Máscaras de Tócuaro, fantásticas artesanías laqueadas de Michoacán
Te contamos la historia detrás de las tradicionales máscaras de Tócuaro, artesanías de madera coloridas y surrealistas que roban la atención de los viajeros.
Olvídate de la rutina y escápate:
Adrián Téllez, guía de turistas Tlalpujahua y mariposas monarca
Junto al Lago de Pátzcuaro, en el municipio de Erongarícuaro, se halla un pueblo que talla la madera para sacar de ella serpientes y diablos en perpetuo movimiento. Se trata de Tócuaro y sus máscaras son laqueadas fantasías.
La alegoría
Las máscaras mexicanas no tienen sentido por sí solas. Forman parte de las alegorías que fascinan a un pueblo; de los ritos, danzas, juegos y ceremonias que llenan sus días. Su estilo plástico, su sentido litúrgico, es resultado de la mezcla de tradiciones prehispánicas y españolas.
La madera
Hechas a veces con copalillo, con aguacate, otras tantas con jacaranda, las máscaras de Tócuaro cobran vida a partir de un solo trozo de árbol. En él los artesanos imprimen sus visiones: diablos, ranas, serpientes, cocodrilos y calacas que parecen bailar frente a los rostros de madera.
El color
Con cuchillos y gubias toman forma esos ondulados seres que después han de cubrirse de laca policromada. Pueden pasar semanas o meses para que el artesano haga nacer de la madera una historia. Poblada de culebras de fauces abiertas, aquí está la de José Arcelio Hernández Ramos.
El símbolo
Una máscara no posee función práctica alguna. No sirve para arar la tierra o acarrear agua, no ahuyenta el frío ni otorga sustento. Es, en cambio, una expresión simbólica. Representa dioses, animales y fuerzas naturales que deben ser controladas; resguarda creencias.
Comunión
La realidad inmediata queda velada detrás de una máscara. Pueden entonces los hombres entrar en contacto con lo invisible. Se comunican con sus ancestros, participan de las fuerzas que mueven el universo, y subliman, aunque sea por un momento, sus instintos.
El diablo
A ese diablo de la religión católica, el que encama vicios y culpas, el torturador de almas, se le otorgó un papel distinto en nuestro país. Se volvió más lúdico, menos aterrador. Para darle muerte de manera figurada, los artesanos michoacanos lo esculpen en sus caretas rodeado de serpientes.
Los mascareros
Además de proyectar múltiples sabandijas hacia fuera de sus máscaras de demonios, los mascareros de Michoacán les añaden cuernos o bocas –dotadas de colmillos y lenguas protuberantes– que parecen estar abiertas a la mitad de un grito. Solo la imaginación determina el feroz aspecto final.
La dualidad
Al usar una máscara, el portador se transforma. Su personalidad queda eliminada de manera temporal y es reemplazada por otra. Esa alteración resulta mágica: se es al mismo tiempo hombre, pero también animal o espíritu. Se puede envejecer o cambiar de raza y luego volver a ser quien se era.
Agradecemos a la tienda y al Museo de Arte Popular (Revillagigedo 11, Centro, CDMX) por el préstamo de esta pieza de colección privada.
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