¡Festival de Organilleros! Celebremos los sonidos de la CDMX
¡Llega el II Festival de Organilleros! Los encargados de la música de las calles del Centro Histórico celebran legado cultural internacional.
El Gobierno de la Ciudad de México, a través de la Autoridad del Centro Histórico (ACH), anunció la segunda edición del Festival de Organilleros del Centro Histórico que se realizará en la Alameda Central del 17 al 19 de mayo. Se contará con la presencia de 18 chinchineros, además de cinco familias de organilleros de Chile, 30 organilleros mexicanos y la demostración por primera vez del interior de un organillo.
José Manuel Oropeza Morales, coordinador general de la ACH, mencionó que este festival forma parte de las acciones para proteger y difundir la labor de los organilleros que son parte de la identidad, historia y cultura de la Ciudad de México, con arraigo especial en el Centro Histórico.
“Es muy atractiva para las y los visitantes del Centro Histórico, ahora la sede será el Quiosco de la Alameda Central, que es el parque público más emblemático de la ciudad. Vamos a disfrutar de los organilleros y de los chinchineros con la agilidad que tienen para bailar y cargar el instrumento”,
explicó.
La inauguración del Festival de Organilleros del Centro Histórico se realizará el viernes 17 de mayo a las 10 horas. Al día siguiente, el sábado 18, de entregarán reconocimiento a los organilleros destacados que hacen sonar la música en la ciudad. Para cerrar, habrá un desfile el domingo 19 de mayo, del Monumento a la Revolución al Quiosco de la Alameda Central.
Festival de Organilleros del Centro Histórico, impulsando un legado invaluable
El coordinador de los organilleros, Víctor Maya, mencionó que este festival es parte de un circuito de muestras internacionales que se realizan en Chile y Alemania; expresó que en México es importante porque en los últimos años la comunidad ha impulsado su oficio como una actividad cultural con códigos, vestimentas, identificadores y prácticas muy definidas.
“Este festival es un esfuerzo para que nosotros pasemos un tiempo conjunto como organilleros y rescatemos nuestra memoria visual y oral. Si logramos documentar nuestra historia y compartirla en forma festiva a la sociedad podremos desentrañar el patrimonio del organillero”, expresó.
En tanto, Héctor Lizana, integrante de una de las familias más antiguas de Chile de organilleros-chinchineros, resaltó la importancia que da el Gobierno de la Ciudad de México a los exponentes mexicanos de este oficio que se expandió al mundo a través del cine mexicano.
“Es un sueño ver a los compañeros mexicanos en esta etapa de mostrar el oficio al mundo, a su gente, que el gobierno pueda reconocer el patrimonio que tienen acá, como ha sido en Chile. En el año 2000 iniciamos una corporación para que en Chile se resguardará el oficio. Chile y México son los únicos que tienen esta tradición”, detalló.
Aspectos a tomar en cuenta del Festival de Organilleros:
- La inauguración es el viernes 17 de mayo a las 10:00 horas.
- Coincide con los festivales internacionales en Alemania y Chile, tendrá cuatro horas de muestras al día y reconocerá a 10 organilleros con más de 25 años en el oficio.
- Después de la inauguración, habrá un bailable con Organillo, la presentación de chinchineros de Chile, la exposición mecánica de los organillos, una muestra de músicos mexicanos y finalizará con grupo de danza folclórica.
- El sábado, a partir de las 14:00 horas, se expondrá la historia de los organillos, seguida del reconocimiento a organilleros, baile, chinchineros y muestra de baile.
- El domingo tendrá un baile y muestras musicales.
Historia de los organilleros en México
Los primeros organilleros llegaron a Latinoamérica a finales del siglo XIX, su gesta se dio en Inglaterra en el mismo siglo. A México llegaron gracias a los migrantes alemanes, quienes fundaron la casa de instrumentos Wagner y Levien.
Inicialmente sirvieron para musicalizar los espectáculos circenses y las ferias. Posteriormente, los inmigrantes rentaban los instrumentos para que las personas pudieran ganar dinero haciéndolos sonar en las plazas o en eventos como serenatas. Durante el siglo XX, se comenzaron a importar nuevos modelos de la fábrica “Frati & Company”.
Posteriormente, los dueños de organillos crearon auténticas empresas de concesiones de instrumentos. Algunos de ellos llegaban a tener hasta 250 ejemplares, como es el caso de Pomposo Ganoa. Cuando los instrumentos se dejaron de producir en Alemania en 1930, los dueños mexicanos ganaron el monopolio de los organillos. Poco a poco se incorporó música popular a los aparatos, por ello Pancho Villa llevaba un organillo en su pelotón.
Con el paso del tiempo, los instrumentos fueron robados, desarmados para refacciones y las rentas dejaron de ser un negocio. Para preservar la tradición, los organilleros decidieron organizar el sindicato «Unión de Organilleros del Distrito Federal y la República Mexicana» en 1975. Para cobrar una identidad propia, el sindicato usa un uniforme café militar en honor a la vestimenta del general Francisco Villa. Además de este gremio, existe otro llamado «Unión Libre» con uniforme gris.
El Festival de Organilleros y la situación actual
Hoy en día los seguimos viendo cargar ese enorme equipaje que pesa cerca de 50 kilogramos. Sus melodías se disuelven en la música que orquestan las grandes plazas. La mano se mueve en círculos y la música emerge, aunque ningún bucle es igual que otro, cada uno posee su propia melancolía.
Cada organillo puede tener hasta ocho melodías, las más comunes son Las mañanitas y Las golondrinas. La música suena gracias a un gran cilindro con un alambres que permite hacer sonar las notas. Para que una melodía se actualice en un organillo, se requiere de un trabajo minucioso, complicado de realizar hoy en día.
Los organillos son una voz de la ciudad, contemporáneas de viejos edificios y de antiguas costumbres. Para muchos son una especie de artistas callejeros que reclaman limosna, pero en realidad son nuestra propia historia. Sus ejecutores hoy ganan lo mínimo y no reciben ningún apoyo. A punto de morir, a veces sólo se necesito un segundo de contemplación, un instante para valorar nuestra tradición, para escuchar nuestra propia alma.
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