Renacimiento de un espacio en el Centro Histórico de México - México Desconocido
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Renacimiento de un espacio en el Centro Histórico de México

Ciudad de México
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La calle de seminario, como muchas otras del Centro Histórico de la ciudad de México, se ha visto modificada en varias ocasiones.

Simplemente en este siglo se han llevado a cabo dos: la primera, en los años treinta, con la demolición del hermoso edificio que albergó al colegio del Seminario Conciliar de San Pablo, y que dio nombre a la calle, y la segunda, cuando se descubrió la Coyolxauhqui en la esquina con Guatemala, con lo cual inició el proyecto de rescate del Templo Mayor.

Los edificios de la calle de Seminario, en su mayoría del siglo XVII, hace décadas que han sido utilizados como vecindades, e incluso bodegas comerciales, razón por la cual sus interiores han sido modificados innumerables veces. Estas transformaciones, por supuesto, responden más a un interés funcional que estético, por lo cual de estos otrora majestuosos inmuebles sólo se conserva la estructura.

La suerte del edificio de Seminario núm. 12 no fue distinta: después de haber sido una vecindad como cualquier otra—con comercios, bodegas y una gran cantidad de cuartos de alquiler–, a principios de los años ochenta fue abandonado en condiciones de total deterioro. Aquella hermosa casa del siglo XVII parecía estar destinada a pasar sus últimos años en ruinas. Sin embargo, para el año de 1988, los ciudadanos Mónica Baptista de López Negrete, Salvador López Negrete y Manuel Serrano la adquirieron y restauraron, devolviéndole así el aire señorial que parecía haber perdido.

Tres siglos de historia

Se desconoce aún la fecha exacta en que fue construida Ia casa; sin embargo, se sabe que está sobre Ia antigua calzada de lztapaIapa, en el corazón deI centro ceremoniaI de los mexicas, justamente sobre Ia pirámide de Tezcatlipoca.

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Durante varias décadas formó parte de los bienes principaIes de diversos mayorazgos, hasta 1751 cuando fue adquirida por el Convento de Ia Concepción. Un año después se rentó a particulares, y en 1790 se instaIó allí el Colegio deI Seminario Conciliar de México, por lo cuaI también se le conocía como el Seminario chico o menor.

Para 1820, el Convento de Ia Concepción terminó el contrato con el Seminario y entregó en renta el edificio aI comerciante Miguel Busch, quien después de 17 años lo compro por $36,000.00. En 1871, aI morir el señor Busch, Ia propiedad fue heredada por su hija doña Ángela Busch de González. En ese entonces el Colegio deI Seminario ya había sido clausurado, y el edificio que lo albergaba -cuya construcción databa de 1689– había sido convertido en hotel. En 1878 don Miguel Bringas y Compañía compró Ia casa por $26,000.00. A partir de ese momento se instaló en ella Ia Fundación Bringas, una sociedad de asistencia privada que se disolvió en 1909, por lo que el edificio; junto con otros bienes, pasó a manos de Ia segunda hija de don Miguel Bringas, doña Luz. No fue sino hasta 1988 cuando fue adquirido por sus actuales propietarios.

Una venta insólita

En 1932, siendo titular de Ia Secretaría de Educación Pública Narciso Bassols, el inmueble fue declarado monumento histórico. Generalmente, los edificios con valor histórico pertenecen al gobierno, aunque existen muchos en manos de particulares. Esto se debe en gran parte a que dichos inmuebles eran propiedad deI clero, quien, ante los decretos de Ias Leyes de Reforma, decidió venderlos para evitar que le fueran confiscados por el gobierno.

En 1988, casualmente, supimos que la casa estaba en venta—comenta la señora Mónica de López Negrete. Para la Fundación Bringas resultaba ya muy difícil mantenerla, por lo que decidió venderla; al enterarnos, decidimos hacer un esfuerzo para comprarla y la adquirimos; así, aunque insólita, por el sitio en que se encuentra, en una venta perfectamente legal.

EI proceso de restauración

Para nosotros fue una sorpresa–nos comentó el señor Manuel Serrano–; conforme quitábamos los agregados que se habían hecho, principalmente en este siglo, nos dábamos cuenta de que Ia casa conservaba sus espacios originales y cuál fue nuestro asombro al descubrir que el edificio estaba íntegro como casa-habitación, es decir sus habitaciones, su salón de estrado, su cocina; en fin, era una casa para habitarse. Por esa razón decidimos usarIa como tal. Porque aunque al principio no sabíamos qué íbamos a hacer, una vez que vimos los espacios originales decidimos restauraria para lo que fue creada: para vivir en ella, con Ia idea de que en el Centro hace falta que Ia gente viva, y no que sea sólo un espacio destinado a oficinas, comercios, bancos, etcétera.

