Misiones franciscanas de la Sierra Gorda

Las misiones de Jalpan, Landa, Tilaco, Tancoyol y Concá tuvieron como objetivo inicial al construir sus templos, encontrar a los nativos y agruparlos en chozas alrededor de la iglesia. Los misioneros tenían que aprender la lengua de los indígenas, proveerlos de alimentos, educarlos y sólo entonces evangelizarlos.

Hoy en día están convertidas en entidades significativas tanto para los asentamientos que las rodean como para la región. Si conoce alguno de los primeros conventos del siglo xvi verá que estas misiones presentan los mismos elementos; la única diferencia es que sus dimensiones son menores.

Además, cuentan con su cruz atrial; en las de Landa y Tilaco sobrevive un pozo; en Tilaco y Tancoyol podrá apreciar los restos de dos capillas posas, y en la de Jalpan se conserva una fuente de piedra al centro del antiguo claustro.

Sin duda alguna, las portadas de los templos, realizadas a mediados del siglo XVIII, le sorprenderán gratamente. En ellas, se admira su riqueza ornamental en relieve a base de plantas y flores, ángeles, dragones, figuras de vírgenes y santos, animales variados que en conjunto provocan un atractivo juego de luces y sombras, acentuado por su magnífica policromía donde predomina el color ocre.

Lo más importante es que reflejan fielmente la fusión de dos culturas, la ideología de los frailes franciscanos y el espíritu y la sensibilidad del arte indígena local. Estas portadas cumplieron totalmente con el objetivo de enseñar a los naturales los símbolos básicos de la doctrina católica. En contraste, el interior de los templos se observa ahora muy austero.

Valores universales

El Comité de Patrimonio Mundial de la UNESCO reconoció a estas cinco misiones como Patrimonio de la Humanidad el 3 de julio de 2003. Para ello se basó en la evaluación de ICOMOS, en la cual destacaron varios puntos.

Las misiones de Sierra Gorda representan la última etapa de la evangelización de la Nueva España, y una base fundamental para su continuación hasta California y el norte de América.

Sus maravillosas portadas, mezcla de motivos franciscanos e indígenas, simbolizan una fusión cultural y artística de gran intensidad, además, fueron consideradas como las más importantes de la última fase de la evangelización.

Encarnan un conjunto vernáculo en dos sentidos, por la sencillez de sus inmuebles, y lo bien preservados que se muestran los asentamientos poblacionales que crecieron a su alrededor, con los cuales mantienen todavía una relación muy estrecha.

A nivel mundial se les comparó con las misiones jesuitas de Argentina, Brasil, Bolivia y Paraguay, que fueron inspiradas bajo el deseo de crear una sociedad ideal, una “ciudad de Dios”.

En el siglo pasado algunas sufrieron alteraciones en sus atrios en la década de los años sesenta, pero en los noventa estos conjuntos fueron restaurados afortunadamente.

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