Moctezuma y Cortés: el encuentro que terminó en destrucción - México Desconocido
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Moctezuma y Cortés: el encuentro que terminó en destrucción

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En un inicio, el encuentro entre Moctezuma y Cortés fue pacífico. Sin embargo, terminó con la violenta muerte del tlatoani mexica.

El reconocido investigador Eduardo Matos nos ofrece una mirada a la primera entrevista que tuvieron Moctezuma y Cortés aquella histórica mañana del 8 de noviembre de 1519 así como del violento desenlace y final que tuvo esta historia.

El encuentro de dos mundos: Moctezuma y Cortés

Nada fácil resultó a los españoles avanzar hacia Tenochtitlan. No obstante, llegaron a Cholula, en donde aún no queda claro si Hernán Cortés quiso causar pavor y llevó a cabo la matanza conocida o si, por el contrario, los aztecas, prepararon una emboscada en su contra.

Sea como fuere, Cortés continuó su avance y arribó al Valle de México, a Iztapalapa. De ahí partió aquella mañana del 8 de noviembre de 1519 al encuentro con Moctezuma. Tanto Cortés en su segunda “Carta de Relación” como Bernal Díaz del Castillo en su “Historia verdadera…” nos han dejado noticia del acontecimiento.

Ambos coinciden en la impresión que les causó ver llegar a Moctezuma acompañado por nobles señores ricamente ataviados. En palabras del capitán español:

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“Pasado este puente, nos salió a recibir aquel señor Muteczuma con hasta doscientos señores […] y el dicho Muteczuma venía por medio de la calle con dos señores, el uno a la mano derecha y el otro a la izquierda […] todos tres vestidos de una manera, excepto el Muteczuma, que iba calzado, y los otros dos señores, descalzos.”

Por su parte, Bernal Díaz dice que eran cuatro los señores que acompañaban al tlatoani. Su relato es más detallado que el de Cortés:

“Ya que llegábamos cerca de México […] se apeó el gran Montezuma de las andas, y traíanle del brazo aquellos grandes caciques [los señores de Tacuba, Iztapalapa, Texcoco y Coyoacán] debajo de un palio muy riquísimo a maravilla, y la color de plumas verdes con grandes labores de oro, con mucha argentería y perlas y piedras chalchihuis, que colgaban de unas como bordaduras, que hubo mucho que mirar en ello.”

Monumento al encuentro entre Moctezuma y Cortés, Ciudad de México.

Cortés se dirige a Moctezuma. Después le obsequia un collar de vidrios y trata de abrazarlo, pero los señores se lo impiden. No sabe el capitán español que es el tlatoani, palabra nahua que significa “el que habla”, los demás callan.

Después de intercambios amistosos, los españoles son aposentados en el palacio de Axayácatl, en donde se da un diálogo entre Moctezuma y Cortés. El tlatoani menciona que en sus escritos se habla de que vendrán por el oriente descendientes de un gran señor a sojuzgar estas tierras. Y agrega, en palabras que nos refiere Cortés:

“No creáis más de lo que por vuestros ojos vieres, en especial de aquellos que son mis enemigos, y algunos de ellos eran mis vasallos, y hánseme rebelado con vuestra venida […] los cuales sé que también os han dicho que yo tenía las casas con las paredes de oro, y que las esteras de mis estrados y otras cosas de mi servicio eran asimismo de oro, y que yo era y me hacía dios, y otras muchas cosas. Las casas ya las veis que son de piedra y cal y tierra”. Y entonces alzó las vestiduras y me mostró el cuerpo, diciendo a mí: “Veis aquí que soy de carne y hueso como vos y como cada uno, y que soy mortal y palpable”.

¿Cómo describen a Moctezuma los españoles?

Bernal Díaz anota que:

Era el gran Montezuma de edad de hasta cuarenta años, de buena estatura y bien proporcionado, cenceño y de pocas carnes, y el color no muy moreno, sino propio color y matiz de indio. Traía los cabellos no muy largos, sino cuanto le cubrían las orejas, y pocas barbas, prietas, bien puestas y ralas.

El rostro algo largo y alegre, los ojos de buena manera, y mostraba en su persona, en el mirar, por un cabo amor, y cuando era menester, gravedad. Era muy pulido y limpio, bañábase cada día una vez a la tarde.”

A continuación detalla los pormenores de la comida y del palacio en que habitaba:

“Mientras el tlatoani comía había personas contrahechas que bailaban y cantaban. El palacio contaba con buen número de aposentos. En unos había armas, en otros bastimentos. Había una especie de zoológico con animales de todo género y hasta un estanque para aves.

Numerosos artesanos estaban al servicio del tlatoani, y qué decir de las mujeres y concubinas del señor. Huertas de flores, árboles olorosos y estanques de agua dulce formaban parte del palacio.”

Moctezuma

Moctezuma es tomado como rehén

La magnificencia de Moctezuma impresionó profundamente a los españoles. Sin embargo, de poco sirvió la bienvenida que se les brindó, pues urdían un plan que tenía como primer objetivo aprisionar al tlatoani. Una vez logrado esto, exigieron que se les entregara oro en abundancia.

Para ese entonces el gobernador de Cuba, Diego Velázquez, envió a Pánfilo de Narváez para someter a Cortés, por lo que éste se vio obligado a ir a Veracruz y enfrentarlo. El mando en Tenochtitlan quedó entonces en manos de Pedro de Alvarado, quien ordenó la famosa matanza del Templo Mayor.

Esto sucedió cuando los aztecas celebraban una de sus fiestas. Si los ánimos ya estaban caldeados, lo anterior los avivó mucho más. Los combates se sucedieron uno tras otro, y culminaron con la huida de los españoles en la llamada “Noche Triste”.

Muerte de Moctezuma

Antes de la Noche Triste, tuvo lugar la muerte de Moctezuma. Según los cronistas españoles, fueron los propios aztecas los que lo mataron cuando salía a tratar de apaciguar al pueblo para que no siguiera combatiendo.

Otros autores opinan que Moctezuma fue muerto por los españoles porque ya no les era útil, pues había sido relevado como tlatoani, recayendo el cargo en Cuitláhuac. El cuerpo de Moctezuma fue entregado a los aztecas, que celebraron grandes exequias en honor de su soberano. Relata Bernal Díaz:

“Cuando así le vieron muerto, vimos que hicieron muy gran llanto, que bien oímos las gritas y aullidos que por él daban; y aún con todo esto no cesó la gran batería que siempre nos daban de varas, piedra y flecha, y luego la comenzaron mucho mayor y con gran braveza, y nos decían: “Ahora pagaréis muy de verdad la muerte de nuestro rey y señor y el deshonor de nuestros ídolos…”

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