10 destinos para escaparte ¡y comprar hermosas artesanías mexicanas!
¿Te gusta el arte popular mexicano? Lánzate a estas poblaciones y adquiere las más originales y coloridas piezas, hechas por las hábiles manos de artistas locales ¡a muy buenos precios!
1. San Bartolo Coyotepec, Oaxaca/ Barro negro, cuestión de contrastes
A tiro de piedra, a solo 15 minutos de Oaxaca capital -con todo su reciente borboteo y actividad–, está San Bartolo Coyotepec, un pueblo en donde todo es calma y paciencia. El barro negro, que lo hizo famoso, se baja en pesados costales desde el monte, se amasa para que sea moldeable y una vez que está hecha la artesanía, se deja secar al sol cuatro días y se pule con cuarzos o trapos, y el proceso empieza de nuevo hasta que cocinan en horno las piezas, y luego de nuevo a pulir y dejar secar. Este proceso hace que el barro negro sea una de las más brillantes artesanías mexicanas. Visitar el pueblo y ver el proceso es obligado cuando se está en Oaxaca.
Cómo llegar
Carretera federal núm. 175, 11 km al sur de la ciudad de Oaxaca.
2. Zinacantán, Chiapas/ Textiles y bordados, postales para vestir
A las mujeres tzotziles se les han de inundar los ojos de tanto verde y tanto azul, de tanto monte y lluvia, de tanta flor morada que salpica el paisaje y de aquellos brotes rojos que se cuelan. Será por eso que los bordados recuerdan la bruma de los altos de Chiapas y la sensación de estar entre vientos y leyendas que las mujeres plasman en faldas y huipiles a fuerza de bordado y punto de cruz (la alternativa europea que les permitió enriquecer sus textiles). Las imágenes que estas mujeres tzotziles cargan en la memoria también se graban en una pieza única de la región, una capa de origen prehispánico que recuerda a un rebozo pero que se usa amarrada al cuello para cubrir la espalda, o cruzada sobre un hombro. Más allá de las flores, las mujeres también cuentan mitos sobre jaguares, águilas de dos cabezas y ceibas que crecen y viven entramadas sobre telas oscuras que roban el aliento a quien puede echar mano de esta artesanía de Zinacantán.
Cómo llegar
Carretera a San Juan Chamula, tomar la desviación a Zinacantán. 10 km al norte de San Cristóbal de las Casas, Chiapas.
3. Desemboque, Sonora/ Cestería, la vida en trama
Donde el mar se enfrenta con el desierto, en Desemboque, Sonora, las mujeres seri hacen de las ramas la vida, y esta toma forma de canastas. Allí, la cestería es actividad de mujeres. Se aprende de las abuelas y se transmite a las hijas, así, las mujeres de la tribu Comca’ac recolectan, separan y tateman las fibras del torote para teñirlas de tonos cafés que obtienen del cosahui o pintarlas de la tintura negra que extraen de la cáscara de la granada. Todo esto, solo después de remojar las hebras en una mezcla de agua dulce con agua de mar. El desafío del proceso se entrelaza con la creatividad de las mujeres de tal manera que cada cesta es reflejo y firma de cada artista.
Cómo llegar
Carretera núm. 100, desde Hermosillo (4 horas de camino), Sonora.
4. Mérida, Yucatán/ Filigrana, hilos y burbujas
Mágicas manos mayas. En la región no había oro ni plata, así que los mayas aprendieron a labrar la obsidiana y el pedernal, dominaron la escultura en jade y la pintura, pero la orfebrería no era parte de sus encantos. Llegaron los conquistadores, trajeron sus dioses y su arte para adorarlos. Los mayas hicieron magia con esa enseñanza. Desde la Colonia, las cuentas de los rosarios empezaron a hacerse con este finísimo arte que va entrelazando o fijando hilos para rellenar espacios. Un arte en el que el vacío compite en importancia con el espacio que ocupan las tiras y esferas de metales preciosos. Los rosarios, una de las versiones más nostálgicas de este hechizo artesanal, tiene dos grandes estilos, aquellos con cuentas huecas y otros adornados con coral. Los cuellos de las mestizas, hasta nuestros días, cargan esta ligera alhaja.
Cómo llegar
5. San José de Gracia, Michoacán/ Barro vidriado, érase una vez una delicadeza
El barro verde no existe. ¡Ah pero qué maravillosas piñas de barro verde se hacen en este poblado michoacano! Apenas en los 70, se empezaron a armar estas vasijas que simulan frutas gracias a su cubierta de puntas y a la técnica de pastillaje. El sueño de cada alfarero es destacar y representar. La expansión de la técnica y el dominio de la misma más que limitante se convierte en desafío y posibilidad creativa. La técnica misma es, probablemente, el verdadero desafío, pues de la habilidad del alfarero para cubrir de una fina capa de auténtico vidrio cada pieza, dependerá el valor de la misma. Además la paciencia es elemento en esta actividad lúdica, económica, histórica, pues se requieren, por lo menos, dos capas y un control absoluto de la temperatura para lograr la cocción y el brillo de estas frutas al mismo tiempo tan frágiles y tan resistentes.
