Museo del Lencero, la historia que vive en el presente
Vive una extraordinaria experiencia en este lugar, alojado en una hacienda que perteneciera al Gral.
Antonio López de Santa Anna, en el estado de Veracruz, ideal para reencontrarte con el pasado, la historia y el romanticismo. La historia de El Lencero data de casi cinco siglos atrás, cinco siglos de acontecimientos que trascendieron en la historia del país. Fue construida en 1525 como una modesta hostería para que descansaran los viajeros que se dirigían al puerto de Veracruz. Su primer dueño, quien habría de darle el nombre, fue un soldado de Hernán Cortés llamado Juan Lencero, y seguramente por un error producido por la fonética, el lugar acabó siendo conocido como El Lencero, nombre que aún conserva.
En 1560, el lugar ya se consideraba como una venta a la cual se le concedió un sitio para estancia de ganado cuya extensión era de 780 ha, ya que los viajeros requerían además de caballos, bueyes y novillos para el tráfico comercial entre la ciudad de México y el puerto de Veracruz, y a raíz de estas necesidades la propiedad de El Lencero se extendió a 1 755 hectáreas.
Durante la última parte del siglo XVI, el entonces propietario, Jerónimo Pérez de Salazar, diversificó las actividades de la venta, y además de la cría de ganado se dedicó al cultivo y procesamiento de la caña de azúcar, actividad que prevaleció hasta el siglo XIX.
El 27 de mayo de 1842, El Lencero pasa a ser propiedad de uno de los personajes más controvertidos de nuestra azarosa historia, ya que ocupó 11 veces la presidencia de la República: el general Antonio López de Santa Anna. A los 34 años de edad, Santa Anna compró la hacienda por la cantidad de 45 000 pesos y la conservó durante 14 años. Pero ¿cuál fue el interés que atrajo a Santa Anna a comprar y habitar la hacienda de El Lencero? Tal vez fue poseído por el encanto de este lugar, pero lo más seguro es que su mente y su instinto militar vieron en esta hacienda un sitio ideal para criar el ganado que necesita para alimentar a su tropa, y por eso bajo su mandato. El Lencero creció 200% en extensión. En octubre de 1844, Santa Anna mandó construir el frente de la capilla, hecho que coincide con un acontecimiento muy importante de su vida: contrajo matrimonio con doña Dolores Tosta, una joven y bella mujer.
Sin embargo, la suerte de Santa Anna declinó y en 1856 el gobierno de Comonfort decretó el embargo de todos sus bienes, por lo cual El Lencero pasó a manos de la Suprema Corte de Justicia.
En 1870 la propiedad se vendió en 50 000 pesos, y para 1875 El Lencero era una de las 10 haciendas más importantes de la región, ya que además de la ganadería, en ella se producía alfarería, hilados y tejidos de algodón, ladrillo y tejas.
En 1923, la hacienda sufrió la primera afectación agraria y se le quitaron 600 ha. En 1935 sufrió una nueva afectación de 1845 ha para dotaciones ejidales. De lo que había sido esta gran hacienda, don Rafael Murillo Camacho compró 28 ha en las que se localizaban las habitaciones del casco, el edificio de la fábrica, el acueducto y el manantial, y los reconstruyó con lo cual la hacienda recuperó parte de su antiguo esplendor. En 1981 el entonces gobernador del estado, Agustín Acosta Lagunes, adquirió en 12 millones de pesos la parte principal compuesta por 8 ha y ordenó la restauración de la casa principal. Asimismo, el gobierno tomó la decisión de crear un patronato autónomo que desde entonces se ha hecho cargo del mantenimiento y administración de este lugar.
Recorrido por El Lencero
Tal parece que en la actualidad El Lencero es un lugar ideal para la inspiración de los poetas, escritores y toda persona que desea estampar sus pensamientos, reflexiones y meditaciones. Durante mi recorrido por la hacienda quería fotografiar cada uno de los rincones, ya que sólo bastaba con girar la vista, abrir los ojos y encontrar una nueva imagen fotográfica. Hoy en día, la hacienda conserva su extensión de 8 ha. Su casco es una construcción de dos pisos y de tipo colonial, con todas las habitaciones alrededor de un jardín con una fuente al centro.
