Restauración del Templo de Santo Domingo (Distrito Federal)
Durante años el Templo de Santo Domingo en el Centro Histórico de la Ciudad de México ha estado en restauración. Aquí te comentamos los pormenores de la misma...
Todos hemos oído algo acerca de los tesoros artísticos y arquitectónicos que todavía guarda el Centro Histórico, no obstante el descuido y las destrucciones “modernizadoras” del pasado.
Todos, también hemos paseado por sus calles y hemos admirado por lo menos las fachadas de los vetustos edificios e iglesias que lo pueblan: la Catedral Metropolitana, el Palacio Nacional, San Ildefonso, La Profesa, etc. Sin embargo, a un costado de la bella Plaza de Santo domingo hay una iglesia de hermosa factura de la que no se habla tanto, tal vez porque está rodeada de impresionantes construcciones como el actual Museo de la Medicina, o quizá porque no se conoce bien su importancia en el devenir histórico de nuestra gran ciudad.
UN POCO DE HISTORIA PARA RECORDAR
EI 23 de julio de 1526 arribaron a Veracruz los primeros dominicos que pisaron la naciente Nueva España, y un mes más tarde llegaron a la Ciudad de México. A su llegada a la capital, se hospedaron en el convento de los franciscanos; sin embargo, como necesitaban un espacio propio para empezar su labor, poco tiempo después se trasladaron a una casa que la familia Guerrero les regaló, la cual estaba ubicada frente al actual templo y donde tiempo después se construiría el Tribunal de la lnquisición, hoy Museo de la Medicina. En este lugar, los religiosos levantaron una pequeña iglesia y vivieron tres años y, al igual que la población indígena, sufrieron las consecuencias de la epidemia que hubo por aquel entonces, pues en 1527 ya habían muerto varios y otros se habían visto obligados a regresar enfermos a España. No obstante, un año después, los tres frailes que habían quedado recibieron a otros siete para que les ayudaran en su tarea de evangelización.
Y fue en ese 1527 cuando los frailes decidieron construir su primer convento, ayudados por la donación de dos terrenos y la compra de otros cuatro frente a la casa de la familia Guerrero. Las obras abarcaron un enorme solar que hoy limitan Ias calles de República de Brasil, Belisario Domínguez, República de Chile y República de Perú.
Esta primera construcción era todavía primitiva, ya que constaba de una sola nave, tenía techo de madera y un altar cubierto de paja, por lo que ya hacia 1550 corría el peligro de derrumbarse. La situación deI templo llevó a los dominicos a pensar en la construcción de uno nuevo y para ello tuvieron que recurrir a la ayuda de la Corona y los particulares. Por fin, una vez conseguido todo lo necesario, las obras de construcción empezaron en 1553 y concluyeron en 1585, aunque la iglesia entró en funciones a partir de 1571. Este nuevo templo debió ser de grandes proporciones, ya que así lo atestiguan el gran número de arquitectos, obreros, artesanos y artistas que en él trabajaron.
A lo largo del siglo XVII, los dominicos no llevaron a cabo grandes obras de construcción en Santo Domingo y sólo se concretaron a mantener y embellecer su templo y a autorizar la construcción de cuatro capillas en el amplio atrio.
La terrible inundación de 1629, que mantuvo a la ciudad anegada por cerca de tres años, no afectó al convento y a la iglesia, ya que como comenta fray Alonso Franco, los dominicos levantaron «una caIzadilla de tierra arrimada a todas Ias cercas y paredes del convento, y en medio de uno de los patios instaIaron una gran noria por donde andaba una mula y la movía».
Sin embargo, no sucedió lo mismo con la inundación de 1716, Ia cuaI sí afectó seriamente al convento y a la iglesia y obligó a los frailes a construir la iglesia que hoy podemos admirar, para lo cual aprovecharon los cimientos de Ia anterior. Las obras se iniciaron en 1716 y concluyeron el 23 de enero de 1754, año en que fue consagrada por el obispo de China.
EL TEMPLO DE HOY
El templo actual tiene una bóveda de cañón construida con tezontle, y se sustenta en los magníficos arcos de cantera. La fachada, barroca, tiene tres cuerpos: en el de abajo se aprecian las imágenes de San Agustín y de San Francisco de Asís en sendas hornacinas situadas a lo largo del portón de entrada. En el cuerpo central destaca un relieve de cantera en el que se puede ver al santo tutelar de la orden recibiendo de San Pedro el báculo de caminante y de San Pablo las epístolas de predicador y en el cuerpo superior, entre las dos ventanas que iluminan el coro, está la imagen de la Virgen María en su advocación de Ia Asunción a quien está dedicado el templo.
Y si el exterior del templo de Santo Domingo es señorial y bello, el interior no se queda atrás. El actual altar mayor, inaugurado sólo un mes antes del inicio de la guerra de lndependencia, se atribuye al insigne arquitecto español Manuel Tolsá, autor también del Palacio de Minería y deI famoso Caballito; es de estilo neoclásico, está presidido por el Cristo del Noviciado y sustituyó al anterior, hecho de oro.
A los lados del crucero, Santo Domingo tiene dos altares de estilo churrigueresco. El de la izquierda, dedicado a la Virgen de la Covadonga y el de la derecha en honor de la Virgen del Camino.
