Las piñas vidriadas, una artesanía muy michoacana
De las muchas artesanías tradicionales de México, hay una que resalta por el cuidado y el colorido de su aspecto. Unas invitadas de muchas casas, las piñas vidriadas son una artesanía originaria de Michoacán ¡Descúbrelas!
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Del amplio repertorio del trabajo artesanal mexicano, las piezas con cristal y vidrio tienen un lugar muy especial. Suelen ser obras que muestran una gran delicadeza en su manufactura, y realzan la destreza de las manos que las crean. Una de dichas artesanías es sin duda relevante por su colorido y minuciosa elaboración. Se trata de las piñas vidriadas, una ornamentación típica de Michoacán que suele estar muchos hogares de nuestro país.
¿De donde vienen las piñas vidriadas?
Las piñas vidriadas tienen su cuna en la población de San José de Gracia, en la llamada “meseta purépecha” de Michoacán. Es la cabecera del municipio de Marcos Castellanos. Se cuenta que la creadora original de estas piezas fue una vecina de San José, la señora Elisa Madrigal Martínez, en los años sesenta del siglo XX. Ella a su vez fue madre del maestro Hilario Alejos Madrigal, quien en el presente es uno de los artesanos más aclamados del país, precisamente por la calidad de sus trabajos con la alfarería vidriada también conocida como esmaltada.
De por si, San José de Gracia era ya conocido por la elaboración de utensilios de barro, los artesanos de esta localidad se volvieron bastante afamados por la elaboración de las impresionantes piñas. Sin proponérselo, su trabajo se volvió uno de los símbolos infaltables de Michoacán, así como una seña material de identidad y de maestría en su oficio.
La elaboración de las piñas
Para la manufactura de las piñas vidriadas, se utilizan barro y tepetate (una arcilla de origen volcánico). Estas se mezclan para obtener una arcilla más fácil de modelar. Después, se obtiene de la matriz de arcilla un trozo de aproximadamente dos kilos de peso y se comienza a amasar a mano para suavizarlo y hacerlo maleable. Se va formando una suerte de tortilla y cuando ésta ha alcanzado un diámetro cercano a los 60 centímetros, se coloca dentro de un molde con la forma de la mitad de una piña. Se repite el mismo proceso con otro pedazo de arcilla, hasta que finalmente se juntan ambos moldes para obtener la pieza completa.
Cada piña lleva un proceso muy laborioso de trabajo manual por medio del uso de la técnica del pastillaje, consistente en la aplicación de muchos y pequeños trozos de arcilla, modelados con formas orgánicas que revisten el cuerpo de la piña. Así se le da una textura que evoca la superficie de la fruta. Los detalles de la cáscara de la piña y sus hojas son realizados a mano, uno a uno y se van pegando de igual forma a la pared de la pieza.
Luego de un primer cocimiento de la piña vidriada en un gran horno abierto, se emplean esmaltes de colores, sobre todo verdes, azules y cafés, para decorarla. Tras haberla pintado con alguno de estos tres tonos, la pieza se pone a secar para ser introducida nuevamente a una segunda cocción o “quema” en el mismo horno. Esta vez sube hasta casi los 1000 grados centígrados, pues es la temperatura a la que el esmalte se funde y se logra el bello acabado vidriado de estas hermosas piezas.
Un bello ornamento
Destinadas a la decoración y al uso como soperas o poncheras, las piñas vidriadas adquieren formas y dimensiones diversas. Llegan a alcanzar alturas de 1.20 metros, y cuentan con combinaciones muy audaces en sus decorados, combinando la forma original la piña con otros motivos vegetales y abstractos.
Existen piñas con adorno de «pellizco» o de lengüita. También hay hermosos trabajos con forma de biznagas azul cobalto o color verde esmeralda. Suelen ser piezas que brillan por su elegancia y belleza. En definitiva son una muestra de la riqueza artesanal que el estado de Michoacán y San José de Gracia tienen como cuna de grandes alfareros en México.
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