En otros tiempos –como ya lo mencionamos-, Ia casa había sido una vecindad con algunos locales comerciales, ocupados, por ejemplo, por Ia famosa librería Navarro, una joyería, un restaurante y un laboratorio de fotografía. Para incrementar el número de viviendas, los grandes espacios habían sido divididos por paredes y Ias ventanas que daban al patio trasero fueron convertidas en puertas. El portón principal, que originalmente era de dos pesadas hojas de madera con remates de hierro forjado, había sido reducido a sólo una hoja para dejar espacio a Ia constrticción de un pequeño local donde se ubicaba una joyería. Curiosamente, Ia mitad de puerta que se quitó permaneció arrumbada junto con algunos herrajes originales en el fondo del patio. Afortunada y sorprendentemente se salvó de ser quemada o incluso comprada por algún anticuario, por lo cual pudo volver a ocupar su lugar en Ia entrada de Ia casa.

El proceso de restauración tuvo un sentido peculiar, debido a que los dueños son restauradores de obras de arte hace más de 25 años. En cuanto adquirieron la casa, se reunieron con un grupo de amigos, ingenieros y arquitectos, sin tener aún una idea precisa del uso final que darían al inmueble.

La restauración se fue dando conforme la casa nos iba demandando—comenta la señora Mónica Baptista de López Negrete–; si era necesario reponer una viga en un espacio determinado no dudábamos en hacerlo, al igual que en el caso de los balcones, los cuales, segun investigamos, habían sido originalmente de hierro forjado, pero a principios de este siglo fueron reemplazados por balcones de fierro colado, con un dibujo muy llamativo que no encajaba con el estilo de Ia casa, el cual, por ser de una época temprana, es muy sobrio, y sus balcones eran muy sencillos: sólo llevaban un dado al centro. Así que después de analizarlo, decidimos que se forjaran los balcones que faltaban y se reemplazaran, gracias a que en los patios había varios balcones y barandales originales.

Para llevar a cabo Ia restauración hubo que instalar talleres de carpintería, de cantera y de herrería, siempre bajo Ia supervisión de Ios señores Serrano y López Negrete, quienes no dejaron eI proyecto en manos de un tercero y se entregaron a éI efectuando personalmente Ia investigación y coordinación de Ias labores. Todo se realizó a partir de Ios modelos de algunas piezas origiriales, como es el caso de Ias puertas y ventanas que aún se conservan. Paso a paso, iba regresando Ia belleza a cada rincón, a cada quicio…

Ahora, al entrar en la casa se respira un aire de tranquilidad, y el patio principal se abre ante nosotros suscitando imágenes de lo que en otros tiempos habria sido Ia vida cotidiana en este encantador espacio de Ia “Ciudad de Ios Palacios”. AI fondo se encuentra un pequeño patio, cubiertas sus paredes con enredaderas, desde donde se observa lo que eran Ias caballerizas. La casa era un espacio unifamiliar, de manera que el primer piso lo ocupaba Ia servidumbre y Ia planta alta, la familia. Actualmente, además de haber recuperado su estilo original, también recobró el uso para el cual fue creada, pues los dueños decidieron vivir ahí. Lo que antes fuera una especie de bodega de granos y enseres es ahora una hermosa galeria, con cuadros restaurados por los propietarios. La planta alta se dividió en dos departamentos indepenientes, cuyo estilo rústico origirial contrasta con algunos detalles modernos de la decoración. Un espacio realmente acogedor donde cada rincón ha sido cuidadosamente recreado.

Finalmente, al echar un vistazo desde los balcones el espectáculo no podía ser más imponente: el Sagrario de la Catedral Metropolitana enfrente y a la izquierda la vista de la Plaza de la Constitución.

El regreso a la vecindad

Para los señores Serrano y López Negrete, la casa de Seminario 12 se convirtió en la posibilidad de hacer una propuesta novedosa: que la gente regresa a vivir en vecindad, recuperando su aspecto gregario y de cinvivencia cotidiana, sin el hacinamiento que generalmente la caracteriza. Es decir, compartir un área común manteniendo la privacía, y sobre todo la creación de un espacio digno y agradable para vivir.

Nos gustaría comunicarte a la gente -afirma el señor Manuel Serrano- que el Centro necesita ser habitado; mientras más gente viva en el Centro mejor se conservará, pues un espacio así tiene una constante demanda de atención. No ocurre lo mismo con los edíficios que son ocupados para oficinas, que sólo tienen vida de 9 a 6 de ta tarde. Sin embargo, no se trata de regresar a las vecindades tradicionales sino a una forma de convivencia humana en la que sea agradable y digno permanecer.

Fuente: México en el Tiempo No. 11 febrero-marzo 1996

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