Textiles mexicanos hechos con amor
Los textiles mexicanos cuentan a hiladas el mundo, le dan forma y color. Quien compra un textil adquiere una historia tejida con el corazón.
La creatividad en los textiles mexicanos
Los textiles mexicanos vuelven el mundo más colorido, lo hacen propio. Así, quien compra textiles mexicanos adquiere mucho más que un objeto, se lleva un relato, tan breve o tan largo, que debe aprender a leer. Colorindio no hace otra cosa que editar esos textos de algodón. La autonomía del oficio comunitario no está peleada con las propuestas estéticas de Colorindio. Es a través de la colaboración y la equidad como se consiguen resultados, asegura esta compañía que busca entablar una relación de trabajo constante
con las sociedades rurales.
Son ellas, las mujeres de los dedos siempre entrelazados, quienes deciden el diseño que han de imprimirle a sus prendas. Colorindio sugiere los juegos de colores, supervisa la calidad de los hilos y la labranza. El resultado son vívidas composiciones, como la de este muñeco de lana hecho en San Juan Chamula. Ya sean manteles de mesa o individuales, servilletas, cojines, cobijas o colchas, tapetes, hamacas, huipiles, algunas bolsas, toallas, enredos y hasta tortilleros: todo es doblado y desdoblado con cuidado para mostrar la labor de las distintas artesanas involucradas.
Colorindio fue formada en 2009 por dos mujeres, Pola y Libia, es una empresa que rinde homenaje a lo que se produce con algodón en nuestro país. Esos indispensables objetos artesanales a los que llamamos textiles mexicanos. Su showroom en el barrio de San Ángel, en Ciudad de México, agrupa distintas colecciones. Realizadas en cualquiera de los dos telares, las cosas creadas en las poblaciones serranas terminan en el showroom de San Ángel o en las ferias que en la Ciudad de México se dedican al diseño, como La Lonja Mercantil, Caravana Americana o el Abierto Mexicano de Diseño.
Dos son los telares que ayudan a entretejer brocados: uno es el de cintura, otro el de pedal. El primero, simple y portátil, se amarra al propio cuerpo y al árbol cercano que más convenga. El segundo es de mayores dimensiones, pertenece al tiempo de los españoles, y agiliza la producción de tejidos. Ninguno de los dos se ha echado al olvido. La tradición, lo cotidiano La diversidad cultural que México tiene se traduce en un sinfín de patrones, de símbolos, de telas bordadas que mucho dicen sobre el lugar y las manos que las crearon. Además, las antiguas técnicas siguen siendo útiles para dar forma, hilo por hilo, a las piezas que hoy usamos. Enaltecer ambos vínculos es lo que más interesa a Pola y Libia. Trabajan con tejedoras de distintas comunidades: tanto de Los Altos de Chiapas ‒San Andrés Larráinzar, Zinacantán, Pantelhó, Aldama, Santa Martha, San Juan Chamula‒ como de los pueblos zapotecos de Oaxaca. Hoy son más de 150 mujeres, agrupadas en cooperativas, las que entretejen esas historias que Colorindio se encarga de leer en voz alta.
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