Tlacotalpan. La música y el color - México Desconocido
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Tlacotalpan. La música y el color

Veracruz
Palacio Municipal-Tlacotalpan-Veracruz
© Ayuntamiento de Tlacotalpan Edificio de gobierno municipal de arquitectura colonial con arcos y fachada azul. Se aprecia un farol y bancas de herrería como parte de la explanada.

Las fértiles llanuras irrigadas por el Papaloapan han estado ocupadas desde los tiempos más remotos. Cuando los españoles remontaron el río allá por el siglo XVI encontraron pequeñas comunidades que vivían de la pesca y del comercio a lo largo de sus riberas.

Lo que ahora es Tlacotalpan comprendía una isla, conocida entonces como La Candelaria por el culto a la virgen de ese nombre. Las frecuentes inundaciones de esta cuenca que recibe una enorme precipitación pluvial cada año tal vez impidieron que en esas llanuras de bajo nivel se desarrollaran asentamientos prehispánicos de mayor importancia. La presencia de los ríos es tan grande que continuamente se modifican los cauces, tal como aconteció con Tlacotalpan, que dejó de ser una isla durante la Colonia.

Hasta la fecha, los actuales jarochos del Sotavento, le siguen guardando respeto a las calamidades naturales, aunque ya se han acostumbrado a ellas, y los llamados “nortes” son algo cotidiano. En otros tiempos, grandes ventoleras provocaron incendios de considerable magnitud, como los acontecidos en 1698, 1788 y 1790. Pese a ello, Tlacotalpan siguió prosperando; su núcleo de población se conformó de un mestizaje particular con ingredientes de sangre indígena, blanca y negra, semejante al de Alvarado, población hermana con la cual siempre ha mantenido un intenso intercambio.

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La actual fisonomía que presenta Tlacotalpan proviene del porfiriato. Por entonces, gran parte del territorio que ahora comprende varios municipios colindantes pertenecía a la hacienda El Zapotal, propiedad de la esposa del general Antonio López de Santa Anna. Había otro gran terreno que abarcaba parte del actual municipio y que había pertenecido a la cofradía de la Virgen de la Candelaria. Al inicio del porfiriato ambas propiedades fueron fraccionadas y vendidas en remate a las familias con mayores recursos económicos, creando así una nueva casta de terratenientes. A partir de entonces se inició un auge económico en el que se conjugaron actividades agrícolas, ganaderas y pesqueras. La tupida vegetación de aquel tiempo, mucho mayor que la actual, propició el comercio de la caoba, el cedro y otras maderas preciosas. Se fomentó la cría de ganado vacuno y por todas las haciendas y ranchos proliferaron excelentes caballos de raza. La agricultura también experimentó un gran impulso y los terrenos se cubrieron de cultivos de caña de azúcar, algodón, tabaco, hule y una rica variedad de árboles frutales. Cabe señalar que la región había gozado de bonanza incluso desde antes del porfiriato, como lo demuestra la construcción de sus dos templos principales: la capilla de La Candelaria, terminada en 1786, y la parroquia de San Cristóbal, que data de 1849. El Palacio Municipal se construyó en 1890, un año después de la parcelación, y a partir de entonces se edificaron muchas de las casas más antiguas que configuran el estilo arquitectónico que se ha buscado preservar.

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El porfiriato revolucionó en gran medida las fuerzas económicas del naciente capitalismo en México. A pesar de las desigualdades sociales, acentuadas en la parte final de ese periodo, las inversiones extranjeras reactivaron fuertemente la economía. La cuenca del Papaloapan se convirtió en una zona de gran productividad, y Tlacotalpan en un puerto de gran importancia estratégica por su ubicación en la ruta de las mercancías entre el bajo y el alto Papaloapan. La comunicación se realizaba a través del río, y hasta mediados del siglo XX era la única manera de llegar, en forma rápida, entre Tlacotalpan y Alvarado. La declinación de Tlacotalpan, empero, se inició a principios de este siglo con la introducción del Ferrocarril del Istmo y con la Revolución. El tren estableció puentes de comercialización entre sitios más distantes, restándole importancia estratégica al puerto, y el movimiento armado destruyó el sistema económico de las haciendas en todo el país, incluyendo las ricas y prósperas del Sotavento.

