San Martín Huixquilucan (Estado de México)
San Martín Huixquilucan se llena de color y de fiesta durante el primer fin de semana de enero para venerar a su santo patrón San Martín Caballero.
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San Martín “Huixqui”, como lo llaman con cariño sus habitantes, es un pequeño pueblo reconocido como el primer cuartel de este extenso municipio del Estado de México. Aunque el pueblo no cuenta con las características coloniales típicas de algunos lugares de México, a excepción de su iglesia y una que otra construcción antigua, sí posee un llamativo visual que es la belleza natural de su entorno, rodeado por el verdor semifrío de los bosques, que dan al aire una transparencia natural en la que resaltan el azul del cielo y las algodonadas y blancas nubes. El motivo de nuestra visita a Huixquilucan fue la fiesta, una celebración sincrética como muchas otras en nuestro país, pero en la que destacan las leyendas que se han creado alrededor del santo, leyendas que el mismo pueblo hace y que dan como resultado que los motivos ornamentales, las danzas, la música, la cultura culinaria, y la organización festiva evolucionen.
Tenemos entonces que los habitantes de este pueblo se han tomado una amplia libertad para venerar al santo y recrear la fiesta, aspectos que si bien son naturales no dejaron de causarnos una agradable sorpresa pues nos hablan de la imaginación y la búsqueda de un pueblo por enriquecer sus costumbres. Una de las leyendas cuenta que San Martín Caballero era un romano que vagaba por el mundo robando a los ricos para socorrer a los pobres, al cual dios se le reveló en la forma de un anciano apenas cubierto por una sábana; el caballero romano le dio una capa y se convirtió en un elegido. Por ello, la imagen de San Martín aparece sobre un caballo con una capa que él mismo parte con su espada, símbolo de su santidad. Señalamos este pasaje sobre el vestuario del santo, por que desde que una familia muy rica de nombre Emba trajo la imagen al pueblo, existe la libertad y la costumbre de transformarlo, así como de que los creyentes le regalen la vestimenta y los demás accesorios. He aquí algunas anécdotas de su transformación.
Los primeros trajes de San Martín tenían el estilo de los trajes chinacos, y fue en los años veinte cuando se creó la iniciativa de inventar un nuevo vestuario que poco a poco se fue completando con otros accesorios; los pantalones dejaron de ser cortos, las texturas y los colores de la tela cambiaron, y se añadieron o modificaron los estilos de algunos elementos como la espada, la montura, las espuelas, los zapatos, etc. A este respecto se cuenta, por ejemplo, que en 1940 un señor del lugar que trabajaba en la sombrerería Tardán propuso regalar al santo un sombrero de charro; el pueblo dijo que sí y San Martín apareció entonces con su flamante sombrero de color rojo bordado con filos de oro. Este sombrero fue robado cuando el santo estuvo hospedado en la iglesia principal del pueblo mientras e restauraba la parroquia a la que pertenece, y de ahí nació la idea de que había que hacerle otro sombrero. Además, en Huixquilucan se encontraba una asociación de charros que al tomar al santo como su segundo patrón, se le ocurrió que los pantaloncitos cortos de chinaco se convirtieran en los largos de charro, y otra persona pensó que si el romano iba a caballo por qué no se vestía totalmente de charro.
El señor Javier González, nativo de Huixquilucan y testigo de estas historias, nos cuenta que la facilidad con la que se le inventó el traje a San Martín fue debido a la ignorancia que imperaba en aquel entonces y por eso se dijo que sí a todo, “si ya le pusieron el sombrero, ¿por qué no el traje completo?”, tan fácil como eso. Otra libertad que se tomó el pueblo fue el cambio de fecha de la conmemoración. Inicialmente se festejaba el día de San Martín, el 11 de noviembre, día que aún se respeta con una celebración más pequeña e íntima en forma de verbena: el día 10 de noviembre a las 12 de la noche se le cantan las mañanitas al santo y todos los de San Martín preparan antojitos para regalarse entre sí y a los visitantes de los pueblos aledaños que se unen a la celebración. Muy de mañana se ve bajar a las señoras de otros pueblos con sus hijos y llevarse sus ollitas de atole, tamales y otros antojitos donados por los huixquiluqueños sin faltar las misas en honor al santo, las flores y otros pequeños regalos.
Primeramente la fiesta se pospuso para diciembre y finalmente para enero pues noviembre era en ese entonces el mes del levantamiento del zacate y otras cosechas y esto obstruía la celebración. Después de algunos cambios se decidió que el primer fin de semana de enero era la fecha adecuada y desde entonces se respeta. Existe, sin embargo, un antecedente trágico de la fiesta. En 1960 la celebración se llevó a cabo con cohetes porque comenzaba la tradición de intercambiar regalos entre los pueblos y los barrios; en ese año los del barrio de San Juan obsequiaron 18 gruesas de cohetes. Estando en plena misa, que oficiaba el obispo de Toluca porque ese día se inauguraba la instalación de una campana, se oyó el estruendo de un gran estallido. Ese mismo día en san Martín Texmelucan, puebla, hubo también una explosión.
Hubo muchas pérdidas en los dos “San Martín” y el señor González nos cuenta que el pueblo recibió el epíteto de asesino y que el accidente fue muy comentado. Tiempo después, y para borrar la tristeza de la desgracia de la explosión, se tuvo la idea de construir un lienzo charro. Para empezar se rentó un terreno a 1 000 pesos al año y para su construcción se obtuvo un permiso de las autoridades para extraer 1000 vigas de la Marquesa, bosque que pertenece al pueblo: la Asociación de Charros de la República asesoró la instalación y de una compañía cervecera se obtuvieron 10 000 pesos para acabar el lienzo. La misma empresa pagó a los mariachis y donó 50 cartones e cerveza para los charros y 250 para la venta, así como también los toros par ala corrida. Otra compañía regalo nueve cartones e tequila. La escaramuza charra fue un éxito, y la fiesta de San Martín Huixquilucan volvió a tener color y alegría, y lo más importante, se logró olvidar la desgracia anterior.
