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Nicolás Zúñiga y Miranda, el eterno candidato a la presidencia de México

Nicolás Zúñiga

Nicolás Zúñiga era extravagante, predijo un terremoto, creía en el espiritismo y afirmaba ser el presidente legítimo. Conoce la historia del "candidato perpetuo".

Nicolás Zúñiga y Miranda nació el 13 de mayo 1865 en Zacatecas, descendiente de una antigua familia de nobles españoles. Estudió Derecho en la Ciudad de México y saltó a la fama en 1887, cuando afirmó haber inventado una máquina que era capaz de predecir terremotos. Aunque parezca increíble, logró predecir un terremoto que azotó la capital ese mismo año.

Sin embargo, su prestigio no le duró mucho tiempo, ya que aseguró que un nuevo terremoto destruiría la capital mexicana en agosto de ese mismo año. Al dramatismo, agregó que el Popocatépetl y el Cerro del Peñón harían erupción simultánea. Debido a su primer acierto, una gran cantidad de personas abandonaron sus hogares, pero el siniestro no sucedió.

Nicolás Zúñiga

Después de su predicción fallida, Nicolás Zúñiga desapareció de la vida pública, hasta que en 1892 se presentó a las elecciones presidenciales bajo el eslogan «el candidato de la gente». En aquella primera contienda Zúñiga era opositor a Porfirio Díaz, quien para entonces ya llevaba 16 años gobernando. Las elecciones en aquel tiempo no implicaban ninguna amenaza para el presidente oaxaqueño.

Tras su derrota, Nicolás Zúñiga denunció un fraude electoral y se proclamó a sí mismo como ganador. Como respuesta, el gobierno lo arrestó y lo mantuvo retenido 25 días. Al recuperar su libertad, Zúñiga se declaró  «presidente legítimo» y se refería a Díaz como usurpador.

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Nicolás Zúñiga, el candidato perpetuo

Zúñiga era un hombre persistente, por lo cual participó nuevamente en las elecciones de 1896, 1900, 1904 y 1910. Aunque siempre perdía por su baja votación, aseguraba ser el triunfador y se proclamaba nuevamente presidente legítimo.

El gobierno de Díaz consideraba que Zúñiga era un lunático e inofensivo, y que no representaba ningún riesgo para el régimen, por ello no ejerció ninguna reprimenda contra él. Mientras tanto, Zúñiga llegó a creer que realmente era el presidente legítimo y logró tener algunos seguidores entre los habitantes de la Ciudad de México. Por tal motivo, era invitado a ceremonias y fiestas donde se le daba el trato de mandatario.

Don Nicolás Zúñiga está retratado en la obra «Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central» de Diego Rivera.

Además de su alejada visión de la realidad, Zúñiga tenía un comportamiento y apariencia extravagantes. El eterno candidato siempre vestía como caballero inglés: usaba sombrero, manóculo y fumaba histriónicamente de su pipa.

Cuando estalló la Revolución Mexicana, Zúñiga se propuso para reconciliar a Francisco I. Madero con Porfirio Díaz, servicio que ninguno de los dos bandos se tomó en serio. Posteriormente ofreció una sesión de espiritismo –movimiento popular entre los revolucionarios– para invocar al filósofo Aristóteles.

En 1917 nuevamente participó en las elecciones contra Carranza y, en 1920, contra el general Álvaro Obregón. Para ese momento de la historia Zúñiga era muy popular, no como político, sino como una figura cómica que mostraba la nulidad de la democracia mexicana.

El candidato eterno participó en su última elección en 1924 frente al candidato oficialista Plutarco Elías Calles. En aquella ocasión recibió amenazas de muerte por parte de los seguidores de Elías Calles. Murió el 8 de julio de 1925 en la total pobreza.

Fuente:

Torres, Rodrigo Borja; «Don Nicolás Zúñiga y Miranda o el candidato perpetuo», Editorial Miguel Ángel Porrúa, Ciudad de México, 1999.

autor Filósofo por formación. Contempla el alma e imaginación de México.
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