Misiones de la Sierra Gorda de Querétaro, laberintos de arte y fe - México Desconocido
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Misiones de la Sierra Gorda de Querétaro, laberintos de arte y fe

Querétaro
Misiones de la Sierra Gorda de Querétaro, laberintos de arte y fe fifu

Bendecida por la madre naturaleza, la Sierra Gorda de Querétaro también aloja invaluables tesoros artísticos que han sido reconocidos como Patrimonios de la Humanidad. ¡Descúbrelos!

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El Cerro Gordo, como le llamaron los conquistadores, fue el último bastión de los aguerridos indios panes, chichimecas y jonacas, tribus que maravillaron con sus obras a los propios españoles y aún a nosotros, quienes seguimos reconociendo sus habilidades artísticas.

Toda la tenacidad y fortaleza de los naturales se materializó en los hermosos edificios de las iglesias de Jalpan, Concá, Landa, Tancoyol y Tilaco, misiones que fueron construidas gracias a la paciencia y tesón del fraile franciscano Junípero Serra, quien se convirtió en benefactor y defensor de los indígenas de esa región ante las brutalidades que cometían los militares en contra de ellos.

Por eso, al ver sus obras uno se pregunta, ¿cómo es posible que estos hombres hayan sido considerados salvajes, bárbaros, necios, indómitos y antisociales? Incluso en nuestros días se llega a utilizar de modo despectivo el calificativo «indio chichimeca» para quien nos parece necio y cerrado a la razón, pero no hay nada más falso. Su historia se puede resumir en la triste metáfora del refrán: «La mula no era arisca pero los palos la hicieron así».

Estos hombres que no cedieron sus tierras y su libertad, ni con el poder de las armas, ni con los malos tratos de los conquistadores; que sobrevivieron en los montes alimentándose con plantas y raíces, finalmente terminaron entregándose mansos, voluntariosos y obedientes ante la labor benefactora de fray Junípero Serra, quien logró, además de convertirlos al cristianismo, erigirlos en comunidades trabajadoras y productivas.

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Fue en 1744 cuando el capitán José Escandón fundó las cinco misiones en las que no obtuvo resultados, y a las cuales llegó el fraile Serra a hacerse cargo seis años después.

Ojos de agua, ríos caudalosos y tierras fértiles fueron las características que determinaron el asentamiento de estas misiones, fundadas en lugares de muy difícil acceso, en medio de la abundancia y, por ello mismo, pobladas por miles de indios.

Hasta ese entonces, tras 200 años de afrentas y a pesar de la superioridad numérica y bélica de los españoles, estos indios continuaban resistiéndose a la conquista espiritual y material, por lo que los militares ya sólo buscaban su exterminio a costa de lo que fuera, pues ello significaba una vergüenza a tan sólo 30 leguas de la Corte Española.

La evangelización y pacificación en la Sierra Gorda de Querétaro constituyó una aventura ardua y complicada. Los misioneros agustinos y dominicos llegaron antes que los franciscanos, pero se marcharon sin ningún logro, por consiguiente, el exterminio de los indios parecía ya inminente.

Finalmente, quien triunfó lo consiguió a través de la paciencia y la razón: proveniente del Colegio de San Fernando, en la ciudad de México, lo primero que fray Junípero Serra hizo para domar a la fiera de la Sierra Gorda fue darle de comer.

Obra evangelizadora

El éxito de fray Junípero con los indios se debió a que comprendió que primero debía resolver los problemas de índole material y temporal y después intentar la evangelización, porque, como él mismo lo señaló ante la Corona: «…no hay algo más absurdo y condenado al fracaso que pretender convertir a los indios por medio de decretos».

La renuencia de ellos al cristianismo se debía principalmente a que vivían dispersos en la sierra y debían buscar víveres para subsistir a pesar de la riqueza de las tierras. Finalmente, el padre franciscano les ofreció lo necesario para que ya no anduvieran en los montes.

Después, el fraile enfrentó el segundo y más grande problema: los militares. Desde 1601, cuando penetró a la Sierra Gorda el primer misionero, fray Lucas de los Ángeles, los militares fueron los causantes de todos los conflictos y del fracaso de la empresa evangelizadora.

En la búsqueda por anteponer sus conveniencias materiales y obtener la mayor parte de los bienes, los soldados desobedecían las órdenes de la Corona y se empeñaban en provocar la guerra a los indios, los que también añoraban su libertad. Asimismo, los soldados hacían odioso a los indios el nombre de Dios y de todos los extranjeros, por ello, los indígenas en venganza, destruían las misiones y profanaban sus imágenes.