Mi recorrido comenzó por la planta baja, en lo que eran las habitaciones de los huéspedes y los recibidores. Los muebles de madera, las lámparas, los cuadros, las cortinas y los tapetes que decoran el lugar, crean un ambiente perfecto de la época. La sala de armas es representativa de uno de los pasatiempos deportivos favoritos de la época, y muestra las hazañas y aventuras de los hombres que practicaban la cacería. En esta sala se encuentran varias armas (escopetas, pistolas, espadas), además de las cabezas de los venados que adornan una extensa pared como trofeos.
Continuando mi recorrido, llegué a la cocina; el conjunto de utensilios, ollas de barro, vajillas de talavera y cucharas de madera, nos brindan la oportunidad de recrear la gastronomía mexicana de ese entonces; no es difícil pensar en los grandes banquetes para los nobles, generales y dueños de la hacienda, cuando uno está parado en este lugar.
Los frescos y sombríos corredores con sus arcos, enmarcan la vista de los magníficos jardines que rodean un pequeño lago, donde el agua refleja una enorme variedad de flores de muchos colores. Al final de un pasillo se encuentra la habitación del sereno, que era el encargado de cuidar la hacienda y prender las lámparas.
En la planta alta se pueden visitar las habitaciones de los dueños, las cuales muestran la intimidad y objetos personales de aquellos tiempos. También se encuentra la sala de música, un lugar especial y muy apreciado en donde los anfitriones e invitados tenían la oportunidad de manifestar sus sentimientos y aptitudes hacia esa expresión artística y en el que hay instrumentos como un piano austriaco, una mandolina italiana de 1891 y un chelo que tiene más de un siglo de antigüedad.
Con los vaivenes de la historia. El Lencero sufrió pérdidas, saqueos, robos y destrucciones como los causados en la Guerra de la Independencia cuando un grupo de insurgentes estableció allí un cuartel. Por tal motivo, algunos de los muebles y pertenencias de los dueños no se conservan, pero se reemplazaron por muebles que son de la época.
En la parte posterior de la hacienda hay un bellísimo árbol: es una higuera que tiene una antigüedad aproximada de 500 años y un tronco con diámetro cercano a los 3 m que se eleva para formar una hermosa copa por la cual la luz del sol se filtra entre ramas y hojas para formar múltiples haces de luz de diferente densidad.
La capilla, construida en un estilo ecléctico, es pequeña y al entrar a ella se siente un gran silencio y un sentimiento acogedor y de paz invade a sus visitantes. El altar de la capilla guarda una imagen de San José, y las imágenes que rodean sus paredes son admirables; desde el bondadoso y expresivo crucifijo hasta la dulce y tierna cara de Santa Teresa.
Actualmente, El Lencero representa para los habitantes de las cercanías, un patrimonio nacional y un legado, ya que antiguamente este lugar era fuente de ingresos de sus padres y abuelos. Se puede notar en ellos un gran orgullo por lo que es suyo, ya que además, por diversos motivos, importantes personajes de la historia y las letras como don Agustín de Iturbide, Ignacio Allende, Vicente Lombardo Toledano, Gabriela Mistral (quien vivió en la hacienda por un largo periodo), embajadores y altas personalidades de la política, han vivido o visitado este hermoso lugar que no debe dejar de conocer cuando vaya por aquellos rumbos.
Cómo llegar a El Lencero
Se puede hospedar en Jalapa la capital del estado de Veracruz. El Lencero está a 12 km de Jalapa tomando la carretera Jalapa-Veracruz y desviándose a su derecha en donde hay un letrero que indica la entrada a la escuela de policía.
¿Quieres escaparte a Veracruz? Descubre y planea aquí una experiencia inolvidable