Monjas dominicas que salvaron al achoque, el primo del ajolote en el lago de Pátzcuaro
En el convento de la Basílica de Nuestra Señora de la Salud, en Pátzcuaro, un grupo de monjas dominicas se encarga de proteger al achoque, el primo michoacano del ajolote ¡Conócelas!
Olvídate de la rutina y escápate:
Adrián Téllez, guía de turistas Tlalpujahua y mariposas monarca
En los últimos años, en el convento de la Basílica de Nuestra Señora de la Salud, en Pátzcuaro (Michoacán), un grupo de monjas dominicas se ha encargado de llevar a cabo una muy noble labor: proteger y asegurar la supervivencia del famoso achoque, un anfibio que es primo cercano del ajolote. Dicho animalito habita los lagos de Pátzcuaro y Zacapu, pero tristemente se encuentra en un alto riesgo de desaparecer. De ahí la importancia de la labor de estas religiosas.
Las monjas dominicas
Las hermanas que protegen a los achoques son parte de las Monjas de la Orden de los Predicadores, es decir, son la rama femenina de los dominicos. La orden fue establecida por el propio San Domingo de Guzmán en el lejano año de 1206, en Fanjeaux, Francia.
Si bien uno podría imaginar que su vida está dedicada exclusivamente a la oración y la contemplación, no hay nada más lejos de eso. Desde 1747, cuando se fundó el convento de estas religiosas dominicas, ellas se han dedicado al cuidado y mantenimiento de la imagen de la Virgen de la Salud, en el templo de dicha advocación mariana en Pátzcuaro, Michoacán.
En cuanto al origen de la Basílica de Nuestra Señora de la Salud, este se remonta a los días del célebre Vasco de Quiroga en el siglo XVI. En aquél entonces el obispo español trataba de establecer una utopía cristiana en la región, con los purépechas.
La necesidad originó el cuidado
Entre las diversas actividades a las que se dedican las monjas dominicas en el convento, está la elaboración del Jarabe de Achoque de Pátzcuaro, trabajo que se remonta prácticamente a un siglo. Dicho brebaje, se comenta, tiene propiedades medicinales provenientes de los achoques. Es especialmente benéfico para curar enfermedades respiratorias.
En algún momento de los años ochenta, en su labor de preparar el jarabe, las religiosas notaron que los achoques del lago de Pátzcuaro empezaron a disminuir, hasta un punto crítico. Asustadas de perder una fuente de recursos para sostener al convento, en 1985 un fraile les sugirió construir una colonia de estos animalillos, en vista del deterioro del lago.
Haciendo caso de aquella idea, las dominicas establecieron a un grupo de achoques en el recinto religioso. Fue así que poco a poco, empezaron a educarse en la biología del curioso anfibio, terminando por especializarse en todo a lo referente a él, particularmente en su conservación. En el año 2000, lograron que la colonia fuera estable y prosperara en el convento. Actualmente hay 300 achoques que son atendidos por estas hermanas.
Proteger a los achoques: evitar que desaparezcan de la creación
Además de la necesidad material por la cual las monjas se dispusieron a conservar al achoque, también hay una urgencia medioambiental. Este organismo, al formar parte del sistema lacustre de Michoacán, es un indicador biológico de la salud de éste. Entre menos se le encuentre en estado silvestre, menos saludables están los lagos.
El achoque (Ambystoma dumerili) es un anfibio que vive generalmente en el fondo de los lagos de Pátzcuaro y Zacapu, en zonas poco profundas donde se alimenta de las presas que caza. Es marcadamente sedentario y de hábitos nocturnos. En su estado adulto, alcanza una longitud promedio de 26 cm y un peso de 160 gramos.
Por otra parte, estos animales tienen una cualidad biológica, muy prometedora para el futuro de la medicina. Al igual que su primo el ajolote, el achoque posee la característica de la neotenia. Este es un proceso caracterizado por la conservación del estado juvenil en el organismo adulto, en comparación con sus ancestros o parientes cercanos. Esto es posible debido a un retraso pronunciado del ritmo de desarrollo corporal en relación con el desarrollo de las células y órganos reproductores, los cuales evolucionan de forma normal.
Esta cualidad propia de estos anfibios, es lo que ha interesado a médicos y científicos del mundo. Apuestan en ella posibles curas a diferentes enfermedades, o a la sanación acelerada de extremidades y órganos dañados.
Todo esto es lo que ha hecho tan relevante la labor de las monjas del convento de la Basílica de Nuestra Señora de la Salud. Como deseara otro religioso, San Francisco de Asís (fundador de la orden de los frailes franciscanos), las hermanas dominicas honran al Creador, a través de la piedad hacia todos los seres de su creación, en este caso los pequeños achoques. Dicha dedicación a esta criatura no se contrapone en ningún momento, al conocimiento científico. Al contrario, ayuda y complementa a la conservación de un animal muy importante para el ecosistema del lago de Pátzcuaro.
¿Quieres escaparte a Michoacán? Descubre y planea aquí una experiencia inolvidable