El capitán protector, el mestizo Francisco de Cárdenas, abogó ante el visitador de las misiones, en 1703, por hacer la guerra del exterminio: «…sometiendo a los indios… su majestad ahorraría el sínodo que estaba dando a las misiones; que se podrían explotar con toda libertad en las muchas minas de plata que no se hace por temor a los indios sublevados».

Sin duda, un factor determinante para el destino de los indígenas y las misiones fue la capacidad negociadora del fraile nacido en la isla de Mallorca, España. Fue tal su labor en Querétaro, que los militares argumentaban una posible independencia del fraile y sus misiones de la Corona.

En muy poco tiempo sus obras y negociaciones le permitieron detener la voracidad de los soldados y obtener más recursos, los cuales invirtió en animales y maquinaria para trabajar la tierra.

Junípero no sólo demostró que las apreciaciones de los militares, que calificaban de asesinos y perezosos a los indios, eran totalmente equivocadas, además logró conformar una excelente coordinación, de manera que al momento de su partida hacia México las cinco comunidades eran bastante autosuficientes, las familias tenían asegurado el sustento y bien delimitados sus quehaceres. Entonces los frailes pudieron dedicarse a la proliferación de su fe.

Después de ocho años de trabajo, Junípero es llamado a México, a donde lleva el más grande trofeo que pudiera haber obtenido: la Diosa Cachum, Madre del Sol y último de los ídolos pames, que mantenían celosamente guardada en la sierra y que los militares habían buscado inútilmente durante muchos años. En una ocasión, como muestra de su obediencia y abnegación, ellos mismos la habían entregado al padre Serra.

Su fama como buen encauzador de los indios hacia el cristianismo trascendió y fue reconocido en España, de donde deciden trasladarlo a un punto sumamente conflictivo, como era la Alta California, donde se temía una invasión por parte de los rusos o los japoneses, y los apaches cometían terribles barbaridades. Y es ahí, precisamente, donde fray Junípero Serra logrará su mayor obra evangelizadora.

A más de 200 años de su muerte -en 1784-, tanto en España como en México y, sobre todo, en Estados Unidos, es venerado como fundador de las famosas misiones de California, y en el Capitolio de la ciudad de Washington se le erigió un monumento. La fortaleza de espíritu del pequeño fraile no se olvida porque sus obras, como fueron las hermosas iglesias de Querétaro y las proliferantes misiones de California, ejemplifican perfectamente su grandeza.

El fraile Pata Coja

Después de conocer la obra de este hombre extraordinario, resulta interesante saber los pormenores de su arribo a tierras americanas.

Entusiasmado por el enorme trabajo que había en el nuevo continente, fray Junípero logra embarcarse junto con su inseparable amigo, confesor y biógrafo, el padre Francisco Palou, en la expedición de los misioneros franciscanos que habrán de llegar al puerto de Veracruz.

Desde un principio aparecen las contrariedades, que son sólo el preludio de la aventura que les espera en su obra evangelizadora.

Delirantes porque el agua se terminó días antes, la isla de Puerto Rico aparece milagrosamente para salvarlos de morir por sed. Días después, cuando intentan llegar a Veracruz, una poderosa tormenta los empuja rumbo al océano de modo que navegando contracorriente, logran anclar el 5 de diciembre de 1749, pero con las naves quemadas.

A su arribo al nuevo continente, el transporte que habrá de llevarlo se encuentra listo, pero fray Junípero decide realizar la travesía a la ciudad de México a pie. Caminó por entre las selvas aún vírgenes de Veracruz y una noche algún animal le picó en el pie, dejándolo marcado para siempre.

Toda su vida padeció de la llaga que le produjo esa picadura, la que le impedía caminar con agilidad pero que él mismo se negaba a curarla; sólo en una ocasión aceptó que el curador de mulas le diera tratamiento no observando mejoría en su penar, por lo que nunca volvió a permitir que se le asistiera.

Esto no restó las capacidades y andanzas del fraile «pata coja», quien según su biógrafo, Palou, lo mismo se le veía diciendo misa que cargando junto a los indios las viguetas de los nuevos templos de Querétaro o California.

Sólo por los diferentes cambios de residencia, fray Junípero no dejó más huella que estas misiones. Sin embargo, en la Alta California abrió toda una era considerada por historiadores como Herbert Howe, «la edad de oro de California», tierra desde donde peleó por la dignidad de los indios y donde trabajó lúcidamente hasta el último día de su vida, el 28 de agosto de 1784.

Eificación de guerreros

Junípero tuvo también el don para conducir toda esa bravura hacia el sentir artístico de los indios. Un ejemplo de ello son las construcciones de Querétaro, monumentales bellezas arquitectónicas que no necesitan recomendación, ya que por sí mismas poseen una magia magnética que hacen volver los ojos al espectador que termina perdiéndose entre los laberintos que las caracterizan.

