San Alfonso. Fiesta al santo patrono (Puebla)
San Alfonso. Fiesta al santo patrono (Puebla) La tradición más importante ha sido y sigue siendo la celebración del santo patrono San Alfonso, el 2 de agosto.
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La tradición más importante ha sido y sigue siendo la celebración del santo patrono San Alfonso, el 2 de agosto. Meses antes se juntan los más destacados y animosos habitantes para organizar el evento Los que crecimos en San Alfonso, Puebla, sabemos en qué curva del camino detenerse para tomar la desviación. El visitante eventual, sin embargo, si no ve el pequeño y ruinoso letrero, perderá el entronque. Poblado desconocido, empequeñecido luego de que finalizaran sus años de auge, tiene una amplia historia que vale la pena conocer.
Enclavada entre un par de montes de la sierra poblana oriental, la cañada donde se construyó el pueblo formaba parte de la ruta de los tamemes que, en relevos desde Veracruz, llevaban diariamente a Tenochtitlan pescado fresco a los emperadores mexicas. Se dice, además, que fue paso de alguna brigada española y los ancianos del pueblo rumoraban que más arriba de San Alfonso, más arriba aún de las minas de Santa María, en el municipio de Ixtacamaxtitlán, se encontraban las ruinas del casco de una vieja hacienda que perteneció a uno de los conquistadores españoles.
Quizá por ello es que un alto porcentaje de la población de la región es de tez blanca, cabello rubio y ojos muy azules. Lo que se ha podido comprobar con respecto al origen de San Alfonso es que a finales del siglo XIX un geólogo francés llamado Mauricio Jacobi Bolling, buscando minas de oro encontró trozos de cao-lín a los lados del camino a Santa María. Pronto se olvidó del oro y concentró sus esfuerzos en explotar las minas de tan buen material para fabricar cerámica de excelente calidad. El 19 de mayo de 1879 varios empresarios de Puebla y de la ciudad de México –dicen los viejos del pueblo que entre ellos figuraba el mismo don Porfirio Díaz–, fundaron la Industria Cerámica de Coayuca, y finalmente, en 1880, inauguraron la fábrica en un sitio cercano a Coayuca, que contaba con los elementos necesarios: agua para la cerámica y leña para los hornos. A la fábrica se le llamó San Alfonso y pronto se construyeron las casas del gerente y su familia. La región se llenó de vida, pues cientos de personas fueron empleadas en esta industria.
Estos fueron años de progreso; años de bonanza sólo interrumpidos por la Revolución. En 1915, nos cuenta la novelista costumbrista Adriana Vázquez-Mellado, la fábrica tuvo que cerrar durante seis meses al ser convertida en cuartel por los carrancistas, lo que ocasionó ataques de los zapatistas. Una vez restablecida la paz en el país las cosas mejoraron y San Alfonso creció y ocupó un importante lugar en la región.
Al principio de los años cuarenta las cosas se complicaron; los sindicatos exigieron mejores salarios y prestaciones, la Forestal impuso multas y restricciones a la tala de árboles, la competencia de fábricas más modernas hizo que los precios no fueran competitivos, además de que las minas se agotaban y había que buscar el material en túneles más profundos. La producción se hizo incosteable y en 1945 la fábrica cerró definitivamente. El toque del silbato que en las frías mañanas hacía aparecer hombres envueltos en sus sarapes que de todas direcciones bajaban hacia el portón de la fábrica enmudeció para siempre. Los antes bulliciosos sábados de mercado, llenos de vida, de intercambio de anécdotas y de chismes locales, se volvieron quietos y silenciosos. Al acabarse la fábrica y el trabajo, se acabaron también las grandes fiestas en las casas de los patrones.
Todo pareció terminar, pero así como renacen los retoños de los árboles al final del invierno, el poblado empezó a recobrarse. Todos ayudaron para conseguir que se electrificara el poblado y que se entubara el agua. El aserradero, después de que los montes se recobraran, fue reabierto y hoy es una próspera industria. San Alfonso es hoy una entidad progresista que ha encontrado la solución a sus problemas más urgentes como son la salud y la educación de sus niños y adultos (muchos de estos últimos eran analfabetas), su participación e integración política, el transporte y la comunicación de su comunidad.
FIESTA DEL SANTO PATRONO
San Alfonso es una comunidad llena de tradiciones, muchas de ellas religiosas.Y la más importante de la región es la fiesta dedicada al santo patrono San Alfonso, el 2 de agosto, que se celebra con gran concurrencia. Meses antes se juntan los más destacados y animosos habitantes que organizarán el esperado evento: distribuir las comisiones, escoger las actividades deportivas, y algo muy importante, seleccionar el conjunto musical para el baile, festejo con el que por la noche culmina el evento. También meses antes se ponen los bailables y números musicales que ejecutarán los niños y los jóvenes de la localidad. Para este día tan importante no debe faltar ¡una reina! Y es a lo largo del año que los organizadores y los padres de familia proponen entre las jóvenes más agraciadas a la que representará a San Alfonso, con cuya coronación, precedida de una misa, darán inicio los festejos.
Las vísperas son de mucho movimiento pues hay que terminar los trajes para los bailables y los últimos ensayos; hay que levantar los puestos, instalar el sonido, colocar las mantas, revisar el lienzo para el rejoneo; hacer los tamales, preparar el pozole y muchos otros antojitos; hay que elaborar pulque y litros y litros de café y atole. También hay que surtirse de grandes cantidades de refrescos, cervezas y otras bebidas fuertes, pues ese día ¡se bebe y se come en grande!
Llega el gran día, y muy tempranito, empezando desde el puente de entrada, hay que decorar la calle principal y sobre la tierra apisonada se dibujan grecas, círculos y flores con aserrín teñido de distintos colores para recibir a los visitantes ¡como ellos se merecen! Por todos los caminos llegan los visitantes y los callejones, antes vacíos, se llenan de coches, camionetas y camiones de redilas que transportan vaquillas y toretes. Bajo un cielo muy azul y un sol intenso se llevan a cabo la misa, la coronación, los bailables, el rejoneo y demás suertes de la charrería, mientras la gente come y bebe en los pintorescos puestos.
La tarde transcurre entre carreras de caballos y partidos de pelota. Por la noche, bajo un cielo muy oscuro y los fuertes sonidos de las bocinas resonando por el valle, los tímidos jóvenes y las muchachas del lugar se agrupan en las orillas de la pista entre pieza y pieza riendo y lanzándose expresivas o indiferentes miradas que decidirán con quién bailarán la siguiente tanda. Finalmente, la música calla, las voces y las risas de los últimos festejantes se van apagando y la madrugada cierra otra fiesta más del santo patrono de San Alfonso.
Fuente : México desconocido No. 294 / agosto 2001
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