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Los orígenes de la capital zapoteca

Oaxaca
Los orígenes de la capital zapoteca fifu

Grandes aldeas, como Tomaltepec, El Tule, Etla y Xaguía enviarian sus representantes a la reunión, a efectuarse en la aldea del Mogote, donde ya habían construido un gran cuarto de piedra y adobe, especial para este tipo de asambleas.

En Mogote el jefe se hallaba muy impaciente; había tenido que barrer el cuarto, pulir los pisos con lodo y las paredes con cal fresca; había mandado hacer suficientes tortillas, frijoles y chocolate, porque de alguna manera la reunión era como una fiesta; los comisionados de las otras aldeas vendrian para celebrar un importante evento que cambiaría sus destinos.

El encuentro de los principales se había anunciado con caracoles, tambores y chirimía; a hora era el tiempo de recibirlos, a ellos y a sus comitivas.

Al fin fueron llegando, todos cargando ofrendas y pidiendo permiso a sus dioses para pisar la tierra ajena. Uno por uno iban entregando su sencilla ofrenda al señor de Mogote: cazuelas de mole, tortillas, cacao, mantas y copal, para iniciar la junta con un buen recibimiento.

Ya instalados en la gran casa, los viejos hablaron:

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«Ya es tiempo de reunir nuestras aldeas en una sola, no debemos seguir separados pues somos fácilmente vencidos por los enemigos cercanos; debemos buscar un lugar central para desde allí unir nuestra fuerza y poder, Está próximo el fin de este milenio y los libros dicen que hay que cambiar para iniciar una nueva época, llena de poder y de fuerza, y no hay un indicio claro de dónde hay que unir los barrios nuevos».

Otro dijo: «Ustedes, jefes, que ahora son jóvenes, tal vez sientan que no hay por qué apresurarse, pero es nuestro destino; si hay unión hay poder, hay fuerza. Pero no es un poder imaginario, hay que trabajar mucho, y para lograrlo hagamos todos el esfuerzo por alcanzar esa unión. Los dioses han hablado, ellos no mienten y ustedes lo saben; en nuestras aldeas sabemos todo, cómo construir, cazar, sembrar; también somos buenos comerciantes y hablamos la misma Iengua. ¿por qué hemos de permanecer separados? Los dioses lo han dicho, hay que unir Ias aldeas si queremos ser grandes «.

Un jefe preguntó: “¿Cómo, sabios ancianos, debemos hacer esa unión ? ¿Cómo nuestros pueblos nos van a respetar? ¿Quién va a querer ser menos en una aldea común?».

El más anciano contestó: «He visto en mi vida muchos pueblos como los nuestros y muchas familias como las nuestras; todos son buenos, grandiosos y nobles, pero no tienen un corazón. eso es lo que debemos hacer, el gran corazón de nuestros pueblos, el corazón de nuestras vidas, de nuestros hijos y de nuestros dioses. Nuestros dioses y diosas merecen su lugar, allá, cerca del cielo, junto con los pueblos y la gente, no impona cuanto cueste hacerlo, para eso tenemos nuestras manos, nuestra fuerza y conocimiento. ¡Vamos a hacer el corazón más grande de nuestros pueblos! El respeto va a venir de ese gran logro».

Con la aprobación de los asistentes se había acordado ya la gran alianza entre todas las aldeas deI Valle de Oaxaca para lograr un objetivo común: hacer la capital del mundo zapoteco.

Luego se dieron a la tarea de buscar el mejor lugar y lo encontraron en la cordillera que se forma al poniente del Valle, allí por donde era probable que quisieran atacar gentes de otros pueblos, en el Cerro del Tigre.

En las aldeas todos eran iguales, trabajaban, sembraban y vivían juntos, excepto el jefe, él se encargaba de visitar y agradecer a los dioses, así que Ios mismos principales organizaron a sus mejores arquitectos para planear la ciudad que seria el corazón del mundo zapoteco.

Este evento sucedió hace 2 500 años. Todas Ias aldeas del Valle, grandes y pequeñas, se dedicaron a la empresa de construir su capital. Ésta resuItó ser una gran ciudad, con enormes espacios para construir en el futuro, pues los zapotecos sabían que su puebIo duraría muchos siglos, era una raza llamada a trascender a Ia posteridad.

EI resultado de esta alianza de aldeas importantes fue Oani Báa (Monte Albán), la gran ciudad zapoteca, a la que todas las comunidades reconocieron como el corazón del mundo, compartido con sus hermanos de raza en el Valle de Oaxaca.

En cuanto fueron nombrados, los nuevos gobernantes de la ciudad decidieron llevar a cabo campañas guerreras para asegurar que otros pueblos colaboraran con el gran proyecto de construcción y proveyeran la mano de obra, los materiales, los alimentos y, sobre todo, el agua como el elemento más apreciado. Para conseguiria había que traerla cargando en cántaros y ollas desde el rio Atoyac; por eso durante la construcción se observaban largas filas de gente subiendo el agua por las montañas que llevan a Monte Albán.

Junto con la edificación de la ciudad se había iniciado una nueva manera de gobernar, los jefes de las aldeas se subordinaban a los nuevos gobernantes, que eran los más sabios porque eran sacerdotes y guerreros. Ellos habrían de controlar de allí en adelante los destinos de la ciudad y de los pueblos de la región de Oaxaca, representaban el poder del nuevo mundo zapoteco.

Fuente: Pasajes de la Historia No. 3 Monte Albán y los zapotecos / octubre 2000

autor Conoce México, sus tradiciones y costumbres, pueblos mágicos, zonas arqueológicas, playas y hasta la comida mexicana.
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