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San Miguel de Allende, refugio de artistas

Guanajuato

¿Qué diría San Miguel de Allende si nos contara cómo se convirtió en refugio de artistas? Aquí una hipótesis que habla tanto de los atractivos turísticos más creativos como de los artistas que aquí vienen.

Prun Santos ha puesto a dialogar a San Miguel de Allende, Guanajuato. Puesta a fabular, nos hace un recorrido muy particular por los lugares turísticos y artísticos más significativos de esta ciudad patrimonio.

Muchos me preguntan: “¿Cuándo te diste cuenta de que eras famosa?”.

Y siempre contesto lo mismo: “El día que llegaron los artistas”. Ya me conocían por mi catedral, mis edificios y monumentos que van desde el Barroco al Neoclásico; mis fuentes brotantes, mis lavaderos y hasta por mis encendidos atardeceres, pero es cuando se llena de creadores que me siento realmente importante.

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Universal por todas las aristas

Por eso considero muy afortunado el momento en el que, después de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de los Estados Unidos haya creado un fondo de becas para soldados licenciados que pudieran vivir un tiempo aquí y coincidió con el hecho de que la Escuela Universitaria de Bellas Artes (El Nigromante) tuviera también un programa de actividades que abarcaba todo el continente. Se les prometió que sus maestros serían los grandes muralistas de México en ese entonces: Diego Rivera y José Clemente Orozco, pero no vinieron. En su lugar llegó José de Jesús Alfaro Siquieros, sí, ese que más bien lo conoces como David (nombre que adquirió más tarde). Sus satisfechos alumnos aprendieron del incipiente maestro que criticaba la obra de sus colegas (que los suyos eran “cuadrotes”, no muralismo) y sin querer fueron más que espectadores de lo que llamaría la historiadora y escritora hidrocálida Anita Brenner ( 1905-1974 ), el Renacimiento Mexicano para el movimiento muralista.

Pero la historia que más me gusta, y que platico con mi amigo, el artista plástico Fernando M. Díaz, es otra que le da valor real a las figuras femeninas. Sacamos a colación constantemente que el motivo por el cual Siqueiros había engalanado este territorio tenía un nombre: Graciela “Gachita o Cachita” Amador, su esposa desde 1918. Ella, de familia de artistas y revolucionarios, tenía un espíritu luchón y populista que no dejaba nunca guardado en la maleta. Es así como convence al artista de ser quien diera el curso de muralismo a aquellos extranjeros. Carl Young, Eugene Massin, Phil Stein (a quien Siqueiros llamaba “Estaño”), Ernest de Soto, Violet McCluskey, Leonard Brooks y James Pinto, entre otros, imprimieron sus nombres en la historia del muralismo mexicano y en el libro Cómo se pinta un mural, del artista mexicano

La inmortalidad de Allende

El Nigromante tiene así “la suma teórica sobre el muralismo. No hay nadie que haya planteado eso antes”, 

Vida y obra del generalísimo don Ignacio de Allende fue el resultado de este curso (se podría decir magistral) del mexicano. El Nigromante tiene así “la suma teórica sobre el muralismo. No hay nadie que haya planteado eso antes”, siempre me insiste Fernando M. Díaz. Siqueiros logró integrar la arquitectura y la dinámica en una pintura que si no te mueves, no entiendes. Aunque inconclusa, no deja de ser una obra especialmente fenomenal. El maestro fue el director de la orquesta que tocó su mejor concierto en 1948 (“la pintura mural requiere de muchas manos”). Gracias a los cuidados de Bellas Artes puedes verla. Tienes que 
experimentarlo, no solo verlo.

El refugio por excelencia

Mi amigo, amante de México, de su color, pero sobre todo de su luz, dice que ninguna ciudad como esta para pintar. 

Así, sin parar, siguen aquí buscando esa poderosa chispa creadora. Como Fernando M. Díaz, quien después de estar por todo el mundo, me eligió a mí para montar su estudio en la antigua fábrica de textil de 1902: La Aurora. Convertida hoy en un espacio que gozo por largos ratos, es casa de muchos artistas. Galerías y estudios, como el de Fernando, ofrecen lo mejor del arte contemporáneo. Mi amigo, amante de México, de su color, pero sobre todo de su luz, dice que ninguna ciudad como esta para pintar. Su espacio me encanta (tiene una vieja máquina para hacer papel de algodón), pero más me gusta su obra, donde se puede advertir la búsqueda del blanco, la explosión de color, su alma sumi-e, su alma judía… 
Disfruto además tomar café con él, desde la cafetería de La Aurora saludamos a muchos artistas y nos conmueve su estancia aquí, lejos de su tierra; nos sentimos afortunados por atestiguar su proceso.

Calles jacarandosas

Por todos lados veo a Cindi Olsman y a Hermes, sonrientes y muy movidos, como sus mojigangas. Cindi conoció a estos enormes personajes en España, de ellos se tenía noticia como parte del entremés barroco desde los siglos xvi y xvii y actualmente son un tesoro etnográfico pleno de danza y alegría, ahora es una talentosa artista y promotora de mojigangas en su país natal, Estados Unidos. Hermes las forma con sus manos e imaginación, con cariño ensalza la tradición cartonera del país. Son piezas únicas que ahora danzan en mi plaza; en las bodas acompañan a los novios e invitados en su callejoneada; o se usan en los teatros, en eventos públicos y hasta políticos, y por supuesto, en los carnavales de comunidades aledañas del Bajío. Sin moldes se crean los más fantásticos personajes y quien los maneja también tienen todo mi respeto. Un arnés sostiene a la mojiganga, pero dentro va quien goza de la fiesta sin sentir su peso. A mí me encanta cuando al caer el sol, simplemente bailan al son del mariachi en el Jardín Allende.

Casonas vivas

Otra cosa que amo es que las viejas casonas no sean abandonadas, sino que se renueven para que muchos las disfruten. Así, muchos hoteles han abierto sus puertas como recientemente lo hizo el de la calle de Canal 50, en el Centro Histórico: FK Hotel. El cuidado de los detalles está avalado por Hoteles Boutique de México y sorprende desde la llegada, pues pareciera una puerta común, pero al subir unas escaleras de piedra, se abre el panorama… ya estás en un patio central lleno de orquídeas, escuchando el agua correr de su fuente y, alrededor, las cómodas habitaciones. Descansar en una casa de 200 años de antigüedad y totalmente restaurada es un lujo que solo en mis calles se puede tener. Además, desde su terraza se tiene una magnífica vista, en la que se asoma el bello templo de la Inmaculada Concepción y está a unos pasos de El Nigromante y del Instituto Allende, donde aún se dan talleres para los que desean seguir la tradición artística. “Un artista tiene que demostrar día con día lo 
que es”… dice mi amigo Fernando, y estoy de acuerdo, pero agregaría que ningún mejor lugar para hacerlo que aquí, en el corazón del Bajío. 

arte en san miguel de allendeguanajuatoSan Miguel de Allende
Viajera con un amor infinito por México. Lo lleva, literalmente, tatuado en la piel.
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