La historia de la perrita escondida en el Palacio de Bellas Artes
Casi nadie ha visto a la perrita de mármol escondida en el Palacio de Bellas Artes, sin embargo detrás de ella existe una historia impresionante.
El legendario arquitecto italiano Adamo Boari arribó a México en 1889, procedente de Chicago. Pero no vino solo, lo hizo con Aida, una perrita de la raza setter que se había convertido en su mejor compañera de andanzas.
Porque aquel hombre era, sobre todo, un aventurero; distaba mucho de ser el tradicional constructor de despacho. De hecho llegó a México sin algo seguro, traía solo la idea de que el gobierno de Porfirio Díaz lo contratara para la construcción del edificio del parlamento mexicano.
Adamo Boari y su perrita Aida
Sin embargo, la obra le fue negada para dársela a Emilio Dondé, que como sabemos, la dejó inconclusa, convirtiéndola en el Monumento a la Revolución, pero esa es otra historia.
Así que, como quien dice, Adamo Boari se quedó chiflando en la loma. Díaz le encargó, casi como premio de consolación, una estatua ecuestre que nunca llegaría a realizar. Pero había más para él que solo pasar a la historia como un escultor. Echó a andar su dotes diplomáticas y trabó amistad con el ministro de Hacienda José Yves Limantour.
Boari obtiene la construcción de Bellas Artes
Gracias a ello logró que el gobierno porfirista le asignara la construcción del Palacio de Correos y el nuevo Teatro Nacional, que a la postre se convertiría en el Palacio de Bellas Artes, pero con la condición de que fuera supervisado por el ingeniero mexicano Gonzalo Garita.
Fue en este último inmueble en el que Adamo, originario de Ferrara, Italia, tuvo una mayor libertad para imponer sus ideas, sobre todo en la ornamentación. Encargó a su amigo Gianetti Fiorenzo, esculpir en el mármol exterior del teatro flora y fauna mexicana: monos, lobos, serpientes, chivos, jaguares, además de girasoles, flores de ocote, piñas, etcétera.
Muerte de la perrita Aida
Pero durante este proceso ocurrió una desgracia. La perrita de la raza setter, la cual siempre acompañaba a Boari a las obras, murió. Desolado por el deceso, se le ocurrió rendirle un homenaje a la can pidiendo al escultor que hiciera dos rostros de su mascota para colocarlos en una de las dos puertas laterales del frente de lo que es hoy el Palacio de Bellas Artes.
Se trata del único animal, de todos los que están esculpidos en los muros del recinto, que no forma parte de la fauna mexicana. Así que la próxima vez que estés frente a la monumental obra, no te olvides de saludar a Aida, nombrada así por la ópera de Giuseppe Verdi.
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