Los matachines: soldados de la Virgen (Chihuahua)
Cuando la época de lluvia se hace presente en la sierra suroccidental de Chihuahua los tarahumaras se dispersan en sus aislados ranchos. El regreso a casa conlleva realizar las labores más pesadas del ciclo agrícola, pero ellos saben que la recompensa a estos esfuerzos bien vale la pena.
Cuando los cultivos maduran y está a punto de levantarse la cosecha, la gente vuelve a reunirse en las cabeceras de sus comunidades para llevar a cabo fiestas y ceremonias colectivas: ha llegado la hora de celebrar el bienestar económico que representa la obtención de los frutos de la tierra y se da inicio a un ciclo festivo que abarca desde finales del otoño hasta febrero o marzo, época en que se comienzan las labores agrícolas de una nueva temporada.
Las fiestas principales de este ciclo se dedican básicamente a celebrar a los santos patronos, a conmemorar las fechas más relevantes de la Pascua de Navidad y a honrar a la Virgen María, una de las divinidades católicas más veneradas en la región (bajo las advocaciones de Guadalupe o la Virgen de Loreto). Durante este período, una sociedad ceremonial destaca por su activa participación en las fiestas: se trata de los matachines, los danzantes que dedican sus actuaciones a la Virgen.
Aunque las fechas de apertura y de cierre de las actuaciones de los matachines varían considerablemente, según la comunidad de que se trate, el ciclo ritual durante el que éstas son más intensas alcanza su etapa culminante en el período que corre entre el 12 de diciembre (fiesta de la Virgen de Guadalupe) y el 6 de enero (fiesta de los Santos Reyes).
ORGANIZACIÓN
Los organizadores de los grupos de matachines se llaman chapeyokos o chapeyones. Son ellos quienes convocan a los participantes y los dirigen. Tienen poder para amonestar a los miembros del grupo que no sigan sus indicaciones y como símbolo de ese poder portan un látigo.
El cargo de Chapeyoko está rodeado de un aura de autoridad y prestigio; quienes conforman este grupo son especialistas en el ritual, y tienen la gran responsabilidad de conducir la buena ejecución de las actuaciones de los danzantes. Los chapeyokos no usan el traje de matachín, pero portan una máscara que, generalmente, es de madera tallada, con barba y bigotes hechos de crin de caballo o de pelo de cabra. Cuando la danza se ejecuta, los chapeyokos emiten unos gritos con los que indican a los danzantes ciertos cambios en los pasos coreográficos.
Otros dirigentes de la danza son conocidos bajo el nombre de monarcos; bailan con los matachines conduciendo las evoluciones, fungen como maestros de los reclutas nuevos e inexpertos, y gozan también de un gran prestigio en la comunidad.
El número de miembros de un grupo de matachines varía mucho; en buena medida depende del poder de convocatoria de los organizadores, del grado de tradicionalismo que conserve la comunidad en cuestión, y de las posibilidades económicas de la gente. Esto último se debe a que cada matachín debe comprar su vestimenta y demás objetos concernientes a la parafernalia ritual.
Es común que quien se compromete a actuar como matachín lo haga durante un lapso de tres años consecutivos, pero este tiempo de permanencia también es variable. En algunas comunidades donde la influencia mestiza es dominante, como Cerocahui y Morelos, las mujeres pueden formar parte de los grupos de matachines; sin embargo, lo más común es que éstos sólo incluyan hombres.
INDUMENTARIA
La vestimenta consiste en ropa de origen mestizo: camisa, pantalones, botas y calcetas (estas últimas sobrepasan a las botas y se ajustan por encima de los pantalones). En la cadera, tapando la pelvis y los glúteos, se ata un paliacate de colores, cuya punta cuelga entre las piernas semejando un taparrabo. Para rematar el atuendo, se colocan también un par de capas rojas o floreadas de tela de algodón, que van desde los hombros hasta las rodillas.
Quizás lo más característico de la indumentaria de los matachines es la corona que llevan en la cabeza y las sonajas y palmillas que portan en sus manos. La corona se confecciona con espejos, o con ramos de flores que pueden ser de tela, papel de china o plástico; de ella cuelga una miríada de listones multicolores. También, con paliacates, se cubren la parte posterior de la cabeza y parte de la cara, dejando al descubierto sólo los ojos y la nariz.
Los matachines portan en la mano derecha una sonaja que agitan constantemente, mientras que en la izquierda llevan una palmilla (especie de abanico que también puede adquirir la forma de un tridente), a la que se le cuelgan listones de colores y flores de tela o plástico. A este objeto se le llama sikawa, que en la lengua tarahumara significa “flor”, término que denota el poder del bien. Los mitos explican que los matachines fueron creados para ser los soldados de la Virgen, y extender buenas influencias a través de sus danzas y del poder benigno, conferido esto último por el simbolismo de la flor.
