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Vanadio, el valioso elemento que México descubrió pero que Suecia registró

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Este metal que se prevé cure la diabetes en el corto plazo, fue descubierto primero en México, pero una serie de eventos desafortunados hicieron que Suecia se quedara con el crédito

Un evento histórico desafortunado impidió que México fuera reconocido como el país en donde se descubrió el valioso elemento número 23 de la Tabla Periódica: el vanadio, llamado ahora como el ‘nuevo oro verde’ por su aplicación en la industria del acero, la próxima generación de baterías, e incluso los medicamentos del futuro contra la diabetes.  

Era 1801 cuando el español Andrés Manuel del Río, discípulo de Antoine Lavoisier, padre de la química moderna, llegó a México en busca de no morir en la guillotina como su mentor. Al poco tiempo se internó por los rincones menos explorados del país para ampliar sus investigaciones, llegando así a una mina de Zimapán, Hidalgo, en donde encontró un mineral de ‘plomo pardo’, del cual sospechó, contenía un nuevo elemento al que llamó de tres formas distintas eritronio, zimpanio y pancromio. 

Minas de Zimapán, Hidalgo, de donde Andrés Manuel del Río habría extraído la primera muestra de lo que en el futuro llamarían vanadio.

Sin los instrumentos necesarios para realizar pruebas más a fondo, y así confirmar que se trataba de un elemento nuevo, tuvo que prestar las muestras a su amigo el naturalista alemán avecindado en México, Alexander von Humboldt, para que éste, de vuelta a Europa, se las llevara al químico francés Víctor Collet-Descotils, quien al poco tiempo le respondió que no había descubrimiento alguno pues lo encontrado por del Río era simple y llano cromo. 

Decepcionado, Andrés Manuel de Río se dedicó a otras cosas no menos edificantes en México, como la creación de Elementos de Orictognosia, primer libro de mineralogía en toda América, la fundación del Palacio de Minería y el establecimiento de las bases para crear el Instituto de Geología de la UNAM, etcétera. 

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Al mismo tiempo el ‘plomo pardo’ encontrado en Zimapán estaba haciéndole cosquillas en la cabeza al químico alemán Friederich Wöhler, quien empezó a analizar por su cuenta las muestras desechadas por su colega francés Víctor Collet-Descotils, descubriendo así que no se trataba de común cromo, sino de algo más que requería estudios más profundos, sin embargo, en súbito, pausó su investigación, las causas se sabrían años más tarde.  

Se desconoce si influido por los estudios de los químicos citados arriba, o simplemente por casualidad, el sueco Nil Gabriel Sefström estudió el ‘plomo pardo’ demostrando en 1930 que, efectivamente, se trataba de un elemento nuevo, con lo que se ganó el derecho de bautizarlo, eligiendo ‘vanadio’ en honor a la diosa nórdica Vandis, símbolo de la belleza y la fertilidad.   

Seguro que todos los científicos implicados en el pasado de este mineral se dieron de topes sabiendo que la gloria pudo haber sido suya y de sus naciones, sin embargo el único que dejó constancia documentada de su pesar fue el alemán Friederich Wöhler, quien comentó: 

“Fui un tonto [Ich ein esel] al no haber descubierto hace dos años en el plomo pardo de Zimapán. Me dediqué a analizarlo y ya había encontrado algo nuevo cuando, a consecuencia de los vapores del fluoruro de hidrógeno, me enfermé durante algunos meses”. 

Al poco tiempo se encontró que el vanadio era  el elemento que hacía más duras y filosas a las espadas árabes de aleación de acero, para 1914 Henry Ford usó vanadio para el chasis de su célebre modelo T,  a fin de hacerlo más fuerte y liviano, luego vino su aplicación en la artillería y armaduras usadas en la Primera Guerra Mundial

El secreto de las poderosas cimitarras musulmanas que inspiraban terror a los cruzados cristianos era el vanadio

En la actualidad China, Rusia y Sudáfrica dominan en su aprovechamiento pues con él construyen estructuras de puentes y edificios, entre otras obras de metal y concreto. 

Desde 1979 se dieron a conocer en Munich, Alemania, las propiedades del vanadio para contrarrestar la diabetes, y desde entonces las investigaciones en la materia han aumentado, por lo que se prevé que los medicamentos del futuro contra esta enfermedad se fabriquen con el que en un principio fue llamado como ‘plomo pardo’ de Zimapán. 

Solo me preguntó si Andrés Manuel del Río no habrá insultado al estilo mexicano a su colega francés Víctor Collet-Descotils cuando se confirmó que las muestras que le envió eran efectivamente un elemento nuevo. Yo espero que sí. 

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