Teatro Xicoténcatl al Esperanza Iris, hoy Teatro de la Ciudad
Si usted, lector, tiene una edad menor a treinta años, sería sumamente difícil, o casi imposible, que pueda considerar cómo fue que existieron actores, actrices y cantantes que en los años treinta hacían sus presentaciones en los escenarios sin micrófono.
Y no aludo sólo a los edificios teatrales que por naturaleza propia tienen una acústica perfectamente estudiada para la voz humana, sino a los grandes espacios acondicionados para funciones teatrales, tales como una plaza de toros o un estadio, mismos que los actores, además de abarrotarlos de público, llenaban por completo con su voz sin necesidad de subterfugios electrónicos. Esta pasta de artistas existió hasta antes de los años cincuenta y engalanó las obras que se representaban en los foros de México.
Uno de tales escenarios, quizá el primero, fue el Teatro Esperanza Iris. En efecto, desde la fecha de su inauguración el 25 de mayo de 1918, resultó ser la sala de espectáculos de mayor jerarquía estética y social de cuantas entonces había en la: ciudad de México.
El Esperanza Iris surgió de los restos de otro teatro: el Xicoténcatl, que fue derribado por completo para dejar el solar presto a la construcción del Iris.
El Xicoténcatl nació entre 1914 y 1915 con mala estrella. Al levantarlo se había decretado que su existencia iba a estar condicionada; la mayor parte de los muros eran de madera y el cupo alcanzaba los 1500 espectadores, factores que, sumados a su colindancia con la Cámara de Diputados fueron causa de que ese cuerpo colegiado decretara: «….si se llega a notar que se producen ruidos molestos para la celebración de las sesiones de aquélla y el trabajo de cualquiera de sus departamentos, no se dará licencia de función y ensayos en horas en que se perjudiquen las labores de la Cámara.
Por lo tanto, el Xicoténcatl no prosperó. Más tarde, la señora Esperanza Iris compró el local. El edificio fue demolido completamente y, desde los cimientos, se construyó el nuevo Teatro Esperanza Iris. La primera piedra fue colocada el 15 de mayo de 1917 y las obras fueron dirigidas por los arquitectos Federico Mariscal e Ignacio Capetillo Servín.
Entre tanto, doña Esperanza proseguía con sus giras al extranjero. Ella se había casado a los 15 años con el director del Teatro Principal, el cubano Miguel Gutiérrez, cuando trabajaba con la compañía de las hermanas Moriones. Al regreso de su primer viaje a España compró el Teatro Ideal, enviudó y contrajo nuevas nupcias con el barítono Juan Palmer.
Por su mala administración, Esperanza Iris perdió el Ideal, y dando muestras de una tenacidad a toda prueba, inicia la construcción del teatro que sustituiría al Xicoténcatl. El edificio fue concebido con los más grandes avances tecnológicos del momento e incluso se diseñó de tal suerte que, después de la última función nocturna, se removían los muebles del lunetario y el recinto se transformaba en el cabaret Las Mil y Una Noches.
El Demócrata, autonombrado «Periódico libre de la mañana», se refiere a la inauguración del Teatro la cual tuvo lugar el 25 de mayo de 1918: «Este estreno del Teatro Esperanza Iris constituyó la cristalización del sueño de una artista mexicana que no sólo en su patria, sino en lejanas tierras, ha sabido conquistar frescas rosas de triunfo para su corona de divette elegante y cordial… A las ocho y cincuenta minutos nos levantamos de nuestra butaca, al escuchar las notas bélicas del Himno Nacional, ejecutado a la llegada del señor presidente de la República, don Venustiano Carranza… Encendida, la gentil Esperanza Iris atravesó el pasillo central de la sala y, subiendo al escenario, abrió las gigantescas alas aterciopeladas del telón que, entre la salva de una nutrida ovación unánime, descubrió al grupo de obreros, quienes, representados por el señor ingeniero Federico Mariscal, le rindieron su homenaje admirativo a divette compatriota… Visiblemente emocionada, Esperanza Iris bendijo a Dios por la consumación de su noble deseo, pronunciando frases cariñosas para el público mexicano y manifestando su respetuoso agradecimiento al señor presidente tanto por sus obsequios como por el honor de su asistencia…
Casi con lágrimas que preñaban sus ojos, la gentil artista terminó con un cordial abrazo a su compañera de luchas artísticas, Josefina Peral, y en una exaltación amistosa a sus colaboradores Juan Palmer y al maestro Mario Sánchez… Sería imposible dar los nombres de las personalidades políticas y sociales que asistieron a la inauguración del hermoso coliseo… Cerramos esta nota reporteril con nuestra más cordial felicitación a nuestra divette, por su triunfo alcanzado y cristalizado…»
A partir de este momento surgiría una noble rivalidad entre la catedral de la opereta» (el Iris) y ‘la catedral de las tandas» (revistas del Principal). En un escenario, la Iris, Palmer, la Zuffoli e incluso Pertini, Titta Schippa, Hipólito Lázaro y Enrico Caruso; en el otro, María Conesa, Lupe Rivas Cacho, Celia Montalván, el Cuatezón Beristáin, Polo Ortín y el «Panzón» Roberto Soto.
