Valle de Allende, lugar de tradicion y meteoritos en Chihuahua
Una serie de caminos de terracería conducen a las huertas donde hasta hace muy poco tiempo podían admirarse los nogales más antiguos del mundo.
En 1969, en el estado de Chihuahua ocurrió un encuentro cósmico que atrajo la atención mundial: un meteorito de gran tamaño penetró a la atmósfera terrestre y se desintegró en miles de fracciones, las cuales se dispersaron sobre la superficie del municipio de Valle de Allende, ubicado en el sur del estado. Estudiosos y visitantes extranjeros acudieron de inmediato en busca de los fragmentos cósmicos, que llegaron a cotizarse a precios muy altos. Aunque este meteorito ha sido el más famoso de los últimos años, no es el único, pues se sabe de al menos otros cinco. Los dos mejor conservados cayeron en 1896 en la hacienda de Chupaderos y son los que actualmente se exhiben en el Palacio de Minería de la ciudad de México.
SABOR PROVINCIANO
Pero Valle de Allende no atrae sólo por los meteoritos: su tranquilidad, sus tradiciones, su sabor provinciano, sus casonas antiguas, sus huertas nogaleras, son parte de todo lo que suelen disfrutar aquí los visitantes y, desde luego, también sus pobladores. El Valle es un verdadero oasis en medio de la llanura semiárida, ya que el cauce del río lleva siempre agua abundante gracias a una serie de manantiales que lo alimentan.
ANTIGUOS ORÍGENES
Anteriormente el pueblo de Valle de Allende se llamaba San Bartolomé, y fue establecido como pueblo de misión por los franciscanos, entre los belicosos indios tobosos, ahora extintos. No se conoce la fecha exacta de su fundación, pero se supone que se dio entre 1563 y 1570, siendo por lo tanto uno de los pueblos coloniales más antiguos de Chihuahua. Sus tierras fértiles proveyeron a los viejos minerales de Santa Bárbara, San Francisco del Oro y Parral, y fueron la base de donde partieron importantes expediciones hacia el norte, destacando la del adelantado don Juan de Oñate, quien en 1598 fundó Nuevo México.
EL TEMPLO DE LA VIRGEN DEL ROSARIO
De su etapa colonial Valle de Allende aún conserva numerosas construcciones y casonas en buen estado; de hecho, es la población colonial de Chihuahua mejor preservada. De todas sus construcciones coloniales destaca la parroquia. Aunque el edificio actual data del último tercio del siglo XVIII, sus antecedentes vienen desde 1574, siendo por lo tanto el templo más antiguo del estado. Se trata de una iglesia de gran tamaño que se encuentra frente a la plaza principal. Es de admirarse su altar mayor, con un bello retablo de cantera rosa construido entre 1886 y 1888.
La iglesia conserva también una buena cantidad de óleos del siglo XVIII y figuras talladas en madera. Uno de los salones laterales de la iglesia es un pequeño pero riquísimo museo que contiene magníficas piezas, sobre todo del siglo XVIII, de gran valor histórico, estético y artístico; entre éstos, son dignos de mención una custodia de plata de 1732, un copón de plata hecho a mano y troquelado del siglo XVIII, un rosario engarzado en oro del Niño Jesús del siglo XIX, un crucifijo de marfil y una imagen del arcángel San Miguel tallada en madera, originalmente estofada. Asimismo, en las oficinas de la iglesia se encuentra muy bien catalogado el archivo histórico de Valle de Allende, el cual contiene documentos de gran importancia no sólo para la historia local sino también para todo el noroeste de México.
CASONAS ANTIGUAS
Otras construcciones que vale la pena ver son el Santuario de Guadalupe, la Casa Urquidi –construcción del siglo XVIII que fuera residencia de don José Ignacio de Urquidi, primer gobernador de Chihuahua–, la Casa de los Arcos, frente a la plaza; la antigua Aduana Nacional, en la calle Allende, y la casa donde descansó don Benito Juárez en tiempos de la invasión francesa.
