Nuevos métodos para la conquista espiritual
Hagamos un poco de historia, diciendo que ya para la mitad del siglo XVII, la conquista espiritual de la Nueva España estaba prácticamente cubierta. Apenas las apartadas regiones del norte, muy abandonadas para esas fechas, poseían aún lugares huérfanos de misión, generalmente habitados por grupos nómadas o semi-nómadas, que, tanto por su abrupta localización geográfica, como por su índole arisca y agresiva, habían resultado inaccesibles al contacto de los religiosos.
Hagamos un poco de historia, diciendo que ya para la mitad del siglo XVII, la conquista espiritual de la Nueva España estaba prácticamente cubierta. Apenas las apartadas regiones del norte, muy abandonadas para esas fechas, poseían aún lugares huérfanos de misión, generalmente habitados por grupos nómadas o semi-nómadas, que, tanto por su abrupta localización geográfica, como por su índole arisca y agresiva, habían resultado inaccesibles al contacto de los religiosos.
En el último tercio del siglo XVII, el franciscano Antonio Linaz de Jesús María —quien había trabajado en la provincia franciscano de San Pedro y San Pablo, de Michoacán—, con la mente y el corazón puestos en el empeño de llevar el conocimiento de la verdadera religión a los grupos indígenas aún no reducidos, ideó nuevos métodos que resultaron más eficaces. En un viaje a Madrid, confío a un superior su sistema diferente de evangelización, y pidió permiso para reclutar —con plena voluntad libre de los interesados— a 12 frailes. Aceptado su proyecto, se le asignó el convento de la Santa Cruz de los Milagros de Querétaro para fundar el primer Colegio dePropaganda Fide. Esto sucedía el 15 de agosto de 1683.
Este colegio tuvo filiales importantísimas: el de San Fernando, de México; el de Nuestra Señora de Guadalupe, en Zacatecas; el de San Francisco, en Pachuca; el de Nuestra Señora de Zapopan; el de San José de Gracia, en Orizaba; el de Cristo Crucificado, de Guatemala, y el de San Luis Rey, de California.
La esencia de sus nuevos métodos se podría concretar en tres puntos: una predicación hecha a la medida de la mente y psicología indígena; el ahondamiento en el verdadero significado del espíritu misional, y la realización de una promoción humana integral. Estaba visto que lo espiritual siempre tenía que ir de la mano de lo material: esa es nuestra condición humana.
Inmensos fueron los frutos bajo este régimen. Bajo él trabajarían, más de medio siglo después, fray Junípero Serra y sus compañeros.