Y qué decir de las canciones y los trozos que tarareaban los asistentes a uno u otro sitio: Fru-frú del travarán, Ninfa divina, el Dúo de los paraguas, Yo soy el pato y tú eres la pata; Dichoso aquel que tiene su casa a flote y demás, frente a: Mi querido capitán, Ana, La gatita blanca, El morrongo. No obstante, el tiempo haría que las estrellas antípodas se reunieran en más de una ocasión, como ocurrió durante la temporada de noviembre de 1937, en el Teatro Abreu, en la que se presentó, entre otras, la gran Noche de Gloria.
El Teatro Iris siguió adelante. Entre 1918, y los cuarenta, desfilaron por su tablado infinidad de artistas, todos de primera magnitud. Puede decirse que esta etapa de la historia comprende dos momentos de posguerras internacionales que le darán a México los elementos sustanciales para convertirse en una nación moderna.
De ahí que junto con los espectáculos de corte europeo -como las óperas, comedias y operetas- se exhibieron obras de manufactura mexicana de crítica o de exaltación nacionalista, ligeras en muchos casos. Son éstas las revistas musicales que en el futuro se transformarían en las «variedades» utilizadas para la radio, el cinematógrafo y, hasta nuestros días, como esquemas de algunos programas televisivos. Por esta condición, personajes centrales, tipos vernáculos y contextos donde se desarrollan los argumentos, serán reinterpretados a través de los años.
Desde otro ángulo, la zarzuela es un género que nace para la aristocracia, pero es adoptado por el pueblo y se convierte en la expresión de cantos, danzas y dramas vernáculos españoles. Fue así como un espectáculo que tenía como tema la mitología griega (a mediados del siglo XVIII) se transformaría en un escenario regionalista (desde el siglo XIX). En Buenos Aires la zarzuela se convirtió en sainete porteño, en Cuba, en la revista musical criolla o de los bufos habaneros y en nuestro país, en zarzuela mexicana que derivaría más tarde en la revista musical y en las variedades.
En efecto, la zarzuela española sin par La verbena de la Paloma, representa una fiesta en el Madrid de aquellos años, y si se echa a andar la imaginación, no es difícil concluir que durante su estreno el 17 de febrero de 1894, seguramente no habría sido posible diferenciar dónde estaba el público y dónde los actores si no mediaran los límites escénicos. Y así sucedió con la zarzuela mexicana y con la revista musical. Tuvo tal compenetración con los parroquianos de la Ciudad de México, que fue utilizada y manipulada para orientar las corrientes de opinión de los años. veinte. Cada semana se estrenaba una nueva con música diferente: nacionalista, «bataclanesca», a la manera de los espectáculos parisinos -con todas las piernas al aire; -iay, mi Celia Montalván!-, «psicalíptica » -con lo mejor de los albures y calambures de alta escuela y sin leperadas-, ode historias de amor que culminan con el romanticismo de Agustín Lara y Guty Cárdenas en el desaparecido Teatro Politeama. Este espectáculo popular en toda su dimensión, será la materia prima para el nacimiento de la radio comercial y para los primeros pasos del cinematógrafo nacional.
La estructura de las representaciones radiofónicas, teatrales, cinematográficas y televisivas está en deuda con figuras como Esperanza Iris, Virginia Fábregas, María Conesa, Lupe Rivas Cacho, el Cuatezón Beristáin, Muro Soto Rangel, Roberto «Panzón» Soto, Mario Esteves, Manolo Noriega, Víctor Torres, Alberto Catalá y tantos actores y actrices que hicieron escuela. Es motivo de verdadera alegría que todavía hoy haya personalidades el mundo teatral dispuestas a montar zarzuelas y demás espectáculos de esta corte, a la usanza de antaño y que se dediquen a rescatar los nombres y valores de las personalidades que han dejado huella en la historia de la música y de las artes escénicas mexicanas. ¡Gracias Irán Eory y gracias maestro Enrique Alonso!
Fuente: Mexico en el Tiempo No. 23. Marzo-abril 1998