigados si se sospechaba alguna falta en la honestidad de su trabajo, o bien alguna complicidad suya con las partes en conflicto. Existía un tercer salón llamado Tecpilcalli, en el cual frecuentemente se celebraban reuniones de guerreros; si en estas reuniones se llegaba a saber que alguien había incurrido en algún acto criminal, como el adulterio, el inculpado, aunque fuese un principal, era sentenciado a morir a pedradas.
Fuente: Pasajes de la Historia No. 1 El reino de Moctezuma / agosto 2000
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