MÚSICA
Los instrumentos para ejecutar la música que acompaña a esta danza son el violín, al que los tarahumaras llaman ravel, y una guitarra o guitarrón con siete cuerdas ordenadas en una escala de tres graves arriba y cuatro agudas abajo. Tal vez este orden tenga que ver con el significado ritual que se le asigna a esos números, pues para los indígenas el tres es el número de lo masculino y el cuatro el de lo femenino.
El número de músicos ejecutantes tampoco es fijo, mas es necesario que por lo menos haya un dúo de guitarra y violín. Este último es el instrumento más creativo en las piezas musicales al tener la responsabilidad de llevar las partes melódicas, en tanto que la guitarra lleva el ritmo. Además, el sonido de las sonajas portadas por los danzantes constituye otra base rítmica que les ayuda a marcar mejor los pasos.
COREOGRAFÍA
Las danzas se ejecutan con paso de base terciaria o binaria. La posición del cuerpo es erecta, mientras que el paso se marca con las plantas de los pies. Las figuras coreográficas más comunes han sido denominadas “cruzamientos” (intercambio de posiciones entre las dos hileras en que se divide el conjunto de danzantes): “serpentinas” (los monarcos cruzan entre las dos filas, rodeando a cada uno de los danzantes) y “ondeos” (desplazamientos de los integrantes de una fila, quienes rodean a los de la otra mientras éstos permanecen en su lugar y viceversa). Además, otro movimiento consiste en los giros que hace cada uno de los danzantes sobre sí mismo.
La actuación comienza cuando los integrantes del grupo se forman en el atrio de la iglesia, dando la cara a la cruz grande. Al son de la música los monarcos agitan sus sonajas y los matachines empiezan sus evoluciones. Las filas se desplazan alrededor de la cruz para saludarla, y ante ella marcan los cuatro puntos cardinales volteando hacia cada uno. Luego entran a la iglesia para saludar también a las imágenes sagradas como un acto de respeto y fervor religioso.
Las danzas continúan durante toda la noche, cada nueve piezas se hace un descanso. Por la mañana se reparte tónari (caldo de res sin sal), y después del vigorizante desayuno los matachines comienzan de nuevo sus evoluciones.
En estas festividades casi siempre se efectúan procesiones en las que participan las autoridades de la comunidad, las tenanches (tres niñas o muchachas que portan las imágenes sacras) y el público en general.
Cada procesión es abierta por tres piezas de matachines, quienes la encabezan junto con sus músicos. Si hay un sacerdote disponible en la localidad se hace misa; pero lo que si no puede faltar es la pronunciación de los nawésari, es decir, los sermones que efectúan las autoridades para exhortar a todos a comportarse bien, a trabajar durante todo el año y a recordar la importancia de la ceremonia que se está celebrando.
Para finalizar su actuación, los matachines se deciden ejecutando una pieza en la que los danzantes, formados en dos hileras enfrentadas, intercambian toques de sus respectivas palmillas y pies formando un entrelazado con el danzante que tienen enfrente. Este acto se hace en el atrio y se repite en el interior del templo.
OTROS MATACHINES DEL NOROESTE
Los yaquis y los mayos de Sonora también tienen grupos de matachines, igualmente dedicados al culto de la Virgen. A mediados de julio una de las ceremonias más importantes y hermosas de los yaquis conjunta a cientos de matachines y a las autoridades religiosas de los Ocho Pueblos. La convocatoria tiene como finalidad ofrecer sus actuaciones a la Virgen del Camino, cuyo santuario se encuentra en la población conocida como Loma de Bácum.
Por su parte los tepehuanos del norte, vecinos de los tarahumaras, aunque pertenecen a una rama diferente de la familia lingüística yutoacteca, comparten con éstos la danza de los matachines, entre otros muchos rasgos culturales. Es curioso, sin embargo, que entre otros grupos indígenas del área cultural del noroeste de México, la tradición de los matachines se ha perdido o tal vez nunca ha existido.
En el suroeste de losEstados Unidos, un área con muchas similitudes culturales indígenas con el noroeste de México, las etnias agrupadas bajo el término de pueblos keresan, taos, tewas y tiwas, conservan no sólo el uso de la danza, sino también algunas leyendas sobre su origen. Dicen que la introdujo, desde el sur, Moctezuma, un dios indio que usaba vestimenta europea y quien predijo la llegada de los blancos, advirtiendo a los indígenas que cooperaran con ellos, pero que no olvidaran sus propias ceremonias y costumbres.
