Descubriendo México en Bicicleta: de Tijuana a Ojos Negros, BC
¿Qué mejor forma de descubrir México que en bicicleta? Acompáñanos mientras mi esposa Annika y yo pedaleamos desde Tijuana hasta Ojos Negros, en Baja California.
El día había llegado. Nuestro viaje en bicicleta continuaba y tocaba cruzar México desde Tijuana hasta Cancún. Me sentía un poco nervioso, ansioso y lleno de emoción. Y es que no se trataba de cualquier cosa, sino de ¡más de 5 mil kilómetros pedaleando por todo el país!
En Tijuana, el Comité de Turismo y Convenciones nos organizó una pequeña despedida enfrente del emblemático edificio del Jai Alai. Nos nombró embajadores turísticos de nuestra ciudad durante todo nuestro trayecto hasta regresar a Alemania, honor que nos enorgullece de sobremanera. ¿Nuestra misión? Invitar a nuestra audiencia a visitar esta ciudad frotneriza y a que descubra una ciudad revitalizada por su gente.
Yo quiero que la gente sepa que aquí puede comer comida deliciosa como la llamada Baja Med; que conozca la historia de nuestra región en el Museo de las Californias, ubicado en el Centro Cultural Tijuana, una joya arquitectónica contribución de Pedro Ramírez Vázquez. Deseo difundir lo mejor de mi ciudad e invitar a los jóvenes a que tomen su bicicleta y vengan hasta acá, donde serán bien recibidos.
Con esa energía de llevar en alto el nombre de mi ciudad y unos cuantos kilos de más me despedí de la ciudad que durante 5 meses tuve la dicha de llamar hogar.
Las salidas de grandes ciudades nunca son divertidas: el tráfico, los semáforos y el ruido pueden resultar abrumadores. Sin embargo, en poco tiempo Annika y yo estábamos sobre la carretera número 1. No habían pasado ni 10 kilómetros tras haber salido de Tijuana cuando vimos un puesto de nieves de garrafa. Annika ha de haber pensado lo mismo que yo, porque sin decirle nada se orilló para estacionarse. Lo habíamos visto pasar varias veces en carro y nunca nos habíamos animado a parar, pero en bici resultó mucho más sencillo. Tal es la maravilla de viajar en bicicleta.
Varias veces he manejado de Tijuana a Ensenada. Según yo conocía la carretera muy bien. Llegué a pensar que sobre la bicicleta me iba a aburrir. ¡No podía estar más equivocado! Lo primero que noté fue la vista al mar desde la carretera, un prodigioso suceso que se repetiría varias veces durante nuestro trayecto.
El primer día avanzamos 25 kilómetros hasta Rosarito. Esa noche nos hospedamos con una amiga de mi mamá, Armida. Su casa parecía una pequeña hacienda, con un jardín frondoso, colorido y en una colonia donde casi no pasaban autos. Una propiedad así en Tijuana es muy difícil de adquirir hoy día por simples mortales como nosotros, lo que fortalece nuestro deseo de vivir lejos de las grandes urbes. Nos encontrábamos a tan sólo 20 minutos en carro de Tijuana, pero nos sentíamos muy lejos (el efecto de viajar en bicicleta). Al día siguiente partimos temprano para pedalear los 80 km a Ensenada.
Amanecimos a un día bello, con cielo despejado y el viento a nuestro favor. A nuestra derecha se extendía el mar azul marino con toques turquesas y zonas abundantes de palmeras. Pasamos por pueblitos costeros, incluyendo el famoso poblado de pescadores de langosta Puerto Nuevo, lugar que se ha hecho famoso por servir al turista el plato que los pescadores desayunan todos los días: langosta con arroz, frijoles y tortillas de harina hechas a mano.
Al kilómetro 40 hacia Ensenada la carretera libre se separa de la costa y se adentra hacia los cerros. En la última curva antes de dejar el mar nos paramos un par de minutos para contemplar la belleza de la playa La Misión. El día se nubló un poco, pero la vista siguió siendo cautivadora.