TLACOTALPAN HOY

Quien visita Tlacotalpan parece realizar un viaje a través del tiempo. El relativo alejamiento de este puerto, en relación con Alvarado o Veracruz, ha permitido que la cultura tradicional se conserve casi intacta. Hasta hace sólo algunas décadas, por ejemplo, Alvarado y Tlacotalpan eran muy semejantes, con muros de cal y canto en sus casas, rematadas con techos de teja de dos aguas. Desafortunadamente, Alvarado ha sufrido grandes modificaciones y muchas de esas viviendas han sido demolidas para levantar otras de concreto armado. Tlacotalpan, por fortuna, conserva estilo gracias a una sólida conciencia de identidad. Las influencias culturales de Estados Unidos y otras regiones de nuestro país son mucho menos acentuadas que en Alvarado y Veracruz, de lo cual el tlacotalpeño se enorgullece. A excepción de las fiestas en honor de la Virgen de la Candelaria, del 31 de enero al 10 de febrero, cuando una continua y desbordante verbena popular se apodera de la ciudad, Tlacotalpan es un sitio en extremo tranquilo. Los pocos autos que se observan son casi siempre de turistas o viajeros que pasan en dirección de algunas ciudades o pueblos cercanos. La bicicleta es el medio de transporte preferido por la población y podemos considerarla el sustituto de caballos, burros, carretelas y diligencias que transitaban a principios de siglo. Entre los vehículos de pedales encontramos desde las bicicletas comunes hasta los triciclos donde se transporta y se ofrece todo tipo de mercancías. También son típicos los talleres de reparación de estos aparatos.

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Indudablemente, el rasgo que más caracteriza a Tlacotalpan es su arquitectura, en especial las fachadas de sus casas. A sus dos templos principales debemos agregar el del barrio de San Miguel, tan antiguo como el de La Candelaria. Los tres están pintados de blanco y son hermosos en su exterior, aunque sus interiores son más atractivos aún. La capilla de La Candelaria combina un retablo neoclásico con una decoración estilo mozárabe en sus bóvedas y cúpula. Los tonos pastel parecen señalar aquí el colorido que habría de caracterizar los exteriores de toda la ciudad. La parroquia de San Cristóbal es muy distinta; posee un retablo principal labrado en madera que resguarda en el centro una imagen de la Virgen de Guadalupe. Junto al altar hay una capilla que luce, también, un impecable retablo de madera con la imagen de Jesucristo. Ambos retablos son muestra sublime de un oficio practicado en Tlacotalpan durante siglos: la ebanistería, y todas las casas tienen muebles de excelente calidad que lo corroboran. Las fachadas de Tlacotalpan merecen especial mención. Debemos resaltar los portales que sirven para protegerse del sol y la lluvia y para tomar el fresco por las tardes. Es común pintar año con año las fachadas, por lo cual el colorido de la ciudad es siempre cambiante. Los tonos pastel de los muros se combinan con las excelentes protecciones de hierro de los ventanales, que también se acostumbran pintar cada año. El celo por la decoración produce detalles tan curiosos como el dibujo de herrerías y cornisas en cierto espacio de la pared, que de otra forma quedarían simples.

