Siqueiros y Licio Lagos. 2 Caminantes que coinciden
David Alfaro Siqueiros, nacido el 29 de diciembre de 1896, en Santa Rosalía, hoy Camargo, Chihuahua, se vio alumbrado por los movimientos que configuraron al siglo.
En la fiebre de su adolescencia se involucro en la huelga de la Academia de San Carlos, en 1911. Este movimiento, no sólo provocó un cambio radical y definitivo en la aplicación educativa del arte en el país, sino que lo convirtió en soldado del Ejército Constitucionalista en occidente, al mando del general Manuel M. Diéguez. Con el grado de capitán segundo, y al ascenso de Venustiano Carranza a la presidencia de la República, fue enviado a Europa como agregado militar para las embajadas de España, Italia y Francia, en el año de 1919. Aprovechó este periodo para conocer y relacionarse con las principales vanguardias europeas y sus exponentes, y para estudiar el arte del renacimiento, el cual había conocido por su maestro Gerardo Murillo, el Doctor Atl, en la Escuela Nacional de Bellas Artes.
En París, Siqueiros conoció a Diego Rivera con quien compartió el aliento de la Revolución Mexicana y, entabló una amistad que duraría el resto de su vida. Retornó a México en 1922 -previa invitación de José Vasconcelos, entonces Secretario de Educación Pública- para incorporarse a los pintores que realizaban va los primeros murales en la Escuela Nacional Preparatoria de San Ildefonso. Para realizar su primer mural escogió el cubo de la escalera del patio del «colegio chico». Al terminar su periodo, Vasconcelos fue relevado en su cargo por Manuel Puig Cassaurang quien presionó a los artistas para que abandonaran su abierta militancia comunista. Al no conseguirlo, Siqueiros y José Clemente Orozco fueron expulsados de sus murales a los que Siqueiros nunca más regresaría.
Las labores de divulgación y activismo del pensamiento comunista por medio del periódico “El Machete». que pasó de ser informador del Sindicato de Pintores, Escultores y Grabadores Revolucionarios a funcionar como órgano principal de ladifusión del Partido Comunista Mexicano. llevaron a Siqueiros a realizar una intensa campaña de construcción y organización de sindicatos llegando a ser Secretario General de la Confederación Obrera de Jalisco.
En 1930, Siqueiros fue encarcelado por participar en las manifestaciones del l de mayo, confinándosele posteriormente como arraigo la ciudad de Taxco en Guerrero. Ahí conoció a William Spratting quien lo apoyó para seguir pintando. Dos años después, Siqueiros viajó a Los Angeles, California, para realizar distintas exposiciones, e impartir clases de muralismo en la Chouinard School of Art, invitado por Millard Sheets. Formó un equipo al que llamó el American Block of Painters y enseñó muralismo pintándolo. Realizó el mural Mitin en la Calle, mismo que fue borrado poco después por haber incluido en el tema a personas de color, además de haber plasmado un discurso eminentemente político. Su equipo creció y le fue encargado un nuevo mural en la Plaza Art Center. Este mural también provocó irritación y se ordenó borrarlo primero parcialmente y después en su totalidad. Durante su estancia en California, Siqueiros ya era reconocido como poseedor de un estilo personal.
Siqueiros continuó una carrera siempre matizada por su activismo social, con su personalidad como detonante de escándalos y enfrentamientos con las autoridades. Fue alrededor de 1940 cuando -surgieron las primeras aficiones mexicanas por el coleccionismo- lo que dió la pauta a un patronazgo artístico inédito en nuestro país. Los nuevos aficionados al arte albergaban un sentimiento identificado con el nacionalismo y formaban parte de un peculiar empresariado mexicano que encontró en el proceso postrevolucionario valores desconocidos. Uno de estos fue la afición por la belleza de lo espiritual que no busca en la compra de arte una inversión a plazo fijo, sino que recolecta una minuciosa selección de afinidades y emociones que se traducen en un tesoro para ser compartido con los demás. Licio Lagos Terán es un ejemplo en el que convergen elementos del singular íntimo, donde coexiste una voluntad por lo nacional y lo universal con la misma pasión, prototipo del empresario nacionalista que no descuida el quehacer racional de su gente y de los artistas procedentes de la entraña inesperada del caos.
El artista ha caminado de la mano del patrono hasta nuestros días, heredando el oficio de coleccionar para la posteridad, el ser humano ha encontrado motivos más nobles para allegarse al arte, entre otros la devoción y la intuición que actúan en el interior como una fe hacia lo improbable, ya que el arte se ha masificado y en su diversidad mezcla lo espiritual y lo profano, lo puro y lo pervertido, lo artificial con lo natural. Pero para saber qué mueve a un individuo a adquirir una obra, es imprescindible revisar su vocación.
