Urna del Gran Jaguar, la más bella escultura zapoteca de Monte Albán
Para los mesoamericanos, el jaguar fue un animal sagrado. Particularmente en Monte Albán, los antiguos zapotecos tuvieron especial veneración por este felino. La urna del Gran Jaguar no solo es testimonio de ello, sino también de la maestría de las manos que modelaron esta hermosa efigie.
En Mesoamérica hubo diversos animales que se consideraron sagrados, ya fuera por su simbolismo o por su relación con ciertas deidades, siendo inclusive nahuales de éstas. El jaguar es, junto a la serpiente y las aves rapaces, uno de los principales seres vivientes de toda la cosmogonía del México Prehispánico. En el sitio arqueológico de lo que fuera la ciudad zapoteca de Monte Albán, se halló una magnifica escultura que da prueba del aprecio excepcional que había por este felino: la Urna del Gran Jaguar.
Descubrimiento y contexto arqueológico
El arqueólogo Alfonso Caso descubrió la urna del Gran Jaguar en su ya famosa excavación en Monte Albán, Oaxaca, en 1931. Se localizó en el edificio «M» de la plataforma oeste del sitio. La urna fue recuperada completamente rota, en un «basurero», en el costado de la mencionada estructura.
La evidencia indica que la escultura fue destruida intencionalmente. Probablemente fue derribada en un acto que era común en Mesoamérica: el rito de desacralización. Éste simbolizaba la caída de una ciudad a través de la destrucción de la imagen de su dios tutelar o su símbolo emblema. Esto es muy importante, porque también arroja evidencia sobre la estrecha relación de este animal con la ciudad, incluyendo su nombre. Si bien Monte Albán corresponde a la designación que se le dio en crónicas posteriores a la conquista española, se especula que su topónimo verdadero fue «Cerro del Jaguar».
Descripción de la urna del Gran Jaguar
La urna del Gran Jaguar posee una altura de 88,5 cm, 51 cm de ancho y un largo de 53 cm. Está hecha en cerámica, mediante la alfarería. Se trata de una escultura de bulto redondo, la cual representa la figura de un jaguar todavía joven a escala natural. Se le suele datar entre los años 100 a.C. y 100 d.C., es decir, el Periodo Clásico. Actualmente se exhibe en la sala Culturas de Oaxaca del Museo Nacional de Antropología, en la Ciudad de México.
La figura del felino se encuentra sentada sobre sus patas traseras. Se puede apreciar en él, en la parte inferior de las zarpas, que sus garras se encuentran expuestas. En su cabeza resaltan pequeñas orejas redondeadas. Sus fosas nasales se encuentran finamente resaltadas, así como las cuencas de los ojos. Sus fauces las lleva semi-abiertas. Además, se puede apreciar como tiene pequeños y sencillos diseños que podrían representar pintura corporal o tatuajes.
Lo más llamativo de la pieza es una especie de collar con forma de bufanda, el cual se encuentra anudado a su pecho. Esto sugiere que en la antigua sociedad zapoteca había cierto manejo cotidiano de estos animales. Muy probablemente existían personas dedicadas a cuidar jaguares adultos y a sus crías en cautiverio.
Respecto a la policromía de la escultura, destaca que aún conserva los restos de sus colores originales, sobre todo el blanco, el azul y el rojo. Los arqueólogos y restauradores piensan que su función pudo haber sido ritual-religiosa, para el uso en ceremonias dedicadas al culto a los muertos. En ellas era frecuente el uso de urnas con figuras zoomorfas y antropomorfas de tamaño natural.
El jaguar entre los antiguos zapotecas
Por ser el más poderoso de los animales en Mesoamérica, el jaguar (Panthera onca) simbolizó liderazgo y fuerza. Se le asociaba además con la fertilidad, la lluvia, las cuevas, el gobierno, la guerra y el sacrificio. Por eso es que los gobernantes y guerreros de alto rango concentraron en ellos mismos sus atributos, proclamando una relación mítica con estos carnívoros. Muestra de ello fue el héroe y señor de los mixtecos, 8-Venado Garra de Jaguar.
Entre los pueblos nahuas, era un animal asociado al dios Tezcatlipoca, al poseer ambos la habilidad de ver en la oscuridad. Por ello era el nahual (o alter ego totémico) de esta divinidad.
Pitao Peeche, dios tutelar de los bennigula´sa («gente antigua engendrada en las nubes», es decir, los zapotecos) poseía características del jaguar. Sus atributos también están presentes en Pitao Cocijo, Señor de la lluvia y el rayo, la deidad más antigua e importante del panteón zapoteca. El potente rugido del felino simbolizaba al trueno, precursor de la lluvia.
Por todo ello, al desconocerse el nombre original de la ciudad de Monte Albán, la capital de los bennigula´sa, se ha propuesto que ésta pudo haber sido llamada originalmente “Cerro del Jaguar”, tomando en cuenta la gran veneración que tenía el felino entre sus gobernantes. Y es que estos se consideraban del linaje del potente depredador, por lo que se les representó vestidos con la piel, la cabeza, e incluso la cola del animal. Además, en la iconografía del sitio, se ubicaron jaguares sobre pictogramas que se pueden leer como “lugar” o «cerro».
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