Cómo llegar
Carretera federal núm. 15 D desde la ciudad de Morelia, Michoacán.
6. Paquimé y Casas Grandes, Chihuahua/ Cerámica, contenedores de historia
En el siglo XVI se descubrió el sitio arqueológico de Paquimé, y con él, piezas de cerámica por demás peculiares. La cultura prehispánica que se asentó aquí tiene influencias de los anasazi y de la tribu mogollón. Otros investigadores incluyen vínculos con los aztecas (Quetzalcóatl era una deidad compartida) y al final, esta arcilla que va de colores naturales o se tiñe de negro y se enriquece con trazos contrastantes en negros y rojizos, se ha vuelto una de las artesanías más sofisticadas y apreciadas de las manos mexicanas. Las ollas de boca angosta y cuerpo ancho, representan figuras humanas o detallan quetzales alzando el vuelo que están enmarcados por grecas que se reflejan con sorprendente simetría. Algunas de estas ollas funcionaban como contendedores de comida para las aves que los habitantes de la región domesticaban.
Cómo llegar
A tres horas de Ciudad Juárez. Carretera núm. 16 hasta Ciudad Cuauhtémoc y seguir por ruta 23 hasta Nuevo Casas Grandes, Chihuahua.
7. Santa María del Río, San Luis Potosí/ Rebozos, la vida bajo la manta
Las mujeres debían cubrirse para entrar al templo. Debían entrar al templo para vivir. Debían vivir bajo las reglas de la pureza impuesta por la religión de la época. Los frailes impusieron tocas a las indígenas en seguimiento de las mantillas que usaban las señoras españolas. Y las indígenas, con sus manos privilegiadas y su sensibilidad usaron el telar prehispánico para crear rebozos de algodón; con el tiempo, de seda y lana, también. Rebozo significa “cubrirse el rostro hasta la nariz o los ojos con la capa”. En Santa María del Río (San Luis Potosí), el rebozo fue “abrigo, monedero, cuna, tendedero, pañuelo y mortaja”.
Cómo llegar
Carretera federal núm. 57 desde la ciudad de San Luis Potosí.
8. Colotlán, Jalisco/ Piteado, a fuerza de hilos
Cada tradición tiene su símbolo y el piteado es uno clásico de la charrería. Los motivos y la técnica desarrollada en Jalisco para bordar hilos de ixtle y decorar pacientemente cinturones, es la actividad de Colotlán, la “capital del piteado”. De flores, animales y grecas, los artesanos de la región dedican tardes y noches a crear arte portátil y útil para los charros de la región (quienes más aprecian y valoran este arte), pero también, para todo aquel que aprecie el fino trabajo diseñado por el dibujante, el bordador y el punteador quienes dedican más o menos 30 días por cada cinto que crean.
Cómo llegar
Carretera núm. 23 a Guadalajara. La ciudad más cercana es Zacatecas.
9. Juventino Rosas, Guanajuato/ Juguetes de trapo y madera
Como canción de Cri-Cri, las muñecas de este poblado evocan nostalgia y tradición. Hay algo encantador en descubrir la herencia otomí, purépecha o tarasca mezclada con tradiciones españolas como el rebozo, la hojalata y la herrería que se suman al ingenio y corazón del artesano que imprime en cada juguete su propia visión de la vida, pues desde las creencias que aseguran que para hacer un juguete hay que estar contento, hasta el finísimo arte velado por la función, al fin y al cabo, cada muñeca representa la vida y costumbres de su creador.
Cómo llegar
Carretera federal núm. 51 desde la ciudad de Celaya, Guanajuato.
10. Olinalá, Guerrero/ Laca y maque, el olor de un tesoro
Un viaje en el tiempo. Abrir una caja de madera de Olinalá, es volver a los días de Dr. Atl y las excursiones aventureras, casi imposibles, para llegar a este pueblo en el estado de Guerrero en donde las lacas se decoran de forma tradicional con pinturas vegetales sobre esa madera que huele a secreto y viaje, se llama linaloe. Con influencia europea y oriental, esta técnica es, en su esencia misma, una técnica prehispánica que aplica sobre la pieza capas de maque a base de aceite de chía y mezclas de tierra y pigmentos de polvo al que le agregan color con espinas de maguey o agujas de acero. Algunas lacas usan el dorado, una forma de decoración con flores y miles de colores pintadas con pincel de pelo de gato (en su versión más entrañable), otras usan el rayado limpio, cuya técnica radica en grabar a fuerza de punta de maguey y crear relieves en la madera antes de pintar. Más allá de los carbones y los pigmentos naturales, del pelaje de los animales que delinea las formas y del talento de los artesanos. Estas lacas, guardan en cada capa recuerdos de un México lleno de amor e ingenio.
Cómo llegar
La ciudad más cercana es Chilpancingo, Guerrero.