Sebastián. Un escultor tridimensional - México Desconocido
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Arte y Artesanías

Sebastián. Un escultor tridimensional

Sebastián. Un escultor tridimensional fifu

Todo el mundo me llama Sebastián, menos mis hijos, que me dicen papá. Quien acaba de pronunciar estas palabras es un hombre alto y corpulento, de cabello rizado y tez morena.

Con apariencia de muchacho a pesar de sus canas, nació hace cincuenta y un años en Ciudad Camargo, Chihuahua, y fue bautizado como Enrique Carvajal. Ciudad Camargo, a 150 km al sureste de la capital de Chihuahua, fue fundada alrededor de 1790, en terrenos semidesérticos, a caballo entre el río Conchos y el Bolsón de Mapimí.

«Yo soy del norte y el norte está rodeado por el desierto, pero desierto en todo sentido. Pasé mi niñez y adolescencia entre álamos y nogales, en esos grandes espacios. Bebiendo el azul intenso de sus cielos, la transparencia de su luz y el brillo de sus arenas».

«Mi pueblo era un pueblo de tantos, con grandes carencias de todo tipo y allí permanecí hasta terminar la secundaria. El saber que el pintor Siqueiros era mi paisano provocó en mí el deseo de imitarlo y de viajar a México para continuar mis estudios. Mi madre fue una influencia decisiva en mis primeros años con su apoyo y sus consejos. Me enseñó a pintar flores y me inculcó el deseo de hacer bien las cosas».

A los 16 años, con muchas ilusiones y su diploma bajo el brazo como todo capital, viaja a la ciudad de México. Tiene el propósito de ser como Siqueiros; acude a la Academia de San Carlos y se inscribe en las clases de pintura, pero al poco tiempo se da cuenta de que su verdadero interés es la escultura.

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«Yo viví en San Carlos, fue mi casa gracias a la complicidad del conserje que me permitía quedarme a dormir, pues no tenía suficiente dinero para pagar un cuarto en una casa de huéspedes». Para costear sus estudios y hacer frente a sus necesidades trabajó en lo que pudo, lavando platos y tocando el güiro en los camiones de pasajeros.

Del poco dormir y mal comer se adelgazó, y un día se quedó dormido en clase, recostado en una banca. El maestro al darse cuenta dijo a los demás alumnos: «muchachos, dibujen a San Sebastián». Tiempo después el poeta Carlos Pellicer le comentó en una comida que parecía un San Sebastián de Botticelli. Posteriormente un crítico de arte, europeo, mencionó que se parecía a un cuadro de San Sebastián.

«Me sentí halagado y me puse a pensar que podría adoptarlo como seudónimo. Suena bien, se pronuncia casi igual en diferentes idiomas y todo el mundo lo recuerda, y reflexioné que podría funcionar comercialmente».

De la noche a la mañana Enrique Carvajal se transformó en Sebastián, y el nuevo nombre fue como un amuleto de la suerte, pues le empezó a sonreír la fortuna y al poco tiempo obtuvo el primer premio en el concurso anual de la Escuela Nacional de Artes Plásticas.

«Sebastián es mi nombre, mis amigos me llaman Sebastián. Firmo Sebastián en la tarjeta de crédito y en la cuenta de cheques…» (se me olvidó preguntarle si en su pasaporte también utiliza el nombre).

Desde pequeño Sebastián es un lector voraz y su curiosidad se ve satisfecha en la biblioteca de San Carlos. Incansable, lee libros de teoría, tratados de arquitectura, autores como Leonardo y Vitrubio, y se familiariza con la obra de los grandes pintores y escultores del Renacimiento. Influencias más cercanas como las de Picasso, Calder y Moore le inspirarán para su obra posterior.

«Yo siempre estoy ensayando, buscando una nueva posibilidad de expresión. Busco el intercambio de ideas, el trapajo en equipos, formar grupos, con el deseo de conmover al espectador con nuevas ideas. y siempre mi trabajo está marcado por el rigor científico, por el estudio profundo de la geometría».

Al hablar de sus estructuras transformables nos explica: «en la primera parte de mi producción escultórica diseño estos transformables como un especie de coctel de dos disciplinas científicas que se llevan dentro de la geometría, mezclado con mi intuición y mi sentimiento poético para crear uno escultura que sea manipulable, un juguete que provoque al espectador a transformarlo y que sea didáctico, que le enseñe la transformación del color y de la forma. El papel que juego el espectador es su participación, en lo que confluyen el arte y el juego de la forma y el color y que se inicio del plano al volumen y nuevamente al plano».

Hablar de las exposiciones individuales y colectivas en las que Sebastián ha participado sería interminable; baste decir que exceden las trescientas. La lista de sus premios es también muy amplia. Sus obras se exhiben en colecciones particulares y museos de México, Estados Unidos, América del Sur, Europa, Israel y Japón.

Su interés en la arquitectura urbana le ha llevado a proponer soluciones en espacios abiertos, como el Hombre Cósmico en el aeropuerto de la ciudad de México, Tláloc en la UNAM, el León Rojo en el Paseo de la Reforma, La Puerta de Chihuahua y La Puerta de Monterrey, y muchas más en el país y en el extranjero. Una de sus obras más conocidas es quizá la Cabeza de Caballo, una estructura metálica pintada de amarillo, de 28 metros de altura, que está ubicada en Paseo de la Reforma y Avenida Juárez, y que vino a sustituir a la antigua estatua de Carlos IV de Tolsá popularmente llamada «El Caballito».

«Me acuerdo lo que sucedió con mi obra, se suscitó una polémica a favor y en contra de ella. Todavía a muchos mexicanos no les gusta».

autor Conoce México, sus tradiciones y costumbres, pueblos mágicos, zonas arqueológicas, playas y hasta la comida mexicana.
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