Sin embargo, el lienzo charro no se mantuvo más de cuatro o cinco años debido a que los dueños del terreno pidieron que se les devolviera porque se hablaba mucho sobre el giro del dinero que circulaba en torno a dicho lienzo. El pueblo de Huixquilucan es más antiguo de lo que parece. La gene cuenta que durante la época de la Revolución pasaron muchos zapatistas por ahí y ante el temor de ser asaltadas las familias ricas enterraron oro, plata y joyas para después huir y no regresar jamás. Al poblarse el lugar con nuevas construcciones, otras familias se volvieron ricas al encontrar las ollas de oro y los baúles llenos de lujosas joyas. San Marín Huixquilucan está dividido en varios barrios y cada uno de ellos tiene su propia parroquia; cuenta con unos 3 000 habitantes y actualmente es poca la población que se dedica a la agricultura (la actividad productiva que sobresale es el comercio y muchos de sus habitantes trabajan en la ciudad de México). Aunque su población es mayoritariamente de nativos, también han inmigrado habitantes de la ciudad y de otros estados de la República, y se dice que han elegido Huixquilucan por su clima y por la tranquilidad con que se vive en el pueblo. Después de muchos años de experiencia festiva veamos cómo es hoy en día la celebración, no sin antes mencionar la importancia de la organización.
Anteriormente eran los jóvenes topiles quienes comandados por los delegados ayudaban en los preparativos, pero actualmente las mayordomías (a cargo de 30, 40 o 50 familias) son las que proponen los diferentes motivos para la fiesta: los castillos, las bandas de música, las distintas danzas, los cambios en las ornamentaciones florales, etcétera. En la actualidad, los días de fiesta establecidos son: el primer sábado de enero, da inicio la celebración con la quema de alrededor de 25 “toritos” que donan las familias organizadas a través de las mayordomías, y el domingo, que es el día más colorido, la gente se reúne por la mañana en un pequeño atrio que anteriormente era un cementerio donde se ofrece la misa, y de otros pueblos llegan las imágenes visitadoras y los regalos a San Martín. La parroquia es pequeña y está construida en estilo vernáculo, con sencillas ventanas a lo alto y frescos en la cúpula que hablan de los diferentes pasajes de la vida religiosa. Sobre la fachada de la capilla resalta la perfección de un diseño floral con la imagen del santo rodeado de otros símbolos religiosos. Una vez adentro, el ambiente nos revela una visión surrealista compuesta por las imágenes que pertenecen a la parroquia y las que llevan los visitantes en vitrinas(en ésta ocasión alrededor de 229 q
ue parecieran cobrar vida; los cantos de los creyentes, las velas encendidas, la belleza de las flores con sus aromas fragantes y la gente que se junta cada vez más. Todo este ambiente nos va envolviendo poco a poco en ese acto de fe religiosa. Afuera el sol deja caer sus destellos sobre la plaza; a lo lejos un viento dormido sopla entre las montañas mientras abajo, en el atrio, todo es algarabía, los tambores resuenan con su ritmo constante al compás de los cascabeles de más de 30 danzantes que danzan en círculo de un lado a otro mientras los penachos de vivos colores abanican con fuerza el espacio y una energía vigorosa inunda la plaza. Más allá, cuatro cuadrillas de arrieros bailan en agradecimiento a la realización de un milagro.
Bajo la sombra de una lona una banda toca con ese ritmo nostálgico de la música de pueblo, cuyos instrumentos, de aliento y percusiones fundamentalmente, nos recuerdan los elementos esenciales de la música : tambores, timbales, trombones. Hay también mariachis y más tarde abrirán la noche grupos de salsa y rock. En una parte de la plaza se cocinan en grandes cazuelas el arroz, el mole y los frijoles para después compartir con los allí presentes la fiesta culinaria. Alrededor del atrio las calle se llenan de color con la venta de sombreros, antojitos, panes, dulces mexicanos, elotes y más allá la feria que da vida a la celebración y que nunca falta en las fiestas de Huixquilucan. Una característica también importante del festejo es que en todas las casas se hace la comida antes mencionada y cada familia abre las puertas de sus casas a quien desee entrar a comer, este acto pued
e ser espontáneo o bien organizado; por ejemplo una familia propone invitar a toda la gente de un pueblo que lleva de visita una imagen. Pero, ¿puede uno llegar y entrar a comer a cualquier casa? “Sí, responde sonriente el señor Javier, aquí no se señala a nadie, usted nomás sigue a un grupo de personas que se dirige a una y entra con ellos”. Después de la comida el festejo continúa en la plaza, la feria se encuentra en todo su apogeo y el griterío de la gente se escucha al ritmo del movimiento de los juegos mecánicos. En otro lado del atrio comienzan los preparativos de los grandes castillos que más tarde cobrarán vida. En este momento el cielo se impone en la quietud de una límpida placidez resplandeciente. Al caer la noche, el colorido de la fiesta con el sol brillante del medio día, se transforma en una luminaria artificial de sonidos exaltantes. Se rompe el silencio de la noche y los castillos y los cohetes irrumpen con toda su fuerza, recordándonos que Huixquilucan está viviendo la fiesta; celebran a una imagen y sobre todo a ellos mismos porque la tradición de festejar sigue estando más viva en nuestra gente.
Fuente: México desconocido No. 227 / enero 1996
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