ORÍGENES DE LOS MATACHINES
El origen europeo de las danzas matachines y de otros bailes asociados a éstas –conocidos como “Danzas de Conquista” o de “Moros y Cristianos”–, es bastante evidente. En las cortes del Viejo Mundo se presentaban las actuaciones de los mattachins en Francia, los matacinio en Italia y los moriskentänzer en Alemania. Aunque la palabra árabe mudawajjihen, que significa “los que se ponen cara a cara” o “los que se ponen cara” –tal vez en referencia al uso de máscaras– podría sugerir un origen arábigo de la danza.
Las descripciones de aquella época presentan a los matachines como bufones que actuaban en los entremeses cortesanos. Se trataba generalmente de hombres que bailaban en círculo dando saltos y simulando combates con espadas fingidas; llevaban cascos y cascabeles y seguían el ritmo marcado por una flauta.
Los dramas coreográficos y rituales que conforman las “Danzas de Conquista”, fueron introducidos en México por los misioneros católicos, quienes los usaron como un recurso para reforzar sus tareas evangelizadoras, al darse cuenta del gran apego que los indígenas tenían hacia la danza, el canto y la música. Es posible que, originalmente los misioneros pretendiesen dramatizar el triunfo de los cristianos sobre el emperador azteca Moctezuma gracias a los oficios de la Malinche, considerada la primera conversa al cristianismo en el antiguo México.
Desde luego, los indígenas empezaron a añadir elementos autóctonos tanto a la danza como al acompañamiento musical. La aceptación de éstas fue tal, que las autoridades virreinales prohibieron su ejecución en el interior de los templos o en el atrio de las iglesias, por temor a que se suscitaran revueltas y porque consideraban paganas algunas de esas manifestaciones; sin embargo, este tipo de medidas represivas sólo consiguió que las danzas se ejecutaran a una distancia más prudente del poder español, por ejemplo, en las casas de los indios principales. Este hecho favoreció aún más el sincretismo con la adición de nuevos elementos pertenecientes a la cultura de los nativos. En el caso de los matachines, el significado original enseñado por los misioneros franciscanos y jesuitas terminó por desaparecer entre los indígenas del noroeste. Los elementos de la parafernalia y la vestimenta también sufrieron transformaciones para adaptarse a los gustos y motivos más celebrados por los indígenas. Al mismo tiempo, se abandonó la utilización de parlamentos y se reasignaron las funciones de ciertos personajes (como los monarcos, la Malinche y los bufones). La danza de matachines se convirtió así en una manifestación cultural propia de los pueblos indígenas del noroeste mexicano.
LA DANZA EN OTRAS REGIONES DE MÉXICO
Existen varias versiones de la danza de matachines en el territorio nacional, en las que también los que danzan lo hacen en agradecimiento a los favores recibidos o como pago de una manda o promesa hecha a los santos. Algunos ejemplos permiten constatar que esta danza es un elemento cultural que sobrepasó las fronteras étnicas, pues se lleva a cabo en varias comunidades mestizas del norte de México.
Entre las danzas que pueden ser consideradas variantes de los matachines está, por ejemplo, la que en Coahuila recibe el nombre de “Ojo de Agua”, por ser éste el nombre del barrio de la ciudad de Saltillo en el cual se ejecuta como homenaje al Santo Cristo Crucificado. En Aguascalientes, Nayarit, Durango y el sur de Sinaloa, los danzantes no llevan las sonajas ni las palmas, sino que portan un pequeño arco y su flecha, y esto último le da el nombre de “Danza de Arco”. Los tepehuanos del sur tienen esta danza como una de sus traiciones sagradas. En Zacatecas, específicamente en el municipio de Guadalupe, es una danza de petición de lluvia y fertilidad, el nombre de matlachín que recibe la danza en esta región se traduce como “hombre disfrazado”. En Guerrero, la danza es vinculada al ciclo de “Moros y Cristianos”, en la variante de “Santiagos”; se representa la toma de Jerusalén por los moros y la consiguiente expulsión y muerte de los mismos por el triunfante apóstol Santiago. Finalmente, en Tlaxcala, la danza es muy distinta, pero tiene semejanzas con algunas variantes de matachines: allí grupos de danzantes llamados “camadas”, bailan sin responder a una coreografía preprogramada al ritmo de los mariachis, se disfrazan con grandes muñecos hechos de cartón y papel de china con motivos de animales, y hacen bromas y bufonadas a los asistentes, cosa que los acerca al género de las comparsas de carnaval.
Fuente: México desconocido No. 263 / enero 1999
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