Pasión mexicana
Son muy pocos los que recuerdan que lo que hoy llamamos Centro Histórico aparecía en los diálogos cotidianos como el México viejo.
Con el paso del tiempo cambió su pulso, su arquitectura y sus rasgos urbanos. De esto tenemos noticias gracias a los documentos antiguos, a los artistas de la época colonial y, desde luego, a la cámara fotográfica y a la emulsión que irrumpieron a la mitad del siglo XIX para dejarnos postales verdaderamente inolvidables. Se van unos y llegan otros al Zócalo monumental que preside el Centro Histórico.
La imaginación popular sabe que el lugar le pertenece. En ese espacio se entretejen miles de rostros: danzantes y maestros, trabajadores y hombres de oficina, payasos y cirqueros, vendedores y policías, soldados y creyentes, magos y merolicos. Los rostros y las voces son, en cierta medida, el signo distintivo de las ciudades.
Y Yolanda Andrade va en su búsqueda. Los testigos la rodean. Los hechos, en ocasiones irrepetibles, fugaces y también trascendentes, originales y primigenlos, se acumulan entrampados en el tiempo. La fotógrafa ha estado ahí una y otra vez, se ha acomodado paciente tras la retina de su máquina fotográfica. Cada vez que quiere se asoma como testigo que intenta y logra de manera impecable reproducir lo que la imaginación ha creado sin proponérselo.
La mirada de Andrade es perseverante y sempiterna. Casi me atrevería a decir que para ella el espacio es determinante, pero al fin y al cabo es un pretexto, en todo caso es un lugar apreciado por los otros, por los que llegan inesperadamente para asombro de los testigos y de los intrusos, esos que han estado ahí desde s lempre. Pero llegar hasta ahí, hasta el corazón de la ciudad, no lo hace todo.
Quien desee como Andrade imprimir las placas que constituyan un testimonio visual original y persuasivo debe saber cuándo y cómo estar, y además ejercer el privilegio de la vista para arrebatarle al contexto las imágenes que le interesan.
La autora de las fotografías lo sabe hacer y lo sigue haciendo porque tiene el as. Basta con mirar sólo algunas de sus imágenes, basta con apreciar el encuadre, su manejo de la luz y saber que estuvo ahí en el mejor momento. Pref lero dejar hasta aquí las palabras, que estas imágenes no necesitan mucho más.
YOLANDA ANDRADE
Estudió fotografía de 1976 a 1977. Asiste al Visual Studies Workshop en Rochester, N. Y. A partir de esa fecha trabaja como fotógrafa de fijas en producciones cinematográficas mexicanas y como fotógrafa quienindependiente para diversas publicaciones periódicas.
De 1991 a 1994 labora en el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. A partir de 1992 se inicla como maestra de fotografía en la Escuela de Fotografía Nacho López. Becasydistinciones 1986 Mención honorífica en el concurso de fotografía del PSUM, México, D. F. Beca de Producción en la IV B lenal de Fotografía, CMF- INBA, México, D. F. 1993 Becarla del Sistema Nacional de Creadores, FONCA, México, D. F.
1994 Becarla de la Fundación John Simon Guggenheim de Nueva York, para realizar un proyecto fotográfico sobre la Ciudad de México. 1997 Becarla del Sistema Nacjonal de Creadores, FONCA, México, D. F. 2000 Beca del Programa de Fomento a Proyectos y Coinversiones Culturales, FONCA, México, D. F., para editar un libro de fotografías sobre la Ciudad de México. 2003 Becarla del Sistema Nacional de Creadores, FONCA, México, D. F.
En 1988 publica un libro de 41 fotografías, tituladoLos velos transparentes, las transparencias veladas,con prólogo de Carlos Monsiváis, editado por el Gobierno del Estado de Tabasco, México. A partir de 1988 ha sido invitada a participar en diversas mesas redondas y, además, como conferencista por la Society for Photographic Education, el International Center of Photography, el California Museum of Photography y la Universidad de Texas en Austin, en los Estados Unidos de Norteamérica.
En la Ciudad de México ha sido conferencista y ha participado en diversas mesas redondas sobre fotografía. En 2002 publica el libroPasión mexicana,editado por CONACULTA/FONCA y Casa de las Imágenes, México, D. F.
Fuente: México desconocido No. 319 / septiembre 2003
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