Rincones de Morelia (Michoacán) - México Desconocido
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Rincones de Morelia (Michoacán)

Michoacán
Rincones de Morelia (Michoacán) fifu

Voy a decir lo siempre tuyo:ese jardín profundo al que colgadas,acuden cales mansas, y pisadasluminosas, y viento en son de arrullo.Hállente los demás en un orgullode quien eres; mas yo en tus ultrajadasquietudes y en tus frescas rebanadasde sombra y sol, Valladolid, te intuyo.Barroca y monolítica, reposasahí, tangente apenas, por carismadel tiempo y afincada en tus baldosas.Miras, como por un antiguo prisma,lo nuevo del jardín y de sus rosas,olvidada de todo y de ti misma. Francisco Alday

Morelia, situada en una suave loma del valle de Guayangareo, en los antiguos dominios de los indígenas pirindas, fue fundada en solemnemente el 18 de mayo de 1541, en cumplimiento de una provisión que el primer virrey don Antonio de Mendoza expidió el 12 de abril de ese mismo años, por haber encontrado en este lugar, “las siete cualidades exigidas por Platón para fundar una ciudad”. La nueva ciudad absorbió el poblado donde los frailes Juan de San Miguel y Antonio de Lisboa, habían agrupado a los indígenas conversos alrededor de su capillita franciscana.

La ciudad fue bautizada con el castizo nombre de Valladolid, el cual conservó hasta que, consumada la Independencia, el Segundo Congreso Constitucional decretó el 12 de septiembre de 1828, que la ciudad cambiara ese nombre por el de Morelia, en honor de su hijo benemérito, el general don José María Morelia.

Morelia ha sabido conservar su fisonomía colonial en la majestuosidad y elegancia de sus edificios e iglesias y en el ambiente de calma y tranquilidad seculares de muchos de sus rincones.

Ciudad de coral ceniciento, dijo el poeta chileno Pablo Neruda, de Morelia; expresión que se confirma a la distancia desde los muchos lugares donde pueden gozarse sus bellas panorámicas.

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Siglos de quietud acumulados en la atmósfera son proporciones ideales que observó para una ciudad el primer virrey de la Nueva España, don Antonio de Mendoza. Los límites de la antigua Valladolid han sido traspasados con libertad, pero su centro conserva el sabor colonial en callecitas y casas, testigos silenciosos de siglos que con nobleza nos ofrecen aún la caricia y el encanto de la tranquilidad.

Morelia, recreación en cantera, lugar donde el tender la vista sobre su extensión nos descubre la privacía de sus antiguos moradores, ventanillas y balcones en los que los únicos testigos y centinelas son sus postigos.

Calles y azoteas; techumbres oxidadas que desde Santa María de Guido vibran y reviven con el verde de espaciosas plazas o encantadores jardines; y también, por qué no, en los asoleados patios y macheros que mantienen antiguas fuentes y arquerías, además del susurro que produce el viento al mecer los toronjos, limones, pinos, fresnos y hasta cedros o algunas araucarias. A lo lejos Morelia, se ve con destellos producidos por gemas o verdes esmeraldas.

Cuando se recorre el centro de la ciudad hacia cualquier punto, se encuentran bellas y armoniosas fachadas de construcciones de sobria arquitectura barroca: casonas familiares que desde su exterior nos permiten vislumbras amplios patios, arquerías, fuentes y verdor de plantas a granel, que acompañan trinos de pájaros.

Casas en cuyas ventanas al atardecer, suele verse en ocasiones, mujeres que a la antigua usanza bordan telas y sueños. Imágenes que se pierden con el correr del tiempo y la prisa de la vida moderna.

Como todos los conventos, el exconvento de San Agustín no es la excepción al guardar innumerables leyendas, pero sobresale la que se refiere a fray Juan Bautista Moya, en aquel entonces “refitolero” del convento, que era tan solícito y cuidadoso en el empeño de sus labores, que toda la comunidad le estaba verdaderamente agradecida. Solamente una vez tuvo que reprenderlo duramente el padre prior, porque había repartido todo el pan entre una multitud de pobres hambrientos que lo esperaban en la portería. Irritado el prior por tan lamentable suceso, pues el fraile había dejado sin comer a los obreros, le echa en casa su mal proceder al preferir a los desocupados. Afligido el santo varón ruega al superior le permita ir a la despensa para ver si había sobrado algún pan para traerlo. Bien sabía él que no había quedado ni una sola pieza; pero con una gran fe en Dios, va a la despensa y no tarda en volver con un gran cesto rebosante del magnífico alimento. Con gran asombro del padre prior y de los que presenciaron el suceso, el superior confesó, estupefacto, que aquel hecho insólito debía calificarse como milagroso.

A la vera de este convento y bajo bellas arcadas se han instalado las verdaderas de antojitos típicos. Noche a noche se reúnen los morelianos para disfrutar del pollo con enchiladas, corundas, atole, buñuelos, sopecitos y mil delicias más de la cocina michoacana y mexicana.

Estas arcadas que sustituyen el populoso mercado que cubría la fábrica del templo y convento con sus vanos, nos permiten gozar ahora la belleza de esta joya arquitectónica.

Morelia, nuestra querida ciudad, nos ofrece mucho más de lo que en estas imágenes aparece. La cordial llaneza de sus habitantes, la exquisitez de sus tradiciones dulces, no pueden describirse, deben experimentarse, vivirse, saborearse.

Al caminar por sus calles, no sólo se encuentran sus bellos edificios y sus imponentes iglesias, también se disfruta de las risas de los niños; el ir y venir de sus habitantes y del ritmo de los pájaros y aroma de las flores, que salen de las puertas entreabiertas o abiertas y que impregnan el ambiente de sus jardines y patios.

SI USTED VA A MORELIA

Salga al oeste de la Ciudad de México por la autopista núm. 15 rumbo a Toluca, pasando por la Marquesa. Ya en Toluca hay dos vías para llegar a Morelia: por la carretera federal núm. 15 o por la autopista núm. 126. Morelia se conecta con el centro y fronteras del país por una vasta red de carreteras; está integrada a la red de ferrocarriles y vía aérea. Se puede llegar desde las ciudades de México, Uruapan, Lázaro Cárdenas, Acapulco, Zihuatanejo, Guadalajara, Monterrey y Tijuana, y desde Chicago, San Francisco y San Antonio, en Estados Unidos.

autor Conoce México, sus tradiciones y costumbres, pueblos mágicos, zonas arqueológicas, playas y hasta la comida mexicana.
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