Parques Pombo y Miraflores (Distrito Federal)
Existen numerosos rincones tradicionales en la ciudad de México que fueron el paseo cotidiano de aquellas personas que nos antecedieron, donde se puede respirar al aire libre, tener contacto con la naturaleza, y escuchar de cerca las risas estruendosas de los niños.
Tal es el caso de estos parques situados en la colonia San Pedro de los Pinos. El rancho de San Pedro y Santa Teresa, o de los Pinos, que ocupaba los terrenos de la actual Unidad 8 de Agosto, colindaba con la antigua población de Tacubaya en su costado sur. Hacia 1886 se habían trazado en dichos terrenos poco más de 20 manzanas, y para 1900 la naciente colonia se comenzó a poblar. Su traza urbana muestra una retícula ortogonal bien definida, en la cual se distingue la nomenclatura numeral —por lo general— de sus calles.
El Pombo
El acceso es muy fácil, toma la Línea 7 del Metro (Rosario–Barranca del Muerto) y baja en la estación San Pedro de los Pinos. Busque la Calle 7 y camina dos cuadras al oriente para llegar al Pombo, llamado así en honor de Luis Pombo, abogado oaxaqueño, quien donó este espacio a la comunidad en 1904. Sus dimensiones no son extensas, sin embargo, cuenta con todo lo necesario para disfrutarlo, incluyendo un área de juegos infantiles como resbaladillas, columpios y renta de cochecitos eléctricos; el quiosco ochavado, cuya cubierta es sostenida por las clásicas columnas metálicas esbeltas de su época, y un conjunto de árboles que gracias a su amplia sombra permite disfrutar los rayos del sol. De los inmuebles ubicados a su alrededor destaca en su esquina suroriente, una casa estilo colonial californiano (tipo Polanco) con su ornamentación barroca mostrada en puertas y ventanas.
Este parque tiene por colindantes (al sur) dos famosos lugares, el Mercado San Pedro, reconocido en toda la ciudad por sus amplios comedores donde se sirven exquisitos platillos a base de pescados y mariscos; y la parroquia de San Vicente Ferrer con su enorme fachada revestida de tabique, cuya portada presenta la mezcla de los estilos barroco y neoclásico, sobresaliendo además su torre campanario de forma ochavada. Vale la pena adentrarse en el interior de dicho templo construido por los dominicos entre 1922 y 1958, para apreciar sus altares dorados, estupendos vitrales policromados en el crucero de la nave, y hermosas pinturas alusivas a la vida de San Vicente Ferrer en los muros del ábside.
El Miraflores
Ahora toma la Avenida 2, y camina hacia el sur cuatro calles para rematar con este parque, de mayor extensión y número de árboles y plantas (incluso palmeras). Se distinguen los pavimentos o pisos diseñados a partir de circunferencias de diversos tamaños y sus enormes pinos hacen recordar el nombre de esta colonia.
El centro lo ocupan también juegos infantiles: columpios, resbaladillas incrustadas en volúmenes piramidales, sube y baja, y aros metálicos. A diferencia del Pombo, casi no hay comercios alrededor de éste, con excepción de una estética que se mimetiza con las casas habitación y departamentos en forma perfecta. Las risas divertidas de los pequeños, se funden con los cantos de los pájaros, y un grupo de bancas de concreto crean un lugar especial bajo la sombra de varios árboles, que motiva la plática, lectura o meditación. Para los adultos, caminar pausadamente alrededor de este parque disipará sus problemas cotidianos por un buen rato.
Los parques Pombo y Miraflores forman parte de esos rincones pacíficos que se vuelven increíbles, en este caso, al ser “escoltados” por dos de las más ruidosas avenidas de la ciudad: Revolución y Patriotismo.
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