Este fraile no sólo logró que los indios más aguerridos tomaran como suyo el cristianismo, sino también que colaboraran en sus empresas. No obstante sus vagos conocimientos de arquitectura, consiguió construir iglesias de bóveda, y fue sólo por la voluntad y firmeza de fe que había sembrado en los indígenas que fueron capaces de sostener tan difícil construcción. Características de todas ellas son los detalles iconográficos mestizos, que hablan de la excelsa participación de los indios mal llamados «salvajes», que en realidad resultaron ser artistas de grandes dotes capaces de lograr estas inmensas fachadas.

Del olvido a la opulencia

Lamentablemente, las cinco misiones han sufrido daños en sus construcciones. En casi todas ellas aparecen las figuras los santos descabezados y los detalles arquitectónicos incompletos. Otras fueron rescatadas de las garras de los bichos como murciélagos que se guarecieron ahí mientras estuvieron abandonadas. Labradas con la tecnología más rudimentaria, estas iglesias se mantienen hermosas y de pie pero notablemente deterioradas.

Durante los más de 200 años que han transcurrido posteriores a su edificación, han pasado de la opulencia y grandiosidad, al abandono, el saqueo y el descuido. En la época de la Revolución, precisamente por su difícil acceso, sirvieron como guaridas de revolucionarios y de cuatreros que las encontraronen lugares insospechados y cubiertas por la inmensidad de la Sierra Gorda.

Actualmente las iglesias se mantienen, pero los recursos con los que cuentan no son suficientes para evitar el deterioro a que están expuestas por las condiciones ambientales y por el paso del tiempo, mucho menos para restablecer los daños causados con anterioridad. No dejemos que desaparezcan.

CINCO JOYAS ARQUITECTÓNICAS DE LA SIERRA GORDA

Jalpan

Jalpan fue la primera misión fundada el 5 de abril de 1744; su nombre proviene del náhuatl y significa «sobre la arena«. Se encuentra a 40 km al noroeste de Pinal de Amoles.

Jalpan está dedicada al apóstol Santiago, aunque hoy en día la efigie del apóstol esté sustituida por un incongruente reloj. En su fachada destaca un águila hispano-mexicana que bien podría representar al águila de los Habsburgo y al águila mexicana devorando una serpiente.

Misión de Jalpan

Concá

Concá es la más pequeña de las cinco iglesias y estuvo dedicada a San Miguel Arcángel. Su fachada simboliza la victoria de la fe y fue la segunda misión fundada por el capitán Escandón. Destaca en su portada el cubrimiento que tiene de enormes racimos de uvas, así como su original concepción de la Santísima Trinidad y la representación del arcángel San Miguel. Al igual que Tancoyol ha sufrido graves daños, de modo que se observan dos esculturas descabezadas.

Misión de Concá

Landa

Landa, de la voz chichimeca «cenegoso«, es la misión más ornamentada de todas; en la actualidad su nombre completo es Santa María de las Aguas de Landa. Su fachada simboliza «la Ciudad de Dios», según los estudiosos de la religión. Decenas de detalles llaman la atención pues se escenifican varios capítulos e interpretaciones en su fachada.

Misión de Landa

Tilaco

Edificación dedicada a San Francisco de Asís, Tilaco es el conjunto más completo de las misiones, y quiere decir en náhuatl «el agua negra«. Se ubica a 44 km al este de Landa.

Cuenta con iglesia, convento, atrio, capillas posas, capilla abierta y cruz artificial. En su fachada sobresalen las figuras de cuatro sirenas, cuya interpretación se presta a la polémica, así como el jarrón con elementos orientales que remata la fachada.

Misión de Tilaco

Tancoyol

De nombre huasteco, Tancoyol es el «lugar del dátil silvestre«. Su portada es el más digno ejemplo del estilo barroco. Dedicada a Nuestra Señora de la Luz, su efigie desapareció y su lugar se mantiene vacío.

Las cruces son un detalle recurrente en toda la fachada, como la cruz de Jerusalén y la cruz de Calatrava. Escondida entre hermosos escenarios, se le localiza a 39 km al norte de Landa.

Misión de Tancoyol

Estas joyas arquitectónicas esperan en pie el trancurrir del tiempo, que se les cuide y se les conserve pues su belleza vale una escapada a la Sierra Gorda de Querétaro. ¿Conoces alguna de estas misiones?

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autor Conoce México, sus tradiciones y costumbres, pueblos mágicos, zonas arqueológicas, playas y hasta la comida mexicana.
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