Al entrar a los cerros pudimos ver cultivos de diversas cosechas. Vimos también muchas placas de California, lo que nos hizo sospechar que nuestros vecinos del norte encontraron un cacho de paraíso en donde vivir. Nos lo confirma una señora que se detiene a platicar con nosotros en los tacos: ¨La Misión es una joya. Vivo aquí desde hace 20 años, somos una comunidad tranquila y trabajadora¨. Quisiéramos conocer más este lugar, pero nos quedamos con las ganas. Es imposible conocer todo y Ensenada nos espera.
Empezamos a subir la cuesta de 350 metros y el paisaje comenzó a cambiar. Predominaron el color verde y amarillo del pasto seco que crece en el cerro. En la subida empecé a resentir los kilos que subí en Tijuana y el tiempo que deje de pedalear. Logré subir y me felicité. En realidad cualquier persona lo puede hacer: subes lento, te tomas tu tiempo y tomas un descanso cuando quieras. Después de una semana completa de pedalear todos los días los músculos se hacen fuertes.
Lo bueno de subir pedaleando es que te toca bajar sin esfuerzo. En las bajadas normalmente ves cómo se abre el terreno, y aquí no fue la excepción. Al bajar logramos apreciar el nacimiento de Valle de Guadalupe, lugar donde se produce 90 por ciento del vino del país. Pasamos por un viñedo llamado El Tigre, una propiedad grande con plantíos de vid. Llegamos a un crucero con varias señales anunciando casas vinícolas del Valle de Guadalupe y a los pocos kilómetros llegamos al puerto de Ensenada.
Ensenada es linda, histórica y hogar de la margarita y el taco de pescado. Sin perder el tiempo nos dirigimos hacia la cantina Hussong’s, fundada en 1941. Ellos afirman que en ese lugar se preparó la primera margarita de la historia con licor de damiana, una planta endémica de la región. Después de 80 kilómetros de pedalear, un taco de pescado y una margarita saben a gloria.
En Ensenada nos quedamos 4 días. Comimos las deliciosas y famosas tostadas de ceviche de La Guerrerense, hicimos un poco de senderismo urbano al caminar hacia lo que los locales llaman El Punto Mágico, un lugar donde se puede apreciar el puerto de la ciudad por un lado y el mar y a carretera por el otro.
Dejamos Ensenada atrás y nos preparamos para subir la parte más difícil de Baja California Norte. Del nivel del mar subiríamos a 1,200 metros tan sólo para bajar nuevamente al Mar de Cortés. Los primeros 20 kilómetros fueron sido muy pesados. Encontramos una tienda pequeña donde descansamos una media hora. Después pedaleamos con calma y así, poco a poco, llegamos a los 600 metros de altura. El paisaje se tornó verde oscuro con incrustaciones de piedras afiladas. Pasamos por la casa vinícola Los Cinco, situada en las alturas de un cerro. Vimos anuncios de queso artesanal por todos lados, y es que Ojos Negros es famosa por su producción quesera.
Después de 4 horas de haber salido de Ensenada llegamos al valle de Ojos Negros. Con la luz del atardecer el valle parecía estar cubierto con una delgada capa dorada. Ingresamos al pueblito, la gente nos miró con curiosidad. Llegamos a la jefatura de policía y nos dirigieron hacia un rancho que ofrecía lugar para acampar a 50 pesos por persona. Antes del atardecer montamos nuestra casa de acampar y justo cuando se fue el sol, también cayeron mis pestañas. Acabé rendido, pero sobre todo emocionado. Sí: así empezó nuestro viaje en bicicleta, y apenas llevamos 180 kilómetros desde que salimos de Tijuana… ¿Qué otras sorpresas nos deparará el camino?
Kilómetros recorridos Tijuana- Ojos Negros: 150
Días desde que partimos: 7
Pinchaduras: 0
Sigue el recorrido de Annika y Roberto a través de su blog Tasting Travels y su perfil de Facebook.
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