Punta Laguna y Ruinas (Quintana Roo)
Pueblo de tradiciones y costumbres mayas has sabido preservar al lagarto, a la tortuga y al mono araña...
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Tu laguna enmarcada por la selva tropical es escenario predilecto de más de cien especies de aves… Pequeños montículos dejas entrever vestigios de antiguas estructuras mayas. Aquella vez, hace ya algunos años, me dirigía a la zona arqueológica de Tulum, famosa por ser una construcción amurallada situada frente al mar Caribe de espléndido color azul turquesa. Para llegar allí existen dos posibilidades: la carretera que va de Cancún a Chetumal o la carretera libre que va de Cancún a Mérida; a la altura de Nuevo X-Can, a la izquierda, está la desviación hacia Tulum. Este es precisamente el recorrido que hicimos aquella vez. El camino, a partir de la desviación, es estrecho y sombrado.
El relajamiento producido por la variada gama de tonos de verde hace que se maneje a velocidad moderada; por tanto, puede uno percatarse de todo lo que existe en el trayecto. Aproximadamente a unos 40 km sobre la ruta, me llamó la atención un letrero de madera, con letras que no eran precisamente artísticas, en el que se leía: “Punta Laguna y Ruinas”. Mi curiosidad no se acordó del dicho aquel que reza “que mato al gato”. Giré el volante. Inmediatamente, a unos 200 m de brecha de terracería, se topa con un gran lago. En estos lugares la mirada se convierte en manos que acarician la belleza de la vegetación y del agua mansa. Ahora, en esta nueva visita, me sorprendió ver que han limpiado de maleza las construcciones mayas cercanas. Esos vestigios recuerdan el tipo de estructura que caracteriza a los altares; son de poca altura y puede intuirse que rodeaban una plaza ceremonial. Muy cerca de allí, han hecho el tradicional altar maya que consta de tres cruces de diferentes tamaños, vestidas bellamente con pequeños huipiles y protegidas de la intemperie por un techo de palma.
En la cultura maya, el concepto de la cruz, que aprovecharon los españoles para evangelizar, tiene un significado cosmogónico: el cruce de la vida con la muerte, la noche con el día, la luz con la oscuridad, y así hasta el infinito del cruce de los extremos para encontrar alguno que permita vivir en armonía. Paseando por allí escuché un conjunto de sonidos producidos por ramas que se movían, además de una especie de aullidos que me hicieron voltear la cabeza y alargar la vista, para espiar. Unos intrépidos y ágiles mono araña jugueteaban: allí viven y su aspecto simpático alegra el espíritu del visitante. Junto al lago han construido un pequeño muelle desde el que se puede embarcar en un cayuco. Es un placer navegar y apreciar el vuelo de los pájaros, sentir la refrescante brisa que de pronto recorre el cuerpo sudoroso. El privilegio de ser capitán y decidir, con el movimiento de los remos, el rumbo de la travesía, hace que nos sintamos libres.
El entorno selvático presume de gran variedad de árboles y palmas de guano, cuyo reflejo en el agua da la impresión de estar sobre un espejo. Esta laguna es de las más grandes de la región, pues tiene la particularidad de ser muy profunda en algunas partes, mientras que, en otras, se teme que el cayuco encalle. Punta Laguna y Ruinas ahora tiene un letrero más atractivo, e incluso su custodio, don Serapio, atiende e informa al visitante en una palapa en la que se puede adquirir deliciosa miel cosechada en esa zona y, de esta manera, colaborar para la preservación de la reserva ecológica. Al escuchar el habla parsimoniosa de don Separio, se entra a la experiencia de quien avanza junco con la naturaleza en un mundo cambiante que requiere de cuestionamientos y explicaciones para conservarlo, al tiempo que cada persona se suma a una convivencia con otras de diferentes regiones y culturas. Los pobladores de esta comunidad se dedican a la siembra de la milpa, además de haberse organizado con el fin de incursionar en el turismo para poder allegarse recursos y mejorar su calidad de vida.
Esta excursión puede continuar después de haber disfrutado, por espacio de dos horas más o menos, de la privacidad de la laguna. Sobre el mismo camino, unos kilómetros más adelante, vale la pena visitar Campamento Hidalgo, ideal para seguir la jornada. En esa pequeña comunidad, sus habitantes han conformado un museo con artesanías hechas por ellos. Alegremente, los niños anuncia la existencia de una caverna que puede visitarse. Aquí es donde empieza la aventura, ya que los pequeños guías cuentan historias y describen las figuras que ellos vislumbran en las estalactitas y estalagmitas. Sus poblados proceden de Yucatán, quienes desde el medio selvático se han ido acercando a la carretera para tener acceso a otras actividades. Por ese tramo se puede entrar y salir de Quintana Roo, pero Punta Laguna y Ruinas así como Campamento Hidalgo pertenecen a Yucatán. En Campamento Hidalgo están orgullosos de su pequeña laguna en la que, dicen los niños, habitan lagartos. Al verlos sumergirse en su frescas aguas, uno se pregunta: ¿Sabrán los lagartos que no deben acercarse a los bañistas? La vegetación que circunda la laguna son altos pastizales en los que de pronto puede apreciarse una garza levando el vuelo.
Entre Punta Laguna y Campamento Hidalgo, sobre la carretera a mano derecha, es importante estar alerta para que, desde unos 60 m antes, se tomen las precauciones necesarias con el fin de estacionarse frente a una enorme ceiba, árbol sagrado de los mayas. Hay que descender del automóvil, apreciar su estatua y comprobar, al golpear suavemente con la palma de la mano, que su tronco es hueco. Esta ceiba, refieren los lugareños, tiene cerca de 100 años. Antiguamente abundaban las ceibas, llamadas en lengua maya yaxché; hoy escasean. Se añora aquel color verde limón en toda su estructura, cubierta por algo semejante a espinas en forma de cono, que las distingue cuando son jóvenes. Para este viaje se recomienda llevar ropa ligera y zapatos cómodos. El recorrido es de un día, accesible desde Cancún, Playa del Carmen, Tulum o Cobá, poblaciones que cuentan con infraestructura para todos los gustos. Este paseo implica un estilo de viajar. Estar dispuesto a maravillarse de cuanto se ve, disfrutar de la conversación de los lugareños, apreciar y reflexionar acerca de cuánto nos hemos alejado de la naturaleza. El México desconocido está lleno de sutilezas al alcance de todos.
Fuente: México desconocido No. 254 / abril 1998
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