Por obligación debemos preguntarnos, qué hubiera sido del arte mexicano y sus autores, sin Licio Lagos, sin Alvaro Carrillo Gil, sin Marte R. Gómez, quienes junto con otros arriesgaron sus recursos sólo por su confianza en lo desconocido. ¿Qué hubiera sido de nuestros artistas no pocas veces agobiados por la escasez y la necesidad? Los coleccionistas de la primera mitad del siglo practicaban mecenazgos patrióticos donde estaba de por medio la amistad con el artista, antes que el provecho económico; entreverando cotidianamente los hilos sentimentales que unen la tarea de crear, con la de coleccionar lo creado. Licio Lagos Terán se encontró una tarde de 1952 en la Galería Misrachi con el cuadro Caminantes, pintado por David Alfaro Siqueiros ese mismo año. Enamorado sin duda del tema, donde dos figuras enrebozadas caminan sin un objetivo determinado, la obra recoge la coincidencia formativa entre Lagos y Siqueiros. Ambos partieron de sus provincias natales y enfrentaron destinos inciertos -como los de todo caminante-, el cuadro describe el drama entre el origen y el éxodo, resurgiendo la nostalgia del emigrante, que al partir impredecible, comienza a extrañarse.
Licio Lagos Terán nació en Cosamaloapan Veracruz en 1902, Siqueiros, en Chihuahua, ambos vivieron los acontecimientos del parto de la República. Al primero le sensibilizó de por vida la toma del Puerto de Veracruz realizada por los norteamericanos el 21 de abril de 1914, en tanto que el segundo fue acunado entre desplantes juaristas por su abuelo Antonio Alfaro, «Siete filos» que había luchado en los ejércitos de Juárez contra las invasiones extranjeras. Ambos enfilaron a la capital del país para continuar su formación profesional: Licio Lagos en la Facultad de Derecho, Siqueiros en la Escuela Nacional de Bellas Artes.
Mientras Licio Lagos se formaba como abogado, Siqueiros ejercía de capitán revolucionario. En 1925, Licio obtuvo su título profesional y Siqueiros se daba de alta como muralista. En 1929, el licenciado Lagos fundó su despacho de asesoría jurídica a las empresas, llegando años después a ser Presidente de la Confederación de Cámaras Industriales. Siqueiros se encontraba en el clímax de su prolífica labor sindicalista. A pesar de las divergencias que sin duda tuvieron, Licio Lagos y David Alfaro Siqueiros entablaron una amistad significativa. Digna y acariciable, elocuente y sagaz, la mancha que le da forma a Caminantes describe una situación escalofriante: el persistente destino migratorio de la provincia a las urbes. Siqueiros siempre contempló la necesidad de expresar signos elocuentes en los estudios que desarrollaba para sus murales, no se dude que este cuadro le haya dicho mucho de lo que buscaba.
Licio Lagos adquirió los cuadros segundo y tercero del propio Siqueiros, fueron Volcán (1955) y Bahía de Acapulco, (Puerto Marqués 1957). Ambos se insertan en el periodo en que Lagos se empeñó en conseguir la más espléndida colección de paisajes mexicanos que se conozca a la fecha. Se piensa que la siguiente obra fue Sonrisa Jarocha, pintada ex profeso por el artista, en un afán de capturar en un solo trabajo todo el genio y apreciación de la sangre veracruzana, sobre todo por la observación hecha en sus memorias Me llamaban el Coronelazo (1977), donde describe el impacto que le causó su juvenil estancia en el puerto y su convivencia con «lindas mujeres jarochas».
En 1959, Siqueiros se solidarizó con la huelga que los ferrocarrileros mexicanos habían emprendido y fue encarcelado por el delito de disolución social, en el Palacio Negro de Lecumberri, entre 1960 y 1964. Al ser puesto en prisión, los apremios económicos llegaron a la familia y al equipo de ayudantes del muralista. Sin dudarlo acudió a sus amigos; uno de ellos fue Licio Lagos quien le tendió la mano adquiriendo otros cuatro cuadros originales. Entre estos El beso (1960), en el que una madre transmite la pasión por la vida a su hijo. La pregunta hecha cien veces es cómo podía florecer tal aprecio entre un comunista radical como Siqueiros y un abogado patronal como Licio Lagos; la respuesta se encuentra en el cuadro El reparto de juguetes usados a niños pobres del Mezquital (1961), verdadero especimen de la doctrina filosófica del arte unido al humanismo. Esta obra describe a una multitud inquieta y desesperada, crispada de deseos, ante un par de damas ataviadas con pieles que a sus pies ostentan un enorme cajón con juguetes usados. Entre la hipocresía y la falsa compasión, Siqueiros ilustra con trazos rítmicos el pequeño club de los pudientes que se enseñorea dando lo que le sobra a los pobres, algo en lo que Licio Lagos coincidió con el muralista, en el entendido de que la necesidad no debe ser aprovechada por la vanidad inconsciente, ni por la conciencia disfrazada de dádiva. Licio Lagos colocó el cuadro junto a los exaltados recreadores de la belleza en la apacibilidad de su hogar que descubre unos muros prendidos a la lucidez de su constructor.
Completan la colección, tres litografías. La primera es el segmento del mural Muerte al Invasor, pintado por Siqueiros en Chillán, Chile, donde las cabezas de Galvarino y Francisco Bilbao se funden en un grito de rebeldía contra las invasiones del imperio y la subyugación indígena en la que Siqueiros demuestra su estimación por Lagos en la dedicatoria: «Para el licenciado Licio Lagos, con la renovada amistad del autor. En vísperas del año nuevo 1957.» Una más es Hombre atado al árbol de la que se desprenden estudios que más tarde funcionarían para el Poliforum.
A más de cien años de Siqueiros y de Licio Lagos, no deja de sorprendernos la serenidad con la que dos seres diferentes partieron sus distancias con un formidable pretexto: el amor por el arte, la pasión por la compleja sublime esencia del hombre.