UN RECORRIDO POR LA “ATENAS DEL PAPALOAPAN”

El zócalo, llamado también Parque Zaragoza, es el mejor sitio para iniciar una caminata por Tlacotalpan. En su parte poniente se encuentra la parroquia de San Cristóbal y en la sur el Palacio Municipal. Por los corredores hay tiendas de artesanías y a pocos pasos están las galerías de arte y los museos. La capilla de La Candelaria se localiza hacia el noreste, junto a la plazuela dedicada al “Flaco de oro”, Agustín Lara, y a un costado del Parque Hidalgo. Los museos más cercanos son la Casa Museo Agustín Lara, donada a la ciudad por doña Yolanda Gasca, quien fuera esposa del artista, y el Salvador Ferrando, que se encuentra en el Parque Hidalgo. La galería más próxima al zócalo es el Jardín de Arte Tlacotalpeño. Hay otro sitio curioso a pocos pasos del Palacio Municipal: el bar-museo de Tobías Carbajal Rivera, amigo de Agustín Lara, donde se exhiben objetos personales del cantautor.

Existe un lugar fuera de todo catálogo y que merece una descripción aparte. Nombrado Mini-Zoológico-Museo por su fundador y actual dueño, don Pío Barrán, es producto de una imaginación y una inquietud desbordantes. Pío Barrán es un personaje pintoresco que cuenta entre sus mascotas con varios cocodrilos capturados por él mismo hace tres o cuatro décadas. Garzas, pelícanos, tortugas, loros… habitan en jaulas o deambulan por el patio de una casa improvisada como “mini zoológico”. En el interior de la casa se encuentra el también “mini museo”, con antigüedades, curiosidades y alguna que otra artesanía a la venta. Contrasta este museo con el Salvador Ferrando, donde las piezas guardan perfecto orden y responden a una museografía cuidadosamente estudiada. El aire informal del Mini-Zoológico-Museo también es fascinante porque expresa a un personaje fuera de lo común, y quien nos muestra, gentilmente, el fruto de sus obsesiones. Por la misma avenida que lleva al museo podemos encontrar otros lugares de interés, como la Casa de la Cultura Agustín Lara y el Mercado Municipal Teodoro A. Dehesa, construido de madera en gran parte. Ahí también se localiza el Teatro Nezahualcóyotl, actualmente en reparación. El malecón de Tlacotalpan está a sólo una calle del zócalo. De hecho, la carretera pasa junto al mismo, antes de atravesar el centro y dirigirse a Cosamaloapan o a Veracruz y Los Tuxtlas. Actualmente, en el malecón se organizan paseos turísticos por el río. No faltan también los pescadores que entregan su mercancía para que allí mismo la destacen y la vendan.

La hilera de restorancitos con vista al Papaloapan rivaliza en cuanto a menú con los situados junto al zócalo. Los platillos de unos y otros son muy variados y podemos ordenar robalo, chucumite, mojarra, jaiba, camarón, acamaya y tortuga, bien sea al mojo de ajo, en adobo, enchipotlados o en escabeche. De bebidas se ofrecen todo tipo de cervezas y refrescos, además de los locales “toritos” de cacahuate y coco, o el “popo”, que combina la planta así nombrada con cacao. Esta descripción tan sencilla es apenas una probadita que servirá de invitación para quien desee visitar Tlacotalpan. Si va a la fiesta de La Candelaria le recomendamos ir preparado para desvelarse durante varios días seguidos. Si desea retar a los toros que se sueltan por las calles, le sugerimos ir preparado para una visita al hospital. Si, por el contrario, desea disfrutar la ciudad en su placidez cotidiana, puede ir en cualquier época del año, siempre y cuando no haya huracán, porque si de nortes se trata, sólo es cuestión de esperar algunos días antes de que el sol asome sus cabellos por entre los almohadones donde descansa Tláloc, reponiendo fuerzas para su próximo embate.

SI USTED VA A TLACOTALPAN

Si sale de Veracruz tome la carretera núm. 180 hacia Alvarado; de aquí continúe por la misma carretera hasta llegar al puente Tlacotalpan, donde se desviará a la derecha por la carretera núm. 175; más adelante llegará a su destino.

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autor Conoce México, sus tradiciones y costumbres, pueblos mágicos, zonas arqueológicas, playas y hasta la comida mexicana.
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