Plantel Matilde, la obra arquitectónica de Javier Marín
¿Qué pasa cuando un escultor lleva su estética a la arquitectura? Plantel Matilde es la obra de Javier Marín donde la creatividad juega con concreto y agua.
Dónde está Plantel Matilde
A Plantel Matilde se llega por una brecha abierta desde un portón a pie de calle en la localidad de Sac Chich, municipio de Acanceh, Yucatán.
Al terminar el recorrido entre árboles maderables y arbustos nativos, el camino se abre a un amplísimo claro en la vegetación de selva baja.
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Ahí, en medio del descampado, los ojos atestiguan, no sin cierta incredulidad, la presencia de un edificio imponente y a la vez silencioso, integrado al entorno de dzidzilchés, jabines y ceibos, y que en un primer atisbo refiere tanto a la arquitectura clásica como a la prehispánica.
Cómo nació Plantel Matilde
La idea de construir y vivir este espacio se remonta al año 2010, cuando el artista mexicano Javier Marín llegó al estado de Yucatán en busca de un lugar alternativo que le ofreciera tranquilidad e inspiración.
Y lo encontró a menos de 30 kilómetros al suroeste de la ciudad de Mérida, en los terrenos de un antiguo plantel henequenero.
La zona, el paisaje y el aislamiento funcionaron como catalizador para cumplir con una asignatura pendiente en su quehacer artístico: la realización de una obra arquitectónica.
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La opera prima
Un deseo incubado, quizás, gracias a aquellas maquetas, dibujos y perspectivas con las que creció en la casa de su infancia y que eran obra de su padre, el arquitecto Enrique Marín López. Décadas después, el artista Javier Marín proyecta Plantel Matilde, su opera prima arquitectónica.
La vocación escultórica del artista está, desde luego, presente en la proyección de Plantel Matilde. El espacio, leitmotiv de la disciplina arquitectónica, también resulta vital en la planeación de la escultura pública.
A lo largo de su carrera, Javier Marín ha realizado distintos ejercicios de intervención del espacio físico en México y el extranjero, instalando composiciones escultóricas en plazas públicas; piezas de gran formato que replantean la percepción del lugar que tienen quienes lo transitan cotidianamente.
Javier Marín construye así recorridos de ida y vuelta donde el espectador se vuelve partícipe de la relación entre espacio público y arte contemporáneo.
En el caso de Plantel Matilde, el artista extrapola esta idea a una escala en la que el espectador es ahora el usuario, quien hace este recorrido entre arquitectura y escultura y transita/habita la obra de arte.
La forma
La escala monumental de Plantel Matilde, con una planta cuadrangular de 70 metros de lado y una altura de 12 metros de piso a techo, responde y satisface dos necesidades:
- por un lado, alojar de manera armónica las esculturas de Javier Marín, de gran escala
- y por el otro, funcionar como observatorio con un techo-terraza que se alza más allá de las copas de los árboles, un guiño a los antiguos pobladores mayas de la península, destacados astónomos.
Así, un mirador ubicado en el techo permite una visual de 360 grados y una observación continua del firmamento.
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Concreto y agua
Plantel Matilde es, materialmente, una obra de concreto y agua. El primero le confiere fuerza y resistencia y su uso facilitó la construcción en medio de la selva.
El segundo elemento, integrado a manera de espejos de agua que replican luces y sombras, tiene una intención estética y a la vez funcional, como regulador de las altas temperaturas de la región.
El cuerpo de agua que circunda la edificación rememora en un primer vistazo la arquitectura militar medieval y sus fosos de protección, usados esta vez como una contención de fauna.
Sin embargo, el agua, elemento primordial en la cosmovisión maya, trasciende esta primera idea de aislamiento para asentarse también en el centro de la construcción, en una suerte de claustro líquido que a su vez alberga una isla central en la que se conserva el terreno y la flora original.
De esta manera, la utilización de agua en el exterior que se continúa en el interior confiere al edificio una cualidad de ligereza «como si flotara» que contrasta con la solidez del material empleado en la construcción.
Lo público
La parte frontal la constituye una galería en escuadra. Presenta una sucesión de amplios vanos y altas columnas articuladas en un hermoso ejercicio rítmico que extiende el espacio perceptible.
La galería está rematada en los extremos por los accesos a dos largos salones laterales unidos también en escuadra y que replican, como en un efecto de positivo/negativo, el ritmo de las galerías con sus muros y ventanas.
Mientras estas áreas, de gran escala, pueden fungir como talleres o espacio de exposición de obra, las entrañas del edificio cumplen con la función habitacional, propiamente dicha.
Lo privado
En ambos extremos de la fachada, por una sencilla escalera se accede a la zona destinada a albergar a artistas en residencia.
En esta área, con un aire monacal congruente con la sobriedad del proyecto, una serie de celdas-dormitorio se aglutina a partir de un espacio de convivencia.
De nuevo en la superficie, una escalera más amplia desciende desde el nivel de piso hacia la seccion privada, un espacio habitable para el artista, sencillo y confortable, desde el que se accede a la piscina, excavada discretamente también a nivel de piso, de modo que nada interfiera el ritmo y la ascética visual de la fachada.
En estos subterráneos, tanto en el ala de la residencia como en la vivienda del artista, la parte superior de las paredes de piedra vista presenta aberturas a modo de ventanas ubicadas ligeramente por encima del nivel del espejo de agua circundante, lo cual hace que el aire refrescado por el agua circule en ventilación cruzada por espacios abiertos.
Esto confiere al espacio habitable una frescura que hace innecesaria la ventilación artificial, acorde con la intención del artista de reducir al mínimo el impacto ambiental.
La estética de Marín se materializa en Plantel Matilde
Plantel Matilde es una obra congruente con los postulados estéticos de Javier Marín.
Al igual que en su obra escultórica y pictórica, están presentes aquí las ideas de proceso y accidente, la marca que deja el paso del tiempo en la obra, la intervención del otro, la huella.
Enclavado en medio de la selva yucateca, se trata de un continuo trabajo en proceso.
Se trata de una obra plástica con influencias tanto prehispánicas como clásicas, y también una abstracción de la arquitectura decimonónica en la península, de esos cascarones de hacienda que guardan la memoria del auge henequenero, y cuyos espacios abiertos, a decir del artista, han acumulado la huella de siglos y se pueblan con vegetación y vida.
Plantel Matilde es una escultura funcional que, despojada de ornamento, dialoga con el artista y su obra, con el entorno y con el tiempo que deja en ella su pátina.