Malinalco: tips para disfrutar este Pueblo Mágico - México Desconocido
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Malinalco: tips para disfrutar este Pueblo Mágico

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Uno de nuestros viajeros expertos te demuestra que, para descubrir este poblado mexiquense, ubicado al sur de la ciudad de Toluca, se necesitan más ganas y actitud que monedas y billetes.

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Si bien es cierto que la curiosidad es gratuita, también lo es que antes de responder ante un reto hay que pensar muy bien cada uno de los movimientos, eso fue lo que hice: planear un destino que pudiera conocer, recorrer y disfrutar de forma sencilla, a bajo costo y de forma segura para demostrar que México es el mejor país para los coleccionistas de aventuras, sabores y buenas experiencias. Pensé en muchos sitios cercanos, revisé en www.mexicodesconocido.com algunas opciones y todos los focos se prendían hacia la misma dirección: Malinalco.

La estrategia

Me puse como límite $1,000. Pensé que la prioridad sería la de conocer un nuevo destino más allá de querer “comprar” la experiencia; mi objetivo sería el d probar comida regional, caminar, platicar con la gente, descubrir y aprovechar el factor sorpresa como el bien más preciado, en un día que me regalaría (y que buena falta me hacía, por cierto). Así que ahí te va para que me copies.

Lo primero: ¿carro o autobús? Los primeros $80 fueron para el boleto de autobús (hora y media desde la Ciudad de México); un paquete de chicles, una botella de agua, un reproductor de música (ese ya lo tenía) y una barra de amaranto, sumaron $200, nada mal para comenzar.

 Manuel Cerón

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Victoria personal

Malinalco se camina, de subida, de bajada y por calles empedradas muy bien resguardadas por casas de colores con portones centenarios. No era el único, pobladores y otros turistas lo hacían por igual, por lo que me sentía como en casa. El primer punto a buscar fue la plaza central, donde con seguridad y según el patrón de todos los pueblecillos del país, podría encontrar no solo información, sino algún refrigerio, conocer en general el ambiente del pueblo y tener, en voz de los propios locales, una pista de los mejores lugares a visitar. Así fue, sentado en la escalinata del quiosco me di un tiempo para ver el entorno y darme cuenta que ganara o no la apuesta, el estar ahí ya era una victoria personal.

Bastó poco tiempo para que todos se dieran cuenta que era un turista, y quizá un par de minutos más para que me animara a pedir ayuda a una señora que veía pasar la vida bajo la sombra de un árbol. En pocas palabras y muchas sonrisas me señalaba ante todo el Cerro de los Ídolos donde -hizo hincapié- se encontraba una zona arqueológica muy interesante. A partir de ahí, sin darse la vuelta señalaba con maestría cada uno de los lugares principales de Malinalco: la Parroquia del Divino Salvador, el Convento Agustino de la Transfiguración (s. XVI) y la Casa de Cultura Malinalxóchitl, fueron los primeros, sin darse cuenta que yo estaba emocionado por el mercado, los restaurantes, los helados y la gente que paseaba. Le di las gracias y reanudé mi caminata; por cierto la ayuda de la señora no tuvo costo alguno.

Decidí entrar al convento: ¡qué cosa aquella!, quedé impresionado con los frescos y la arquitectura del lugar, al poco tiempo un grupo de turistas (más profesionales que yo) llegaron con un guía y tan solo escuchaba que en cada una de las imágenes plasmaba la historia y simbología de Malinalco, como las plantas y animales característicos de la región, en un muy artístico ejemplo de sincretismo entre culturas que se había logrado en el convento del siglo XVI. Me separé del grupo, deambulé por la parroquia y jardines del atrio sin otra cosa en la cabeza que las plantas y animales que vi plasmadas en las paredes, ya que se comentó que al subir hacia la zona arqueológica con seguridad se identificarían, pues eran coloridas y formaban parte de la mitología del pueblo y que crecían todos los años desde aquella época donde se juntaban los guerreros a recibir sus condecoraciones por su valentía, casi casi, como yo… (risas).

 Manuel Cerón

Un alto, pesos que valieron oro

Al salir me fui por la calle de Guerrero y era inevitable ver todas las tiendas con artesanías en madera tallada, telas que se convertían en lámparas, ropa, accesorios para vestir o pinturas. Todas las indicaciones (gratuitas por cierto), me guiaban hasta el cerro, pero en el inter, tuve que parar a comer en un restaurante llamado La Playa, que es el primero en Malinalco; si bien pensaba en solo almorzar, me fue imposible no pedir una sopa de tortilla, un pescado empapelado con especias, cebolla y jitomate, agua de limón con chía y para no dejar ni un huequito, un helado de guanábana. En total casi $220.

“Rodé” calles abajo rumbo a la zona arqueológica, mientras tanto tomaba fotos de las casitas, patios y bardas que parecían iluminarse entre las sombras de los árboles, el canto de los pájaros y las flores que abundan. Pasé frente a la Parroquia de Santa Mónica, la cual tiene la peculiaridad de estar orientada frente al ex convento, su nombre y posición simboliza “madre”. Tiene un empedrado muy bien decorado y es paso hacia el Museo Universitario Luis Mario Schneider, que resguarda una síntesis de la historia del pueblo en su periodo precolombino, vestimenta, flora y fauna y un panorama general de la región; la entrada costó $10, nada mal. Ahora sí, ya estaba listo para la cima de la montaña (donde se halla la zona arqueológica de la época mexica).

Dudas despejadas

Ese fue el último punto antes de subir al Cerro de los Ídolos, más de 400 escalones en lo que me olvidé de la sopa, el pescado y el helado, y me acordé de mi regadera, de mi cama y de mi almohada. Ya en la cima las cosas cambiaron, la vista es única, un lugar privilegiado desde sus inicios y que continúa dotando de energía a quienes lo visitan. El aire fresco, la mirada de águila sobre Malinalco y el panorama de la región en su totalidad aclara cualquier duda de la importancia de la zona arqueológica (antiguo espacio ritual donde los jóvenes guerreros mexicas eran iniciados para la guerra), de la flora y fauna que ahí se concentra y que había visto antes en los frescos del ex convento. Pasé la tarde en calma, me senté por horas en un basamento a ver la vida y las aves volar. El costo: $60 por la entrada y $20 más por una botella de agua que resultó imprescindible.

 Manuel Cerón

Al bajar, para terminar me recomendaron que visitara el Centro Holístico Ollinyotl, un verdadero paraíso en total armonía con la región que obliga a los visitantes a recordarse a uno mismo. Justo frente a cerros de menor magnitud, el centro holístico cuenta con varios servicios que van desde un spa (un masaje para pies cansados, $400, 30 minutos), sesión de canto&meditación (sin costo, los domingos a las 11:00 hrs.), un temazcal ($350, sábados y domingos), y varias actividades más, pero por desgracia el tiempo se agotaba y solo recorrí un enorme laberinto de conciencia ($20), que fue diseñado casi al centro del lugar. Entré excitado por todas las emociones y al salir quedé relajado y contento. Me despedí con un zumo de frutas y vegetales de su propio huerto (otros $40) que me revitalizó y dio fuerzas para regresar con una victoria en el bolsillo, en la memoria de mi cámara, en todo lo que comí y en general, en haber decidido salir de mi casa, una vez más, hacia algún destino. Gané de todo a todo.

Contactos

Centro Holístico Ollinyotl
Cerro de la Ascensión No. 3 (a unos pasos del panteón). Barrio de San Juan, Malinalco, Estado de México.
Tel. 01 (714) 147 2015.
ollinyotl.com.mx

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