LAS HUERTAS
Como ya mencionamos, uno de los atractivos de Valle de Allende son sus huertas nogaleras, que hacen que el pueblo se halle inmerso en un sorprendente bosque. Una serie de caminos de terracería en la orilla del pueblo que colinda con el río, conducen a las viejas huertas. Así, tenemos el callejón de las Lilas, que lleva a la huerta de los Castaños, donde se conservan algunos árboles de Castilla, únicos en todo Chihuahua, descendientes de aquellos que trajeron los españoles. Luego tenemos el paseo de Jamaica, que accede hasta una gran huerta en donde antes se efectuaban muchas de las fiestas, bailes y banquetes del pueblo. Más adelante está la huerta de los Nogales Antiguos, en ella se encontraban hasta hace poco tres de los más viejos nogales del mundo: el nogal Rajado, el nogal del Músico y el nogal Colorado. Se dice que éstos tenían más de 200 años de antigüedad. Otra huerta interesante es la de Nogal del Mancomún, a la cual se llega por medio del callejón de las Siete Vueltas. De cualquier manera los nogales de Valle de Allende son muy altos, los hay de casi 40 metros, y es una verdadera delicia recorrer sus bosques.
TRADICIONES VIVAS
Otro aspecto de Valle de Allende que vale la pena resaltar son sus tradiciones vivas. Una de ellas es deportiva y se trata de un juego de pelota que los vallenses llaman “rebote”. Este juego traído por los vizcaínos (recuérdese que Chihuahua pertenecía a la Nueva Vizcaya) es una variante del deporte del frontón; la cancha de Valle, hecha de adobe, data de finales del siglo pasado. Otras actividades bien conservadas son las de los dulces hechos a base de nueces, las mermeladas y conservas de frutas, los vinos de frutos locales, la panadería y la herrería tradicional.
“SEREMOS”: TRADICIÓN DE MUERTOS
Una costumbre muy peculiar y antigua es la forma en que los vallenses celebran el día de muertos. A ésta le llaman “seremos” y se desarrolla de la siguiente manera: entrada la noche del primero de noviembre los niños recorren el pueblo en pequeños grupos, cargando un singular atavío que consiste en dos sábanas, una vela o veladora, un crucifijo, una campana o bote con piedras y una bolsa para guardar dulces. Los pequeños van tocando puerta por puerta, y en cada ocasión uno de ellos se hace el “muerto”; los demás se arrodillan alrededor del muerto, se persignan, rezan un Padre Nuestro y un Ave María e inician el siguiente canto: “Angelitos somos/del cielo bajamos/a pedir limosna/y si no nos dan/¡puertas y ventanas/nos la pagarán!/Seremos, seremos/ calabacitas queremos”. Terminado el canto hacen sonar la campanilla y el “muerto” se levanta para recibir junto con los demás los obsequios (dulces, frutas, galletas, monedas, etc.) que les brindan. Esta tradición tiene más de cien años de existir aquí y es una verdadera fiesta para la comunidad.
LOS PASEOS
En nuestros días la gente del Valle suele pasear por los alrededores de la región, donde abundan sitios naturales de gran encanto. En las afueras del poblado, justo donde se inicia la acequia, el río hace un remanso que aprovecha la gente para bañarse; junto a este paraje, llamado “La Herradura”, se encuentra un balneario familiar. A pocos kilómetros de Valle se localiza el manantial Ojo de Talamantes. El sitio es verdaderamente agradable y está acondicionado para recibir visitantes; cuenta con lanchas, llantas, asadores, cabañas, etcétera. Cerca de Valle está la famosa Cueva del Diablo, que presenta impresionantes concreciones calcáreas (para visitarla es recomendable contratar un buen guía, ya que la cavidad no está del todo acondicionada).
SI USTED VA A VALLE DE ALLENDE
Saliendo de Hidalgo del Parral tome la carretera federal núm. 45 con dirección a Jiménez. Tras recorrer 26 km desvíese a la derecha y llegará a Valle de Allende, que está rodeado de una inmensa nogalera y cuya altitud es de 1 552 msnm.
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