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La historia de la primera elefanta que llegó a la Nueva España

Ciudad de México
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La dócil elefanta desembarcó en el Puerto de Veracruz y fue llevada hasta la capital caminando para que pudiera ofrecer espectáculos en el trayecto. Conoce su historia.

En algún mes de 1800 desembarcó en el Puerto de Veracruz la primera elefanta que pisó la Nueva España. En ese entonces ningún mexicano, a excepción tal vez de algún acaudalado viajero, había visto jamás un paquidermo, ni siquiera en litografías.

Por lo que la elefanta de nombre desconocido solo causaba asombro a su paso. No fueron pocos los atónitos novohispanos que tuvieron la oportunidad de ver el lánguido andar del enorme animal en su travesía de 420 kilómetros a pata de la costa hasta la capital del país.

¿No había un vehículo de grandes dimensiones para transportarla? O más bien, ¿su dueño, Juan Ignacio de Jesús, quería hacer negocio mostrándola por todos los poblados a los que llegaba?, la historia apunta sobre todo a esta última opción.  

Antes de desembarcar en Veracruz la elefanta había tenido presentaciones en Cuba y Estados Unidos, siempre al lado de un perro que servía para que el público ponderara las dimensiones de la paquiderma. Sin embargo, esa temeridad que pudo haber causado por su gran tamaño era aplacada al observar su docilidad y nobleza.

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Aunque el asombro de las masas habría valido la realización de crónicas que explicaran el destino de la elefanta después de arribar a México, no hubo o no sobrevivió ninguna que diera referencias sobre ella. Desapareció de la historia.

Un segundo paquidermo macho, al que sí le dieron un nombre, llegó a México 33 años después. Se llamaba Mogul y era propiedad de un empresario de espectáculos ambulantes.

Al igual que su antecesora, Mogul fue transportado en barco para así desembarcar en las costas de Veracruz. Aunque era viejo también lo obligaron a irse a pata desde la costa hasta la capital del país para dar funciones por donde quiera que pasaba.

El paquidermo murió un año después de arribar a la ciudad causando gran consternación entre los habitantes.

Su propietario vendió los colmillos a joyeros, los huesos fueron limpiados para posteriormente ser exhibido como animal prehistórico en la calle de Zulueta para así cobrar dos reales para mirar la osamenta.

Y la carne que salió del esqueleto de Mogul fue adquirida, según relata la investigadora Gloria Fuentes en el libro Circa Circus, por vendedores de antojitos.

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