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Mercado Abelardo L. Rodríguez: una joya del muralismo mexicano

Ciudad de México

El mercado Abelardo L. Rodríguez en la CDMX atesora una de las obras colectivas más interesantes del muralismo mexicano en el siglo XX.

Mercado Abelardo L. Rodríguez

Este emblemático recinto está ubicado en la calle República de Venezuela de la CDMX. Alberga una de las más ricas y extensas muestras del muralismo mexicano del siglo XX. Su historia comienza años antes, pues en el terreno que actualmente ocupa se encontraba el antiguo colegio jesuita San Gregorio.

Colegio de San Gregorio

Este colegio fue destinado a la enseñanza del catecismo y la alfabetización de los indígenas. Durante parte de la Colonia no fueron muy solicitados los servicios del colegio. Como resultado se vio hundido un un severo deterioro. Fue gracias a un acaudalado novohispano, Juan de Chavarría, que San Gregorio logró tener autonomía económica. Juan de Chavarría fue un gran mecenas, entre sus donaciones dio una hacienda en Acolman, por ejemplo. Gracias a su generosidad, el colegio se salvó de la ruina.

San Gregorio logró superar con éxito la expulsión de los jesuitas de los reinos españoles y continuar con su especial dedicación a la enseñanza indígena.

Cuna del Caballito de Tolsá

Algunos años después de la expulsión de la Compañía de Jesús, Manuel Tolsá consiguió la aprobación de su proyecto y comenzó a construir la emblemática estatua del «Caballito».

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Esta impresionante estatua ecuestre se creó en honor al rey Carlos IV de España. El material se fundió en un horno instalado en San Gregorio. Se cuenta que fue tan intenso el humo y los hervores de cianuro que produjo la fundición del metal que ocasionaron varias secuelas en el escultor.

Gracias a esta experiencia fue que se instaló un horno permanente en San Gregorio que quedó a cargo de Tolsá. En el horno también se fundieron los materiales para producir una serie de cañones a petición de la Corona Española.

Un mercado del pueblo y para el pueblo

En 1933 y durante el gobierno del presidente Abelardo L. Rodríguez, se llevaron a cabo múltiples transformaciones en la ciudad. El mercado que llevaría el nombre del entonces mandatario se creó dentro de un plan de desarrollo urbano. Por un lado permitía controlar el comercio ambulante que invadía la zona centro de la ciudad, y a su vez revalorar la propiedad arquitectónica de la zona.

Durante la nueva organización del centro de la ciudad se reanudaron las obras inconclusas del antiguo colegio. Gracias a esta transformación varias columnas, patios, arcos y una serie de edificaciones de la Compañía de Jesus salieron a la luz. Se decidió aprovechar aquellos restos y con ellos construir el mercado llamado en un inicio Del Carmen, que cambiaría su nombre por el de General Abelardo L. Rodríguez.

La construcción de este impresionante recinto fue puesta en manos del arquitecto capitalino Antonio Muñoz. El proyecto respetó los restos coloniales del antiguo Colegio de San Gregorio, adaptando las necesidades de la nueva edificación a las anteriores estructuras. La base educativa tampoco desapareció pues el proyecto del mercado contó con una guardería para brindar educación y atención a los hijos de vendedores.

Lo que dejó la Revolución

El desarrollo de una de las ramas del muralismo mexicano es una apasionante ventana que nos permite conocer la institucionalización de la Revolución en México. La transformación de la ciudad tenía como sustento la reciente cicatriz de la lucha armada, lucha que tantas muertes dejó y que trazó un nuevo rumbo para el país.

En el caso del mercado Abelardo L. Rodríguez los murales serían los encargados de plasmar las permanencias y los cambios de la sociedad mexicana. Gracias a un programa de educación continua, el recinto fue intervenido por jóvenes artistas, la mayoría alumnos de Diego Rivera. Estos jóvenes formaban parte de la generación heredera de una rica tradición muralista, encabezada por figuras como José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros y el mismo Rivera.

Muralistas en andamios, de izquierda a derecha (arriba): Raúl Gamboa, Marion y Grace Greenwood, Pablo O’Higgins, Miguel Tzab y Antonio Pujol; abajo: Ángel Bracho y Ramón Alva Guadarrama

Como resultado se creó una de la mejores muestras del arte posrevolucionario. En ella se plasman distintas escenas de la vida cotidiana del país. Aunque ya existían aproximadamente 135 murales en edificios públicos, este mercado fue el primero en incluir un conjunto de murales como parte de su proyecto.

El equipo de artistas se conformó por Miguel Tzab, Pablo O’Higgins, Antonio Pujol, Ángel Bracho, Ramón Alva Guadarrama, Pedro Rendón y Raúl Gamboa (mexicanos). Además las estadounidenses Marion y Grace Greenwood y del nipo-estadounidense Isamu Noguchi.

El proyecto quedó inconcluso a causa del carácter ideológico de algunos de los artistas que no fue aceptado por el régimen conservador del gobierno en turno.

Actualmente las obras son protegidas por los locatarios, lo que ocasiona que por desconocimiento técnico de conservación, las obras presenten gran deterioro.

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Viajera por naturaleza errante.
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