Pueblos y culturas en el Totonacapan I
En el México antiguo, la porción central de la Costa del Golfo, la que corresponde al núcleo del actual estado de Veracruz, fue llamada el Totonacapan, debido a que se transformó en el hábitat de los totonacos.
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Los totonacos irrumpieron en dicha región probablemente hacia los siglos VIII y IX de nuestra era, porque era muy común olvidar que antes de que esta etnia poblara la zona, existieron otros pueblos y culturas —algunos de gran antigüedad—, con una personalidad propia y sobre todo con expresiones artísticas que les son inconfundibles.
Esta diversidad de pueblos que habitaron la Costa del Golfo ocuparon un territorio que va desde el río Papaloapan, hacia el sur, hasta el río Cazones, por el norte, siendo su limite, por el poniente, la Sierra Madre Oriental. Tenían siempre a la vista —y ello seguramente determinó su carácter— las costas atlánticas.
Los datos arqueológicos nos informan que fue hacia el año 2000 a.C., cuando surgieron las primeras aldeas, cuya economía mixta debió incluir entre sus actividades básicas la agricultura. No debemos olvidar que, por su proximidad con el mar, esta gente subsistía desde épocas anteriores gracias a la intensiva recolección de moluscos, actividad que dejó sus huellas en los grandes concheros de hoy en día, y también por su especialización en la pesca.
Se han descubierto evidencias de las casas habitación de aquellos agricultores tempranos, chozas semisubterráneas hechas de materiales perecederos. Junto a estos vestigios suelen encontrarse artefactos líticos (artefactos de piedra) que nos muestran las diversas adaptaciones de la tecnología según las necesidades y, por supuesto, una abundancia de cerámica, especialmente fragmentos de recipientes y figurillas modeladas delicadamente. Todo ello constituye el registro cultural más temprano de las primeras aldeas en la Costa del Golfo.
Los arqueólogos que se han ocupado de esta época aldeana han realizado descubrimientos importantes en algunas regiones muy precisas, entre ellas, la cuenca del río Nautla, la zona semiárida que se extiende de Jalapa a Cotaxtla, la región de Orizaba y Córdoba, la cuenca de los ríos Blanco y Papaloapan y en el área donde se asentó posteriormente la gran ciudad de Cempoala.
Los sitios más tempranos que han trabajado lo arqueólogos en Veracruz son: el Trapiche y Chalahuite el Viejón, el Limoncito y Tlalixcoyan. En estas excavaciones, el material más abundante es la cerámica, en, la que destacan vajillas que corresponden a tipos monocromos así como cerámica con decoración grabada incisa y estampada, con diseños en los que se utilizaban conchas marinas y al cual se denomina rocker-stamp.
Hacia 1500 a.C., surge en gran parte de la región central una tradición con expresiones artísticas muy características, a la que se ha definido como «cultura de Remojadas», porque fue precisamente este sitio explorado por Alfonso Medellín Zenil— el que brindó el mayor número de ejemplares y los de mejor calidad. Esta cultura de Remojadas, que se reconoce por su estilo artístico, se aprecia plenamente desarrollada y se ha considerado que debió derivar del tronco común de la tradición costeña, de la cual surgieron, en su momento, los Olmecas arqueológicos.
El periodo cronológico que los arqueólogos denominan Formativo o Preclásico en su fase tardía, muestra a los pobladores del centro de Veracruz con una espléndida cultura aldeana, identificada esencialmente por las figuras de barro cocido que recrean la vida cotidiana y ceremonial de aquellos tiempos. Los artistas nativos modelaban con gran creatividad las imágenes de hombres y mujeres, y decoraban su cuerpo y rostro con diseños logrados con pintura de chapopote.
Hacia el año 300 de nuestra era ocurren cambios en la costa de Veracruz, iniciándose el periodo cultural que se denomina genéricamente como Clásico. La región central de Veracruz fue paso obligado en las rutas de los mercaderes que recorrían el camino entre Teotihuacán y las ciudades mayas. Por esa razón, el estilo artístico teotihuacano y los elementos iconográficos del panteón de dicha urbe está con abundancia en la región; incluso muchos de los estilos arquitectónicos que definieran al mundo clásico costeño derivaron de alguna manera del complejo Talud y Tablero de la capital teotihuacana.
En estos tiempos, el Totonacapan vio florecer aldeas y centros ceremoniales que gozaban de una abundante producción agrícola y que dejaron testimonios de su creatividad en las ricas ofrendas rituales que han sido descubiertas en épocas recientes por los arqueólogos. De todas ellas, el descubrimiento más espectacular se realizó en el sitio llamado El Zapotal, ubicado en la parte meridional de la amplia región de la que nos ocupamos. Este lugar fue probablemente un importante santuario dedicado a Mictlantecuhtli, el señor de los muertos, y así la gran ofrenda reconstruye de alguna manera el concepto que aquellos costeños tenían del inframundo.
Preside las ceremonias la imagen del señor esqueleto. A su figura le fue dedicado un entierro masivo de enormes esculturas modeladas en arcilla, muchas de tamaño natural, en las que apreciamos mujeres con los senos al descubierto y un rostro que nos recuerda el cuero de los despellejados ritualmente; a estas imágenes se les ha llamado las cihuateteo, las mujeres diosas, aquellas que habían muerto en el momento de dar a luz.
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