Rituales de muerte y lodo en San Antonio Tecómitl, DF - México Desconocido
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Arte y Artesanías

Rituales de muerte y lodo en San Antonio Tecómitl, DF

Ciudad de México
Rituales de muerte y lodo en San Antonio Tecómitl, DF fifu

Cada año, durante las fiestas de Día de Muertos, el cementerio de este barrio (ubicado al sur de la Ciudad de México) se convierte en una deslumbrante galería de esculturas-lápida ¡de lodo!

Los diez dedos se hunden con intensidad en el lodo, lo apachurran, lo comprimen y le imponen formas que nunca ha tenido; en el más literal de los sentidos, las manos se entierran para ayudar a parir al producto de la unión del agua con la tierra: criaturas de lodo que saltan una tras otra, en todas las direcciones del camposanto, convirtiéndolo en galería del surrealismo, tétrico en apariencia, festivo en esencia. Iglesias junto a cráneos, barcos entre ataúdes, autos al lado de panes. 

Desde las primeras horas del día llegan las familias a la cita anual con sus difuntos. La comida –y en ocasiones la música– que han traído hace más amable la larga jornada, que comienza con mojar la tierra del sepulcro para obtener la materia prima: un lodo que aquí se reviste del más solemne carácter; es un lodo ritual, mortuorio y sagrado como ningún otro. Entre bromas y risas, con algarabía pero con respeto, la familia completa participa en la manufactura. Sólo aquí a los niños se les permite “jugar con lodo”; más que eso, se les invita, se les requiere, se les recuerda su compromiso en esta tarea colectiva.

Escultores de tierra y agua

Comprimiendo, apilando, modelando, se esculpe la tierra. Una vez terminadas las figuras, se decoran, se pintan con pétalos de flores y hasta con cal; el café oscuro de la tierra mojada se hace combinar inmejorablemente con el amarillo del cempasúchil. No hay reglas para elegir el tema del arreglo con lodo: algunos optan por lo mortuorio –calaveras, panes de muerto o los mismos muertos que parecen salir de sus ataúdes–; otros prefieren figuras prehispánicas –Coatlicue, Mictlantecuhtli, Tláloc–; las imágenes católicas también son comunes, como la del patrono del lugar, San Antonio, o la de la Virgen de Guadalupe; del gusto de otros son las ofrendas miniatura, y también las iglesias.

Incluso las tumbas más sencillas, lisas, con el lodo bien aplanado, ribetes y figuras delineados con flores, lucen por lo cuidadoso de su trabajo. En algunas tumbas, sin embargo, el tema del arreglo no es arbitrario, pues tiene que ver con la forma en que la persona ahí enterrada perdió la vida. Así, se ha modelado una enorme botella para el hijo que murió de alcoholismo, o un auto, el mismo en el que se mató el esposo amado. Para muchos, la sección más atractiva del camposanto es la de los niños. En ella los padres u otros familiares realizan arreglos con temas agradables para los pequeños o con los que fueron sus juguetes favoritos: barcos, camiones y muñecos se ven con frecuencia; el personaje de La Sirenita y una fortaleza medieval con todo y foso con agua y jinetes, llama la atención de todos. 

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Elemento decorativo común de muchas tumbas son las espigas de zacate que se tiñen de vistosos colores y se clavan en la tierra para dar aún más vida a las de por sí muy vivas tumbas. Esta expresión artística a veces da lugar a un sencillo concurso encabezado por el comité organizador de las tradiciones del Día de Muertos. Los arreglos más creativos y mejor hechos se premian con canastas básicas y utensilios de cocina, por ejemplo. Cuando todas las figuras están terminadas la noche ya se ha tirado sobre el panteón y es la luz naranja de las velas la que permite ver los contornos de lodo, y es la atmósfera mágica que ha adquirido el lugar la que se llena de las satisfacciones del compromiso cumplido. Algunas personas han acostumbrado componer en su propia ofrenda, esto es, hacer sus figuras de lodo dentro de su casa.

Tradición escondida

Muchos son quienes con nostálgicas quejas recuerdan el día en que el panteón se mudó del atrio de la iglesia al terreno actual fuera del pueblo, hace unos veinte años. “Ya no se compone igual desde que se quitó el panteón”, dice don Pedro Alba, lugareño. “Ahora han tenido la ocurrencia de llevar tierra a la plaza frente a la iglesia y simular tumbas, pero no es igual”. Por cierto, el único panteón de la zona que no ha sido reubicado debido a la oposición de la gente es el de Mixquic, el más famoso de todos, ubicado a sólo dos pueblos y dos kilómetros de distancia de San Antonio Tecómitl.

Sin la curiosidad que caracteriza al viajero buscanovedades, el turista convencional puede pasar junto a un atractivo e ignorarlo. A muchos seguramente les ha sucedido en Día de Muertos con Tecómitl, dado que se encuentra sobre el camino al multiconocido y multitudinario Mixquic. Pocos visitantes ajenos llegan a Tecómitl guiados por la curiosidad más que por el compromiso con el deudo el día dos de noviembre, y nadie el día tres, cuando en la mañana todo el panteón luce como una silenciosa galería.

Ese tres, mientras las familias del pueblo intercambian la “calavera” y la comida de las ofrendas, las “esculturas” empiezan a mostrar dos colores, el oscuro del lodo y el amenazante claro de la tierra seca. Así, de pronto, comienza el fin de las indefensas, efímeras “esculturas”, ante el implacable rigor que viento, sol y lluvia prolongan por 364 días hasta convertirlas en recuerdo… hasta que vuelven a surgir de la nada entre las manos de los lugareños, genéticamente diestras para la creación artística, que acarician y se dejan acariciar por la madre tierra para hacerla cómplice en la solemne y lúdica alabanza anual a los muertos, con el lodo que deleita la vista.  Una olla llena de historia En la ribera del lago de Chalco se situaba en tiempos prehispánicos la población que los mexicas nombraron con las palabras tetl (piedra) y cómitl (olla).

Espadas y yelmos hispanos la hicieron parte de la ruta de Cortés, y tras ellos llegaron las cruces y los hábitos franciscanos que impusieron a San Antonio de Padua como motivo de veneración, con todo y convento. Austera, de adobe y piedra y pequeño claustro, esta construcción del siglo XVI subsiste, aunque con modificaciones. Invasores franceses en el siglo XIX y revolucionarios zapatistas enel XX también pasaron por Tecómitl. Cada vez más urbanizado y menos rural, el Tecómitl del siglo XVI es parte del Distrito Federal en su delegación Milpa Alta, aunque sigue separado de la mancha urbana –por poca distancia y por poco tiempo, probablemente– y en la unión de tres caminos: el que lleva hacia el este a Míxquic, al sur a Milpa Alta y al norte a Tulyehualco, lugares también de enorme riqueza cultural. Los milenarios cultivos de amaranto y los condominios de varios pisos compiten hoy por las tierras de San Antonio Tecómitl.

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autor Édgar Anaya Rodríguez
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