Un territorio de altura, un mosaico de paisajes (Estado de México)
Casi rasgando el cielo con los picos irregulares de su cabeza, el Xinantécatl nevado, el volcán de Toluca, se esfuerza diariamente por atrapar las nubes para pintarse de blanco con ellas.
Escápate un fin de semana:
Vuelo en globo por Teotihuacan con Sky Balloons México
En invierno, cuando casi siempre lo logra, este emblema de la naturaleza del Estado de México parece alzarse y voltear al oriente en busca de las miradas de los otros dos colosos de la entidad, el Popocatépetl y la Iztaccíhuatl.
El de México es un estado de altura. Que lo digan estas tres cumbres que lo enmarcan y lo coronan; que lo presuma también Toluca, una de las ciudades más altas del país, que lo disfrute el viajero en las laderas nevadas, en los pinos y encinos de los bosques frescos, en las corrientes de agua que bajan de ellos, ya sea en las cadenas montañosas que rodean al Distrito Federa lo en los límites con Michoacán; al noroeste, por la región mazahua, o en la sierra de Temascaltepec.
Pero los casi 29 mil kilómetros cuadrados de tierras de la entidad son suficientes, además, para contener una variedad de contrastantes paisajes que hacen dudar a quien la recorre de que se halla en el mismo estado. En su extremo noreste, allá por los rumbos de Teotihuacan y Otumba, el semidesierto deleita con sus nopales y tunas acarameladas, sus biznagas de asombro y sus magueyes que abren los brazos al cielo como coronas afiladas y verdes.
En el sur de la entidad, por allá donde se abraza con su vecina Guerrero, se siente el calorcito semitropical, como una probadita de la cuenca del Balsas, que inyecta vida a millones de flores y de frutos que salen de allí para todo México y varias naciones. El estado que lleva el nombre del país fue distinguido por doña naturaleza como reservorio de sus cascadas (sólo Michoacán tiene más en todo el territorio nacional): caídas que van de los brincos de agua helada en la cara poniente de la Iztaccíhuatl al enorme salto de Chihuahua; de las cascaditas juguetonas de Luvianos a la cascadota de Bejucos, la más alta del altiplano central.
Los lagos y las presas no son menos destacados por su belleza y abundancia. Los hay muy fotogénicos, como el de Valle de Bravo, o poco retratados, como la laguna Huapango, y casi desconocidos, cual ocurre con el nuevo lago de Texcoco, que en invierno se llena de garzas, pelícanos y patos.
México, estado de rostro bello, fue dotado con entrañas ricas, como para no desentonar. Son prueba de ello los preciosos minerales de la región de Sultepec, las aguas vaporosas y nutritivas que brotan del subsuelo en Tonatico o en Ixtapan de la Sal, y la galería de esculturas milenarias de carbonato de calcio, en otras palabras, las grutas de la Estrella.
Y ni hablar de las curiosidades naturales del estado porque son tema para rato: los prismas basálticos miniatura del Tezcutzingo, la extracción de sal comestible en el ex lago de Texcoco, las minibarrancas bellamente erosionadas de Chapa de Mota, el pequeño volcán con su interior cultivado de Xico…
La entidad mexiquense, que como herradura de buena suerte rodea a la capital del país, regala su fortuna en tesoros naturales a quien se acerca a disfrutarlos.
Fuente: Guía México desconocido No. 71 Estado de México / julio 2001
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