Hay también 11 capillas y el coro que, situado en lo alto de la parte posterior de la construcción, tiene forma de herradura con tribunas que se proyectan sobre la nave y es, en conjunto, una de las más hermosas partes del templo por el equilibrio que muestra. La sillería es del siglo XVIII y en Ia parte central de la pintura adosada al muro se localizan, de arriba hacia abajo, la Trinidad, en medio Ia Virgen María y más abajo Jesús crucificado, centro geográfico del conjunto.
Después de la Independencia lo único que permaneció en pie fue la iglesia.
LA RESTAURACIÓN
Aunque la iglesia de Santo Domingo se deterioró con el tiempo, a lo largo de los años muchas personas se han ocupado de que esta bella muestra de nuestra arquitectura colonial no se pierda y han hecho grandes esfuerzos por rescatarla.
En esta ocasión hablaremos de la reciente restauración del coro alto, uno de los espacios más hermosos del templo. El principal promotor de este proyecto, de gran magnitud, fue el sacerdote Julián Pablo, quien le propuso a Manuel Serrano y a Mónica Baptista, del taller “Restauro” que llevaran a cabo la obra.
El proyecto interesó mucho a Serrano, ya que en este caso lo que se proponía era una restauración “integral”, cosa poco frecuente, es decir, se proponía restaurar el coro como tal: la sillería, la pintura, la arquitectura del espacio, todo el mobiliario que lo compone, los pisos, las puertas, Ias ventanas, en fin una restauración completa.
El padre Julián Pablo consiguió los medios materiales y Serrano se encargó de reunir un equipo multidisciplinario compuesto por carpinteros, albañiles, doradores, ebanistas, restauradores y arquitectos que pronto pusieron manos a la obra.
Una vez constituido el equipo de trabajo, lo primero que se hizo fue bajar las pinturas de los lugares que ocupaban y llevarlas al taller «Restauro» para trabajar en ellas y organizar a todos los equipos de carpintería y ebanistería que trabajarían in situ.
Para arreglar la elegante sillería no sólo fue necesario hacer un trabajo exterior, sino un trabajo estructural que, aunque a simple vista no se ve, era indispensable dado el pésimo estado en que se encontraba.
Conforme la obra fue progresando, el equipo de restauración se dio cuenta deI avanzado deterioro del coro e incluso al observar algunas fotografías que Guillermo Kahlo tomó a principios de este siglo, cayó en cuenta de que ya en aquella época el lugar estaba en el abandono. Sin embargo, fue en los últimos 30 ó 40 años cuando el deterioro se aceleró, por lo que se decidió hacer un trabajo a fondo que permitiera rescatarlo.
Por lo que se refiere a las pinturas, hechas sobre tela y pintadas específicamente para ocupar el espacio en el que fueron colocadas, todas sin excepción tuvieron que ser bajadas para trabajar en ellas, pero cabe decir que aunque en general estaban en muy malas condiciones, no todas presentaban el mismo daño. La principal causa de este maltrato era que por las ventanas rotas que daban al coro entraba el agua y escurría sobre los lienzos, lo que ocasionó que algunas de las obras estuvieran prácticamente perdidas. Además, en la bóveda había grietas por donde también se filtraba el agua, que no solamente caía sobre las pinturas, sino también sobre el mobiliario y sobre la sillería de madera, con las consabidas consecuencias.
Con el fin de que la sillería se pudiera utilizar algún día para conciertos, actividades culturales y misas corales, la restauración no fue pensada en forma puramente estética, también se consideró la parte funcional, por lo cual se repusieron las escaleras que faltaban, Ios barandales rotos y algunos sitiales muy deteriorados, siguiendo siempre Ios modelos y estilos deI resto de la sillería.
Se proyectó también la iluminación del espacio, se arregló el piso, por cierto según un diseño del padre Julián Pablo, y se le dio atención al mobiliario en general. El trabajo de restauración del coro, en el que intervinieron 30 personas, duró poco más de ocho meses.
Por parte de SEDESOL se arreglaron las grietas del techo y se le puso doble vidrio a las ventanas para evitar nuevos contratiempos; sin embargo, el maestro Serrano asegura que, al igual que todo espacio que se vive, el coro necesita un mantenimiento constante para que se conserve en estado óptimo. En un futuro se comenzará a trabajar en el órgano.
Según el padre Julián Pablo, para que Santo Domingo luzca como antaño requiere todavía de mucho trabajo y de un gran esfuerzo. Nos informó que se acaba de restaurar el retablo principal, pero el piensa que hay que hacer lo mismo con Ios retablos Iaterales. También nos dijo que la biblioteca del anexo, que era el convento, ya está restaurada. Las que requieren una mayor atención son Ias imágenes y las pinturas, así como una grieta que, según nos explicó el padre Ramos, se está formando a causa de que Ios asentamientos que provocan que la torre gire hacia un lado y Ia iglesia hacia el otro.
Los trabajos emprendidos en Santo Domingo son dignos de encomio, aunque tal vez la principal enseñanza que nos dejan es que para lograr una verdadera restauración es necesario que intervenga un equipo multidisciplinario y que tal vez formarlo sería una buen forma de crear empleos. Es, además, muy importante darle el mantenimiento adecuado para que el esfuerzo de tantas personas no vuelva a tornarse inútil.
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