Morelos, un paseo por la historia
Por sus fértiles tierras y su clima templado, tan propicio para la agricultura, así como por su cercanía a la ciudad de México.
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Ell estado de Morelos ha jugado un papel muy importante en la historia económica y política de nuestro país. Sus famosas ruinas arqueológicas nos hablan de la existencia de avanzadas culturas prehispánicas, y sabemos que sus manantiales y exuberante vegetación atrajeron a los emperadores mexicas que, en lugares como Oaxtepec, establecieron centros de retiro y de esparcimiento; sus aguas termales, con abundante contenido de minerales y rodeadas de frondosos amates, formaban un estanque natural de ricas propiedades curativas. También en Oaxtepec crearon un importante jardín botánico en el que cultivaban una gran variedad de árboles frutales, de flores y de plantas medicinales que merecieron el elogio de Hernán Cortés.
En la época colonial esta región fue uno de los principales centros desde donde los frailes franciscanos, dominicos y agustinos llevaron a cabo su labor de evangelización hacia el resto de la Nueva España. En el mismo poblado de Oaxtepec fundaron el Hospital de la Santa Cruz, uno de los primeros en América, y al que, por su fama, acudían enfermos desde lejanas tierras, como Guatemala y Perú. Las tierras morelenses también atrajeron a Hernán Cortés, quien obtuvo grandes extensiones como parte del marquesado que la Corona le otorgó.
En lo que hoy se conoce como la Hacienda de Cortés (antigua Hacienda de Atlacomulco), el capitán español instaló, en 1535, el primer ingenio de Morelos, iniciando así el cultivo de lo que después se conocería como el “oro blanco”, que pronto se extendió a todo el estado. De este modo sur-gieron haciendas tan importantes como la de San José de Vista Hermosa, San Carlos Borromeo, Chiconcuac, Santa Inés y San Gabriel de las Palmas, entre otras, que proveyeron a la Corona, así como a sus dueños, de cuantiosas riquezas. Estas haciendas, alrededor de las cuales fueron creciendo poblaciones cada vez mayores, generalmente contaban con la llamada “casa grande”, ricamente decorada, donde se desenvolvía la vida familiar y social de sus dueños; su iglesia o capilla, su trapiche, su chacuaco y su tienda de raya. La mayoría, además de azúcar, producían alcohol y aguardiente de caña.
Cuando los vientos de la revolución de independencia soplaron por Morelos, el estado fue uno de los primeros en unirse a la causa; aquí tuvieron lugar importantes batallas, como la de Cuautla, en la que José María Morelos resistió el célebre sitio que le impusieron las tropas realistas al mando de Calleja, y cuyas hazañas quedaron registradas en el pintoresco nombre que llevan las calles de esta población (Las angustias de Calleja, La intrépida Barragana, Los atrevidos de Asturia y Lobera).
También durante la revolución de 1910 tocó a los pueblos de Morelos jugar un papel protagónico. En el poblado de Anenecuilco, donde ahora se encuentra un pequeño museo, nació Emiliano Zapata, el famoso “Caudillo de la Revolución del Sur”. Para lograr la devolución de las tierras comunales, invadidas por las haciendas, y con el lema de “Tierra y Libertad”, Zapata estableció su cuartel general en Tlaltizapán, un antiguo molino de arroz que actualmente está convertido en un museo con fotografías, documentos, armas y objetos que alguna vez pertenecieron al caudillo.El 10 de abril de 1919, también en una hacienda, la de Chinameca, en la que antes había trabajado, fue acribillado y muerto este legendario personaje.
Fuente Tips de Aeroméxico No. 23 Morelos / primavera 2002
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